lunes, 17 de junio de 2024

Agustín de Foxá, Madrid de corte a checa

Escritor y diplomático, Agustín de Foxá nace en Madrid, en 1906, en el seno de una familia aristocrática, monárquica y tradicional. Treinta años después, el levantamiento militar que inicia la guerra civil le toma en la capital española, de la que sale en agosto de 1936. Enviado por el gobierno republicano a Rumanía en misión diplomática, aprovecha la oportunidad para pasarse al otro lado. Así, llega a Salamanca y se pone al servicio de la propaganda franquista. De aquel momento surge Madrid de corte a checa, su única novela, en la que no duda en posicionarse. Uno de los aciertos del texto, aunque no sea intención de su autor, reside en generar atracción y rechazo hacia su persona. Escrita en 1937, Agustín de Foxá crea una crónica novelada que se lee en un suspiro, de capítulos cortos y de recorrido histórico que va esbozando el panorama que se vive en la capital española. Su perspectiva y su escritura generan conflicto entre su postura falangista, tradicionalista y elitista —considera al proletario inferior a la aristocracia en gusto, en formación, en comportamiento, en tolerancia, etcétera—, y la excelente narrativa que divide en tres partes. En ellas narra y apunta distintos sucesos de la década de 1930 en la ciudad castellana, desde las postrimerías de la monarquía borbónica hasta los primeros meses de la guerra civil; en concreto hasta el invierno de 1937. Esto supone pasar por distintas situaciones y personajes reales, desde los presidentes republicanos Niceto Alcalá Zamora y Manuel Azaña hasta el poeta comunista Rafael Alberti, pasando por el monárquico Calvo Sotelo, el falangista José Antonio Primo de Rivera o los socialistas Largo Caballero e Indalecio Prieto. El escritor, simpatizante de Falange y de origen aristocrático, nunca esconde su postura ideológica y desarrolla su historia, inspirada por situaciones vividas, concediendo el protagonismo al desencanto de José Félix, un joven de familia monárquica que inicia su recorrido simpatizando con la intelectualidad republicana, aquella que prepara la revolución que no se produce porque el rey Alfonso XIII se ve en la delicada situación que le convence para abandonar España, dejando vía libre a la burguesía liberal y a los socialistas. En abril de 1931, instauran la República con la que, salvo los borbónicos, inicialmente las distintas fuerzas políticas muestran su contento; quizá porque se abría ante todas ellas la posibilidad, aunque esta fuese distinta según la tendencia. Pero esa felicidad, tal que cualquier estado feliz, es efímera. Un espejismo que desaparece poco después de su visualización.

Los títulos de cada una de las tres partes que componen Madrid de corte a checa, Flores de lis, Himno de Riego, La hoz y el martillo, señalan en manos de quien está la capital española: la monarquía agonizante, los republicanos, a quienes el autor acusa de arribista y culpables del ambiente chabacano que se impone definitivamente con el dominio de los comunistas que asoman en la tercera parte. Si bien Foxá no simpatiza con los republicanos, no ve en ellos la amenaza y el terror que traen consigo los “marxistas” en el Madrid de los primeros meses del conflicto bélico; de cuyo comportamiento Foxá se aprovecha para intentar legitimar su postura y su propaganda. No pasa por alto las checas, ni los tribunales populares, ni los paseos en los que se asesinan a inocentes o culpables de simpatizar con los “facciosos”. La vida ya no vale nada en ese Madrid “rojo”. Insiste en ello, como también lo hace en el comportamiento de los milicianos. Su protagonista es testigo de cuanto sucede; y si no, el narrador se encarga de entrar allí donde aquel no es testigo. Claro que en todo momento el omnisciente se muestra parcial. No duda en expresar ideas y conclusiones. El narrador-Foxá asume una postura anticomunista y elitista; pero más que falangista es tradicional, aunque no carlista. Añora el pasado, el Madrid monárquico idealizado en la infancia. Lo mismo le sucede a José Félix, cuyo ilusión por la democracia republicana se apaga al descubrirla diferente a sus promesas de mejora y empieza a sentir nostalgia del ambiente de aquella ciudad cortesana de sus primeros años. Descubre, o así lo siente, que los cambios son a peor; de modo que el joven intelectual, que al inicio es un universitario que frecuenta las tertulias de Valle-Inclán —junto con Galdós, una de las inspiraciones literarias de Foxá— y los círculos republicanos, va de decepción en decepción; y la más importante no es política, sino sentimental: descubre que la mujer amada se ha casado, o la han casado, como afirma la propia Pilar. La relación de ambos sirve para introducir el folletín a la par de la historia que camina hacia la rebelión militar y la revolución popular, hacia el choque en el que el autor y su personaje principal se posicionan sin disimulo, acusando del mal que asola a los republicanos y, ya en guerra, a los comunistas, pues, para el escritor madrileño, ya todos los leales a la República lo son o están bajo el dominio rojo…



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