viernes, 9 de junio de 2017

La escuadrilla Lafayette (1957)


La juventud de William A. Wellman fue tan movida que daría para una película. De hecho, podría decirse que así fue, pues, en el film que despide su brillante trayectoria, el cineasta expuso parte de sus experiencias en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), aunque más que hablar de sí mismo y de su participación en la Gran Guerra, La escudrilla Lafayette (Lafayette Escadrille, 1957) le permitió evocar y rendir homenaje a los voluntarios estadounidenses que la formaron. En su primera imagen, la voz en off de Wellman introduce el monumento que honra la memoria de quienes fueron sus compañeros en Francia, pero la historia se personaliza en Thad Walker (Tab Hunter). El principal protagonista de la evocación de "Wild Bill" Wellman es un joven a quien se descubre en la nocturnidad de su ciudad natal (Boston) cometiendo el hurto que nace de su resentimiento hacia la figura autoritaria de un padre que no duda en golpearle una y otra vez porque ha mancillado su buen nombre. La siguiente secuencia muestra a ese mismo muchacho en el interior de un transatlántico en compañía de su amigo Bill Wellman (William Wellman, Jr.), con quien mantiene una conversación que permite comprender que se ha fugado de casa y se ha presentado voluntario para luchar en Francia. En compañía de Wellman, Tom Hitchcock (Jody McCrea) y Duke Sinclair (David Janssen), Thad Walker desembarca en suelo francés para entrenarse y combatir, pero antes de que esto último suceda se produce su encuentro con Renée (Etchika Choureau), su enamoramiento, su agresión al instructor galo (Marcel Dalio) que primero lo golpea (y a quien él devuelve el golpe como si con ello se resarciera de la severidad paterna) y su deserción. Uno de los momentos más emotivos (para el cineasta) se produce al inicio de su estancia en el campamento, mientras los futuros pilotos duermen, y la voz del Wellman adulto y real recuerda los nombres, los logros y las muertes en combate de muchos de los componentes de un grupo en el que predomina la jovialidad y camaradería. Los primeros compases en el campo de entrenamiento se desarrollan entre aparatos que no vuelan, que les sirve para familiarizarse con el mecanismo de los aviones que pilotarán más adelante, y entre bromas como las que gastan al oficial de instrucción con quien Walker tiene el enfrentamiento que conlleva la prisión y su juicio militar, que no llega a producirse al ser liberado por sus amigos. Herido, sin conocer el idioma y dominado por sus sentimientos, acude a Renée, quien lo cuida y alimenta hasta que se recupera de sus heridas físicas, pero no de las psíquicas, como delata que no puede evitar sentir que ha perdido la dignidad. Esa sensación de pérdida se agudiza día a día en su relación con la mujer que ama. El vacío de las noches en las que ella trabaja, la sensación de inutilidad que le confiere en verse mantenido y la imposibilidad que implica ser un desertor sin más salida que la de ocultarse, lo convencen para buscar empleo en el único lugar posible, la casa de citas de la madam (Veola Vonn) para quien había trabajado Renée. Con todo, se entiende que la intención del realizador al dar forma a La escuadrilla Lafayette no fue rodar una biografía cinematográfica, tampoco un film bélico, sino un melodrama con momentos cómicos (los que se producen en el campo de entrenamiento) que se decanta por el amor entre dos jóvenes que, a pesar de hablar distintas lenguas, se entienden, por la amistad y la entrega de sus compañeros en la famosa escuadrilla, a quienes el cineasta dedicó este cálido homenaje que ponía punto y final a su espléndida obra fílmica.

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