jueves, 7 de julio de 2011

Río Rojo (1948)



La épica del western encuentra en Río Rojo (Red River, 1948) uno de sus grandes hitos. Vive y fluye en la emoción y la aventura, en el movimiento de individuos cuyo hogar físico todavía es incierto, puesto que se encuentra en constante construcción. Es la épica que le gusta a Howard Hawks, la de hombres decididos a superar las trabas que les salen al paso, conscientes de que eso es lo que hay y de nada les vale llorar por ello. Sus protagonistas, al menos los de sus westerns y aventuras, incluso diría que los de su cine negro y sus comedias, únicamente tienen una opción, y esa es la acción. En su cine, la pasividad no es una opción válida, ni siquiera para los sujetos pacientes, quienes por las circunstancias sen ven obligados a dar el salto. En la historia de Río Rojo (que parte de un relato de Borden Chase, lo que ya dice a su favor) no hay un instante de pausa, ni siquiera cuando hacen alto, pues siempre sucede algo externo o interno que obliga a avanzar sin vuelta atrás, entre conflictos, pasiones y contradicciones, deparando momentos inolvidables de superación, de amistad, de humor, de romance y de enfrentamiento. Hawks sitúa la trama años antes de la guerra de la Secesión, cuando se produce el encuentro entre un hombre y un niño que lo han perdido todo, salvo el sueño del primero: echar raíces en ricos pastos y levantar el mayor imperio de ganado de Texas —para lograrlo cuenta con un toro y una vaca que, junto al carromato, las mulas y un caballo, son sus únicas posesiones. Tom Dunson (John Wayne) se hace cargo del muchacho y se asienta en un terreno que asume suyo, puesto que él es el más fuerte y esa es la ley que impera en la vieja Texas.



Individuos como el personaje de Wayne tienen la simpatía y la admiración de Hawks, que salta en el tiempo y sitúa a sus protagonistas catorce años después, cuando, acariciando su sueño, la crisis de posguerra exige a Dunson soluciones extremas que eviten que su esfuerzo haya sido en vano; y estas soluciones se reducen a una: conducir el ganado por un territorio inhóspito en busca del beneficio que le permita materializar definitivamente su obra vital en compañía de quien considera su hijo: Matthew Garth (Montgomery Clift), el muchacho a quien (durante el salto temporal) Groot (Walter Brennan) y él criarían. Además del amor entre padre e hijo, del respeto del joven por el hombre maduro y del orgullo silencioso de este hacia aquel, ambos guardan más similitudes de las que parece. Una de ellas es que viven en conflicto, aunque difiere según el caso. El de Tom es la lucha de un hombre contra sí mismo, contra su pasado y contra su presente de fijación que raya la locura. El de Matt observar ese comportamiento en alguien que idolatra y no poder permanecer a su lado o sencillamente al margen; pues solo enfrentándose podrá madurar y dejar de ser un muchacho a la sombra del hombre que lo educó. Quizá entre ellos exista el enfrentamiento de cualquier relación paterno-filial, que en su caso amenaza uno que podría ser mortal, aunque el motivo de la disputa que les distancia y enfrenta reside en la actitud de Tom.



En los films de aventuras de Hawks, este Río Rojo no deja de ser una y de las más grandes filmadas por el director de Río Bravo (1959), tanto los amigos como los rivales se reconocen y se admiran, aunque dicha admiración no mitiga la tensión que pueda haber, por ejemplo, inicialmente entre los personajes de Montgomery Clift y John Ireland, dos jóvenes vaqueros, rápidos con el revólver, que se desafían con la mirada y las palabras, guiados por esa vena competitiva tan arraigada en el cineasta responsable de Scarface (1932) y en la propia sociedad estadounidense. Durante un periodo que no se especifica, Matt ha estado lejos, es probable que combatiendo en la guerra y seguro que haciéndose un nombre como revólver rápido —como demuestra que Ireland reconozca su nombre. Lejos de Tom ha madurado su carácter, aunque todavía se encuentra bajo la sombra de ese padre que ha vivido catorce años construyendo y peleando por hacer realidad su idea, que no solo es la de tener el rancho más grande de Texas, sino que su obra le sobreviva. Dunson ve en el joven al hijo que no tuvo, a quien le ha enseñado cuanto sabe para hacer de él un hombre fuerte, probablemente a su imagen. Es su otro sueño, uno más íntimo que tendría que ver con dejar su huella y que no se pierda su legado; de ahí que vea en Matt a su heredero, a quien debe serlo cuando se lo gane, y se sienta traicionado cuando aquel tome un camino distinto que contradiga el suyo. Pero mientras tanto, impone sus normas, las que le dicta su sentido de la lealtad, también su tozudez y el apuro. También le define antes de emprender la odisea, el que advierta a sus hombres que será una travesía dura y peligrosa y les ofrezca la oportunidad de elegir abandonar antes de partir, pues una vez en marcha no habrá vuelta atrás.



La época de Río Rojo es un origen y, como tal, las comodidades son inexistentes: los caminos son los espacios naturales, algunos poco menos que intransitables, repletos de peligros y sin que el tren, el medio que revolucionará el país, todavía no cubre gran parte del territorio, donde el agua escasea y los peligros pueden presentarse en cualquier instante. Este espacio abierto y amplio sirve a Hawks para introducir y aislar a un grupo de hombres por un entorno que les conduce a una situación límite en la que se pondrá a prueba a cada uno, y la amistad que les une. Poco a poco, esas sensaciones de luchas internas se apoderan del grupo. Todos tienen miedo, sufren cansancio e incertidumbre, pero han firmado el contrato y, por mucho que les pese, Tom hará que lo cumplan, aunque tampoco él es ajeno al miedo. Teme perder todo cuanto ha logrado por sí mismo, por ello se comporta de ese modo, es su única oportunidad para salvar un sueño que desea compartir con Matt, así pues, se muestra poco dado al diálogo, apenas comprensivo, duro y exigente. Su carácter, marcado por un pasado que no le permite olvidar y por un presente que le distancia tanto de Matt como de su viejo amigo, Groot, le conduce a comportarse de un modo que no gusta a los hombres, incluso a Matt le sorprenden y disgustan los actos de aquel a quien considera su padre. Este comportamiento, unido al largo viaje, a su dureza y al cansancio acumulado en los cowboys provoca que sus trabajadores piensen amotinarse. De los cinco westerns filmados por Hawks, junto Río de sangre (The Big Sky, 1952), Río Rojo sea el que recorre mayor extensión y aún así no deja de ser un espacio acotado, salvo para una comunidad laboral cerrada como los cowboys, errantes por ese territorio donde el cineasta presenta una situación de amistad que pone a prueba durante el recorrido que atrapa a sus protagonistas lejos de las comodidades más básicas, distancia que agudizará las diferencias existentes entre ambos y les conducirá a un enfrentamiento que resulta inevitable. Así mismo, la aparición de Tess (Joanne Dru), de quien Matt se enamora, afecta a ambos protagonistas masculinos. Ella les hace reflexionar sobre sus comportamientos y sobre sí mismos, circunstancia que permite descubrir los sentimientos de Dunson, quien le confiesa que no puede olvidar a la mujer que amaba, seguramente porque ve en Tess la imagen de la mujer amada y siente la culpabilidad que carga desde su muerte, tras abandonarla al inicio del film en una caravana que creía más segura, a la espera de volver a reunirse en cuanto materializase su idea del hogar soñado para ellos y sus hijos.



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