Vistas muchas de las películas que componen su filmografía, no puedo decir que Ramón Torrado fuese un gran cineasta, ni siquiera uno bueno, pero no se le puede negar que forma parte de la historia del cine español. Con una cincuentena de películas en su haber, el gallego obtuvo uno de los mayores éxitos comerciales de la década de 1940 con Botón de ancla (1947), quizá su film más recordado en la actualidad, aunque esto no es mucho decir, ya que la actualidad —con sus peculiaridades, como las que la preceden y suceden— apenas recuerda, sencillamente se deja ir. No parece capacitada para detenerse e interesarse en lo que tiene alrededor, entonces, si no se preocupa de su presente, ¿cómo exigirle que lo haga por lo que queda atrás? Dudo que se pueda. Dicho de otro modo, hoy nos cuesta fijar la atención más allá de los tres o cinco minutos apuntados por algunos medios en la frase <<tiempo de lectura estimado x minutos>>, como si a la lectura hubiese que reducirla, limitarla, acomodarla al “sin esfuerzo” y desterrarla del espacio mental donde se construye la reflexión y el diálogo con las páginas que nos hablan. La ausencia de pausa, de tiempo para buscar, pensar y desarrollar, conlleva una serie de implicaciones que depara la disminución de las inquietudes, de la creatividad, de la capacidad crítica —la autocrítica incluida—, de la curiosidad, que resultó vital en la evolución del conocimiento, en nuestro paso del ser irracional al semirracional, mezcla de lo racional y lo emocional que nos hace más o menos complejos, más o menos imprevisibles o predecibles. Todas estas pérdidas provocan que el proceso evolutivo, el aprendizaje, se resienta; así, para la mayoría del hoy, el cine de ayer no llama y, si ya hay que investigar y buscarlo, pues qué quieres que te diga; tal vez “link, link, link”, como quien dice, en un arrebato onomatopéyico, “oink, oink, oink”. Se le antoja producto arcaico, casi prehistórico, según se puede intuir del desconocimiento que se tiene de él y de las voces que así lo confirman. Aunque se digan cinéfilos, la ignorancia general sobre el cine es supina e innegable la idiotez de presumir con afirmaciones y negaciones tan simplistas como “¿del siglo pasado? Esa es vieja”, “no veo antiguallas ni cine en blanco y negro” o, ya en el caso del cine español, “bah, esa es una españolada”, como si el “españolada” que suele expresarse de forma despectiva, unificador y globalizador, fuese un género en sí, eliminando las características propias de cada particular.
Los géneros sirven para englobar sin distinción, a partir de apariencias que tienen algo en común, pero, aparte de esto, ¿qué me dicen? Facilitan un reconocimiento superficial y general, a la hora de hablar sobre un particular. Y ya si se trata de cine hecho en España, no deja de ser un tanto aberrante el asumirlo todo igual. Englobar en “españolada” al cine hecho desde la posguerra hasta la Transición es como decir que el cine de Berlanga o de Fernán Gómez, distintos entre sí, ofreciesen lo mismo que las películas de Torrado, Rafael Gil o Antonio Román; o la de estos resultasen iguales a las de Nieves Conde o Serrano de Osma, o que los distintos miembros del llamado Nuevo Cine español fuesen iguales. No sé qué parecido, más allá de coincidencias fruto de un aprendizaje común en la Escuela de cine y el intento de realismo de los primeros años sesenta, se encuentra entre un film de Regueiro, en uno de Patino y en otro de Saura, por citar tres de aquellos cineastas que algunos llamaron “mesetarios”, para situarles frente a los (más influenciados por la nueva ola francesa) directores de la denominada “Escuela de Barcelona”. ¿Y en la “modernidad” de la Transición? ¿Qué tenían en común un film de Francesc Betriu, de Fernando Colomo, de Eloy de la Iglesia y otro de Almodóvar? Que todos ellos estaban hechos en España. En este aspecto, sí podría