Dos años después del crack bursátil que afectó a la economía mundial, generando el cierre de empresas, el aumento del desempleo, el disparo de la inflación y el empujón que precisaba el partido nazi para ser una fuerza política a tener en cuenta en Alemania, Phil Jutzi llevaba a la pantalla su adaptación de la popular novela de Alfred Döblin Berlin Alexanderplatz, publicada en 1929. Pero todavía habría que esperar a Rainer Werner Fassbinder y su Berlín Alexanderplatz (1980) para disfrutar o sufrir la versión más compleja hasta la fecha de la obra, una versión que no sería producida para el cine, sino para la televisión; aunque, en realidad, Fassbinder la asumió como una película larga que dividió en trece capítulos y un epílogo. Rodada prácticamente en el momento en el que el autor la publicó, la adaptación de Jutzi se filma en las postrimerías de la República de Weimar, lo cual la ubica contemporánea a la obra de Döblin, en un instante delicado, inestable, que amenaza la posibilidad de futuro de un país que viven un presente gris y depresivo. El protagonista de Hampa (Berlin Alexanderplatz, 1931), Franz Biberkopf (Heinrich George), intenta reconstruir su vida tras cuatro años encerrado en prisión por el homicidio de su mujer. En ese instante, Franz sale de la cárcel con la intención de ser un ciudadano sin tacha, pero su intención no cuenta con la intervención de las fuerzas ajenas que lo arrastran hacia la criminalidad que en un primer momento no reconoce.
<<Quiero ser un hombre decente, pero es duro>> y su deseo es sincero, aunque también parece el imposible compartido por una época y un entorno condenados por la ruina económica, moral y política que posibilita el auge del nacionalsocialismo. Como otros protagonistas del cine alemán de la época, Franz vive en la marginalidad de los bajos fondos berlineses, vive en su imposibilidad. De modo que de ex-convicto se ve condicionado por el espacio, por quienes lo habitan y provocan su caída en la delincuencia, después de su intento de regenerarse, integrarse y ganarse la vida de un modo decente, siendo vendedor ambulante, pero ¿regenerarse e integrarse dónde, si allí donde va no parece haber opción ni para él ni para el resto? Hasta Hampa, Jutzi había sido un director de simpatías comunistas, aunque en 1929 abandonó el KPD, el partido comunista de Alemania en el que se había afiliado un año antes, para cuatro después, en 1933, afiliarse al partido nazi, aún así, las nuevas autoridades lo miraban con recelo debido a su pasado político. Quizá Jutzi fuese un poco como su protagonista, condicionado por la época que le arrastra hacia los bajos fondos en los que parece haberse convertido el país y que el rueda empleando un tono semidocumental. Los exteriores que recorre Hampa parecen extraídos de una sinfonía urbana; cabe recordar el éxito precedente de Berlin, sinfonía de una gran ciudad (Berlin, Die Sinfonie der Großstadt, Walter Ruttmann, 1927) o Gente en domingo (Menschen am Sonntag, Robert Siodmak y Edgar G. Ulmer, 1929), pero no hay alegría ni despreocupación, su ambiente es sombrío y Frank solo puede ser un títere más en la más sombras que envuelven el panorama…
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