Más de un centenar de películas avalaban la excelsa trayectoria profesional de Raoul Walsh cuando puso fin a su carrera en la década de 1960. Pero más que por decisión propia, Una trompeta lejana (A Distant Trumpet, 1964) significó la despedida forzosa de un cineasta indispensable en aquel Hollywood del que fue <<testigo de su nacimiento, su época dorada y su paulatina decadencia>>.* Como recordó en sus memorias, los pioneros cinematográficos aprendieron su oficio mientras <<trabajamos duro y en condiciones complicadas: soportando aguaceros o bajo un sol de justicia, helados y paralizados por la nieve o arrastrados por tempestades>>, superando imprevistos y cuantos obstáculos se presentaban durante los rodajes que realizaban para la factoría de historias y de sueños que desapareció con ellos. Con ellos también desapareció una manera de hacer películas, quizá <<porque además de conocer a fondo los entresijos del espectáculo, es necesario contar con la imaginación; ambos son la base de este raro producto de consumo que algunos creemos que es también un arte>>. Pero la década de 1960 transformó para siempre aquel Hollywood del sistema de estudios que, moribundo desde el decenio anterior, dejó de existir para dar paso a los actores convertidos en productores (que adquirían el control total de las producciones en las que participaban) o a ejecutivos que apenas conocían <<los entresijos del espectáculo>> y que faltos de ideas evitaban correr riesgos artísticos, priorizando más si cabe el aspecto económico de la producción en cadena iniciada por aquellos visionarios y hombres de negocios —Adolph Zukor, Jesse L. Lasky, los hermanos Warner, Carl Laemmle, Louis B. Mayer, Mack Sennett o William Fox— que vieron en el cine su oportunidad para enriquecerse gracias a cineastas que, como Allan Dwan, Cecil B. DeMille, Charles Chaplin, John Ford, King Vidor o Raoul Walsh, se encargaban de manufacturar el producto transformándolo en magníficas películas y en algunas obras de arte. La vieja escuela cinematográfica (situada en los set de rodajes, en las influencias mutuas o en los espacios abiertos) dio paso a escuelas universitarias donde se teorizaba lo que ellos habían vivido en su práctica diaria, observando las distintas posibilidades que se abrían ante ellos para aprender a desarrollar la creatividad y la inventiva que Walsh y otros grandes narradores de imágenes desplegaban en <<escenarios naturales que iban de Manhattan a una pradera del Oeste en Nuevo México, de la alta sierra a París o Londres, de los Alpes a un campo de naranjas en Los Ángeles>> porque <<todo formaba parte de la fábrica de sueños conocida como "Hollywood">>.
En esos <<escenarios naturales>>, el responsable de El mundo en sus manos (The World in His Arms, 1952) se sentía libre y aventurero, algo que siempre fue, y esas dos sensaciones, unidas a su magistral capacidad cinematográfica, se descubren en películas como Una trompeta lejana, la cual no desentona con el ritmo narrativo y la vitalidad de un cineasta que cerró su carrera transitando espacios abiertos de Arizona y México acompasado por la partitura de Max Steiner, de los grandes compositores de Hollywood, y en el interior del fuerte donde Matt Hazard (Troy Donahue) es destinado tras graduarse en West Point. Este teniente del sexto de caballería presenta una ambición igual de elevada que su idea de honor o que su empeño por transformar a los hombres bajo su mando en verdaderos soldados, aunque también se encuentra con su primer enfrentamiento con una realidad que escapa a su control. La pasión entre Kitty (
Suzanne Pleshette) y Matt se desata antes del fallecimiento del teniente Mainwarring (
William Reynolds), el marido de esta mujer insatisfecha y desencantada con su vida, una mujer que se casó sin amor y que vive con su ausencia hasta su encuentro con el joven oficial. Pero la relación entre la pareja se verá afectada por la llegada al fuerte de Laura (
Diane McBain), la prometida de Matt y sobrina del general Quaint (
James Gregory). Ambas mujeres muestran comportamientos e intereses opuestos, Laura satisface la ambición y Kitty el afecto del tercer vértice del triángulo amoroso que comparte entidad dramática con la evolución humana de su protagonista, una evolución que se produce a raíz de su contacto con la viuda y con el pueblo apache al que convence de la necesidad de abandonar las armas. De tal manera, su periplo implica la transformación de joven con aspiraciones de promoción al oficial consciente de la injusticia sufrida por los indios, lo cual implica su renuncia a la condecoración que el secretario de guerra (
Kent Smith) le impone en un despacho de Washington donde Matt descubre que los intereses económicos se posicionan por encima de las necesidades de la orgullosa tribu a la que ofreció el pacto de regresar a sus tierras y vivir en paz.
*Entrecomillado de Raoul Walsh: El cine en sus manos (Each Man in His Time, 1974) (traducción de Francisco Delgado). Ediciones JC Clementine, Madrid, 1998.
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