decirse que las películas del cine español son “españoladas”. Similar se podría decir entonces de las películas hechas en Japón, que serían japonesadas, del cine argentino, argentinadas, o del cine sueco, suecadas; aunque este último caso también podría referirse a las películas rodadas por los encargados del videoclub de Rebobine por favor (Be Kind Rewind, Michael Gondry, 2098). Lo cierto es que de niño escuchaba a mi padre hablar de vaqueradas, pero pocas veces se veían vacas en las películas de John Ford o de otros que ambientaron sus historias en un espacio cinematográfico al que llamaron western. Pero volviendo al tema, debido a la incultura general y a la que rodea a la afición cinematográfica, no resulta extraño que alguien como Torrado, cuyas películas no destacan por su calidad, sea un director olvidado, cuando en su época llegó a ser de los más taquilleros. Sin embargo, comercialidad no es igual a calidad, y solo la calidad o lo que se mitifica, glorifica o demoniza, sobreviven un poco más en el tiempo. Torrado es un realizador olvidado, pero tiene el honor de ser el primero en realizar una ficción deportiva en el cine español. Según su productor, Cesáreo Gonzalez: <<lancé el primer film deportivo de España>>. Fue sobre fútbol, y su título Campeones (1942). Era un todoterreno, igual te rodaba una comedia que un western, que un film religioso a lo Fray Escoba (1961). Siempre intentó un cine que se acercase a lo popular, incluso al folclore, por ejemplo, los dramas Mar abierto (1946) y Sabela de Cambados (1948), entre las que rodó su mayor éxito: Botón de ancla, que daría pie a una serie de films ambientados en cuarteles, sin ir más lejos, él mismo rodaría la similar La trinca del aire (1951) y, ya cuando su estela comercial se había apagado, Los caballeros del botón de ancla (1973), una mala película, como la mayoría de las suyas. No se puede pedir mucho más a un director que trabajaba para la industria, en el seno de la Suevia films de Cesáreo González, plegándose a las exigencias populares y a las de la censura, pero estas cuestiones no restan ni suman, solo indican que buscaba lo que hoy también pretende el cine más comercial: entretener al público mayoritario, dando más de lo mismo, evitando plantear complejidades y conflictos y aprovechándose del tirón popular de algunos de los actores y actrices de la época; por ejemplo el cantante Manolo Escobar. ¿Quién es este?, podría preguntarse alguien nacido en el siglo XXI, o hacia finales del XX, si hubiese llegado al final de estas líneas…
Filmografía
Tres maletas y un lío (1942)
Campeones (1942)
El rey de las finanzas (1944)
Castañuela (1944)
Mar abierto (1946)
El emigrado (1946)
Botón de ancla (1947)
Sabela de Cambados (1948)
Rumbo (1949)
Debla, la virgen gitana (1950)
La trinca del aire (1951)
La niña de la venta (1951)
Estrella de Sierra Morena (1952)
Pluma al viento (1952)
Ché, que loco! (1952)
La alegre caravana (1953)
Nadie lo sabrá (1953)
Malvaloca (1954)
Amor sobre ruedas (1954)
Suspiros de Triana (1955)
Curra Veleta (1955)
Un fantasma llamado amor (1956)
Héroes del aire (1957)
Las lavanderas de Portugal (1958)
María de la O (1958)
Caravana de esclavos (1959)
En las ruinas de Babilonia (1959)
Un paso al frente (1960)
Ella y los veteranos (1961)
Fray Escoba (1961)
Cristo negro (1962)
Bienvenido, Padre Murray (1963)
Relevo para un pistolero (1964)
Los cuatreros (1965)
La carga de la policía montada (1965)
Mi canción es para ti (1965)
Un beso en cada puerto (1965)
Clarines y campanas (1966)
El padre Manolo (1966)
Lío en el laboratorio (1967)
Educando a una idiota (1967)
Amor a todo gas (1968)
Con ella llegó el amor (1969)
Más allá del río Miño (1969)
La montaña rebelde (1970)
En un mundo nuevo (1971)
Los caballeros del botón de ancla (1973)
Guerreras verdes (1976)
Pasión inconfesable (1978)
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