viernes, 13 de agosto de 2021

Center Stage (1991)


Su suicidio, el 8 de marzo de 1935, la convirtió en mito —su funeral fue de los más concurridos de la época—, pero la fama no era la finalidad de un acto que Ruan Lingyu llevaría a cabo para poner fin al acoso y a la invasión de privacidad que sufrió por parte de la prensa y del público tras el estreno de Nuevas mujeres (Xin nü xing, Cai Shusheng, 1935), film que Shusheng realizó inspirándose en la vida y suicidio de la actriz y guionista Ai Xia. Pero vista hoy, Nuevas mujeres también parece hablar de la experiencia sufrida por la propia Ruan hacia el final de su vida, cuando, ya separada legalmente, su exmarido, que había recibido de ella una compensación económica, la demandó por adulterio —la actriz había iniciado una nueva relación—, posiblemente para obtener dinero con el que cubrir sus gastos de juego. La prensa aprovechó ese momento para atacarla y atacar Nuevas mujeres, una película que abierta y desafiante criticaba el sensacionalismo malintencionado —similar al que acabaría empujando a la actriz al suicidio. Cincuenta y seis años después de la muerte de Ruan, Stanley Kwan cuenta esto y más en un recorrido biográfico por imágenes de archivo, entrevistas y ficción que comprende el periodo entre 1929, cuando la actriz firma su contrato con el estudio Lianhua, y 1935.


El director hongkonés no intenta imponer una única perspectiva, sino que deja que su reparto exprese sus impresiones acerca de los personajes que interpretan. La primera que aparece en la pantalla es Maggie Cheung, que responde y opina sobre la mujer a quien, en otra memorable lección de sensibilidad interpretativa, dará vida en la pantalla. Huérfana de padre, Ruan Lingyu se inició en el cine con dieciséis años, en 1926, para ayudar a su familia y cubrir económicamente el despilfarro de su marido. Sus primeros personajes fueron secundarios, como apuntan los fotogramas que abren Center Stage (Ruan Ling-yu, 1991), pero, tres años después, en 1929, firmó su contrato con Lianhua, el estudio donde se convirtió en una de las grandes estrellas del cine chino. Stanley Kwan escoge ese instante, cuando la actriz rueda Reminiscencias de Pekín (Sun Yu, 1930), para iniciar la representación de los momentos biográficos de los que hablan los entrevistados, el elenco y el propio Kwan en los insertos en blanco y negro con los cuales el cineasta marca las distancias entre la recreación que abarca la mayor parte de Center Stage y la realidad en la que ruedan el film. Pero en ambos casos el personaje, su actividad profesional y su intimidad, se erige en el centro de interés de Kwan, que se pregunta, reflexiona y cuestiona al tiempo que recrea la época y la situación de la actriz, mezclando ficción y entrevistas para lograr un espléndido biopic sobre la protagonista de La diosa (Shen Un, Wu Yonggang, 1934).


Kwan pasó más de un año en Shanghái investigando la época, entrevistando y estudiando las biografías de los personajes para hacerse la mejor idea posible del momento a recrear en la pantalla y de las relaciones personales y profesionales que Ruan establece dentro de la industria del cine chino, en un periodo de tensión (Japón invade Manchuria) y de giro político hacia la izquierda. Pero la atención del cineasta de Hong Kong recae en las relaciones íntimas de la actriz con su madre e hija y, sobre todo, en aquellas que establece con tres hombres en relaciones amorosas fallidas —su matrimonio con Chang Ta-min (Lawrence Ng), su convivencia con Tang Chi-shan (Han Chin) y el amor no consumado con Tsai Chu-sheng (Tony Leung Ka Fai), el director de Nuevas mujeres. No obstante, el personaje alcanza su complejidad en sí mismo, en su personalidad, en su necesidad de progresar —pide que le dejen interpretar un papel en Tres mujeres modernas (Sāgè Módēng NüxingBu Wancang, 1932) que le aleja de las heroínas trágicas y románticas que le han encumbrado—, en el deseo de liberarse y ser una mujer moderna, sin miedo, en un entorno que castigará su intención con chismes malintencionados, promovidos por la prensa que clama venganza tras el estreno del film de Cai Shusheng. Todas las relaciones son cadenas, a veces asfixian y en ocasiones sostienen, pero nunca son neutrales, ni aceptan que cada parte relacionada pueda ser en sí mismo, sino como el conjunto o el resultado de la relación establecida, y condicionada por aspectos que a menudo son dictados sociales que, sin comprender dónde terminan sus límites, impone la sociedad. Transgredir uno de esos límites implica invadir el ámbito privado y tal invasión lleva a Ruan a ser la víctima de un sistema cuya hipocresía resulta demoledora: la noticia de su “infidelidad” (hábito común y aceptado entre los maridos de la época) acapara portadas y la opinión pública la acosa sin miramiento o Chi-shan se violenta cuando ella le dice que son adúlteros, puesto que él continúa casado con otra.



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