sábado, 24 de mayo de 2014

L'Atalante (1934)



La muerte prematura de Jean Vigo (contaba con 29 años de edad) provocó, entre otras cuestiones, que su obra fílmica apenas alcance las dos horas y media que suman las duraciones de A propos de NiceLa natation par Jean TarisCero en conducta (1933) y de L'Atalante (1934), su único largometraje. Pero su corta filmografía no resta para que Vigo sea uno de los intemporales del cine francés. Lo es gracias a su búsqueda de independencia creativa, a su paso adelante, respecto al cine de su época, y a su poética, repleta de simbolismos que nacen de su consciente búsqueda de un cine de emociones y sentimientos. En su primer montaje, L'Atalante, su obra más conocida entre el público, sufrió el rechazo de los distribuidores del film, lo que conllevó cortes, pérdidas y cambios que provocaron que las versiones exhibidas se alejasen de lo ideado por su autor. Por fortuna, en la década de 1990, la Gaumont adquirió los derechos de distribución y realizó un montaje que pretendía ser lo más fiel posible al original realizado por Vigo; lo que permitió un acercamiento más adecuado a la historia que se desarrolla en casi su práctica totalidad a bordo de la embarcación L'Atalante, en la que habitan cuatro personajes, dos de los cuales, Jean (Jean Desté) y Juliette (Dita Parlo), acaban de contraer matrimonio. La primera secuencia los muestra en tierra firme, enamorados, luciendo sus trajes de boda mientras caminan hacia el barco que será su hogar. En ese instante se descubre la promesa de felicidad que poco después se pierde entre las brumas que envuelven a la barcaza en la que ambos inician su vida en común, y que se convierte en la monotonía que merma el carácter de una mujer atrapada en la rutina que le niega la materialización de aquellos sueños de amor y libertad que aguardaba alcanzar al unirse al hombre que ama. El tío Jules (Michel Simon), el veterano marino que cuida de la nave, y su joven ayudante (Louis Lefebvre) se convierten en los testigos de un sentimiento que se marchita entre las discusiones y el alejamiento que se confirma tras la estancia de la pareja en París (el primer contacto con tierra firme desde la boda). Convencida de la imposibilidad que significa permanecer a bordo, Juliette abandona el barco sin despedirse de Jean, quien al descubrir su ausencia asume que no le afecta; pero la desesperación puede con ambos cuando comprenden la importancia de compartir sus existencias, cuestión que queda reflejada en un espléndido montaje paralelo con el que Vigo mostró la solitaria nocturnidad de los enamorados, separados por la distancia, sintiendo y anhelando la presencia del otro en los huecos vacíos de sus camas, en las que no pueden olvidar el sentimiento carnal y espiritual que los une. Las imágenes de L'Atalante, fotografiadas por Boris Kaufman (responsable de la fotografía en las cuatro producciones de Vigo), rebosan una hermosura poética pocas veces igualada, que parece fluir de las aguas del río o habitar en la avejentada embarcación que lo surca, y en la que sus tripulantes viven ajenos a las normas que rigen en tierra firme, algo que Juliette es incapaz de valorar hasta que experimenta la soledad de su separación, de igual modo que Jean comprende que su plenitud no es posible sin ella, pues el sueño de ambos solo es alcanzable si están juntos.

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