La mañana del 20 de diciembre de 2024 abrí Facebook y me saltó la publicidad de un libro recién publicado. Lo leído en ese anuncio, que la editorial había compartido dos días antes (el 18 de diciembre) en dicha red social, se me antojó muy similar en temática y en idea motriz a uno que, el 9 de marzo de 2023, envíe a esa misma editora. La coincidencia me noqueó, pues me tomó por sorpresa.
Aturdido por el impacto, recordé que hacía más de un año había leído en su página web, lo expresaban con claridad, casi invitando a ello, que se podían enviar manuscritos. No sé si el reclamo era el mismo que luce hoy, y que dice lo siguiente: <<¿Eres autor?
Si eres autor y quieres publicar tu libro, puedes enviárnoslo por e-mail acompañado de tus datos personales>>. Confiado en que les interesaría y que valorarían la obra, sobre todo lo primero por la cercanía, ubicada la empresa en el área compostelana y el libro que les proponía sobre historias y personajes naturales de o de paso por Santiago, y lo segundo porque así interpreté el anuncio de envíos de manuscritos que resaltaba en su página web, les envié el siguiente e-mail el día 9 de marzo de 2023, adjuntando una copia en formato PDF de mi libro. El texto dice así:
<<Hola, espero no importuaros>> —en el momento del envío no me di cuenta de este error— <<, pero he visto en vuestra web que se puede enviar manuscritos a esta dirección. Me llamo Antonio Pardines y soy natural de Santiago de Compostela, donde nací en 1974. Estoy diplomado en Ciencias de la Educación, Especialidad Educación Primaria, por la U.S.C. y soy el responsable del blog “va de vagos - cine” desde abril de 2011 hasta la actualidad. En 2011, publiqué una novela épica e histórica ambientada en Japón en el siglo XII, “Sakura (la flor del cerezo), y en 2020 la novela “Calles de ida. Descubriendo la pasión por el vino”, la cual, al año siguiente, sería publicada en gallego por la Xunta de Galicia con el título “Rúas de ida. Descubrindo a paixón polo viño”. El libro que hoy propongo es un ensayo sobre Santiago de Compostela, a partir de leyendas, historia, personajes, películas (ambientadas en la ciudad), literatura y mi memoria, o mejor, la de alguien que camina en tiempo presente los distintos espacios y pretéritos que asoman por la lectura. El libro tiene una extensión de 147 páginas (letra Arial 12, a doble espacio), divididas en una introducción y 21 capítulos; más una bibliografía.
Así, a grandes rasgos, “Rincones sin esquinas” pasea su desenfado, su ensoñación y su reflexión en líneas que evocan la tierra y las piedras compostelanas. Avanza o retrocede por la memoria histórica, cinematográfica, legendaria, artística, literaria, jacobea de la ciudad y también por los recuerdos de un narrador que abre puertas temporales al pasado que transita en presente, para recuperar instantes de la ciudad que siempre lo devuelve al momento en el que camina.
Sus páginas hablan de la memoria y del olvido, de cine y literatura, del nacimiento urbano tras el hallazgo de una tumba que se deseó apostólica y de algunas necesidades que hicieron de Compostela el faro al final de un camino medieval que, por primera vez, tras la caída del imperio romano en Occidente, unía Europa en un efímero esplendor artístico, económico y cultural. Igual que hoy, entonces Galicia y Compostela miraban hacia fuera y abrían sus puertas a millares de peregrinos que hicieron posible el desarrollo urbano, no solo el compostelano, sino a lo largo de los Caminos. Pero, aunque sus momentos se ubican en su práctica totalidad en Santiago, el radio de acción del libro se extiende más allá de la localidad y del tiempo que nos empeñamos en limitar sin éxito, entre la mítica “traslatio” de Santiago Zebedeo, desde tierras palestinas, y la actualidad que avanza hacia algún futuro. Lo hace rompiendo las barreras habituales narrativas y expositivas del ensayo, ya que, propiamente dicho, el texto no lo es; tampoco es novela, ni memorias, ni ficción ni realidad, tal vez mezcle todo eso. Sencillamente, es el viaje por calles y momentos que recuperan sentido para la mente de quien las camina en compañía de películas, libros, leyendas, sueños, hechos, protagonistas anónimos y personajes históricos como Teodomiro, Alfonso II el Casto, Pedro de Mezonzo, Almanzor, Xelmírez, la reina Urraca, el maestro Mateo, la saga de los Fonseca, Prisciliano, Buñuel, Rosalía, Emilia Pardo Bazán, Ánxel Casal, Francisco de Asís o Cary Grant.
Sin más, adjunto un archivo en pdf del libro, por si os interesa echarle un vistazo, y me despido agradeciendo el tiempo que me habéis dedicado.
Un saludo.>>
Por respuesta solo obtuve un mail impersonal el 22 de marzo que incluía un resumen de las bases de un concurso y un PDF del cartel que anunciaba el premio que la editorial convocaba en colaboración de una diputación provincial. No decía nada más, salvo <<un saúdo>> a modo de despedida, firmada por alguien que meses después formó parte del jurado del premio. Aquello fue suficiente para comprender que, junto con la supuesta invitación a participar, se desentendían de ilusos de un modo que consideraban sutil y que yo interpreté así: “si tal, envíalo a concurso, queda contento y espera sentado”. Y lo envié, aunque con la duda de qué pintaba un libro como el mío en un concurso de novela. Todo eso ya forma parte de mi historia, y queda atrás, pero lo cierto es que el descubrir tal publicidad me desubicó, porque el parecido con mi obra se me antojó razonable; entre otras cosas, leí algo así como que el libro era más que una simple guía, que era una ventana a un pasado que permitiría ver la ciudad con otros ojos, como nunca antes. En realidad, me impactó leer el nombre de la editorial y que la publicación que promocionaba era de temática similar a la obra que les había enviado en marzo de 2023: un recorrido por las calles compostelanas, por su historia y por sus personajes, los que aparecen en los callejeros, en las estatuas, en el cine, en la leyenda,… recuperándolos para el presente del narrador que transita rúas compostelanas. A su manera, dando rienda suelta a su inimitable capacidad literaria, Gonzalo Torrente Ballester ya había escrito sobre personajes y leyendas relacionadas con Santiago décadas atrás en Compostela y su ángel, un libro que descubrí mientras escribía el mío y de ello dejo constancia en mi obra. Obras sobre Santiago hay muchas, desde códices medievales hasta libros de fotografías, pasando por ensayos, novelas y biografías de personajes ilustres, incluso he visto que uno sobre las placas de la ciudad, Descubre Compostela. Placas para el recuerdo, de Xosé Antonio Neira Cruz, de quien todavía no he leído nada y, observando los títulos que componen su obra, algunos relacionados con Compostela, he de leer… Tal variedad resulta maravillosa y apunta la riqueza histórica, humana y cultural de la ciudad.
Sentí curiosidad por conocer más sobre el autor de este otro libro, el de reciente publicación, y descubrí una entrevista para una radio local, y su canal de YouTube, en la que comenta que <<a idea xorde —titubea mientras se lo piensa— o ano pasado, o verán do pasado ano, como unha idea un pouquiño máis global. Sí, imos ¿render homenaxe? —el interrogante es mío, ya que no logro escucharle bien— e da editorial X. Imos rendir unha homenaxe a todas aquelas persoas que supuxeron algo en Compostela.>> Su idea y la de la editorial les llegó el verano del pasado año, el de 2023. Ahora me vienen a la mente imágenes de un año y un par de meses atrás. Era 2022, el viernes anterior a Semana Santa, y me encontraba releyendo mi historia compostelana en un tren que me llevaba de Santiago a Madrid, uno que sufrió algo más de dos horas de retraso como consecuencia de alguna avería, o similar, a la altura de Zamora. Imposible olvidarlo; el vagón estaba repleto de gente con mascarillas peor o mejor puestas. Hablaban, algunas con preocupación, pues algunos jóvenes se impacientaban porque iban a perder su conexión. Eran estudiantes de la Universidad de Vigo, supuse que cursarían alguna Ingeniería; y lamenté mentalmente su mala suerte. La mía era distinta, mi destino era Madrid, así que yo leía y leía; aunque en algún momento levantaba la vista de las líneas y echaba pestes mentales porque en Chamartín alguien a quien deseaba ver (y que no veía desde hacía meses) acumulaba minutos imprevistos de espera. Finalmente, llegamos a la estación. Los muchachos salieron corriendo del vagón, algunos tenían que tomar el tren creo que para Alicante, otros eran de Sevilla y los más afortunados se quedaban en Madrid. Por mi parte, había acabado la revisión de la versión que llevaba en formato “mobi”, pues, durante aquel trayecto, hice una práctica que me es habitual desde hace más de una década, cuando empecé a escribir Calles de ida. Apuntaba en mi kindle errores de mi texto y notas para mejorar su contenido. Esta acción, la de corregir el texto, la repetí varias veces más —otra en tren, destino Segovia—, hasta que en febrero de 2023 consideré que había llegado el momento de decir “basta” y llevar la obra al registro de la propiedad intelectual. De regreso al día 20 de diciembre de 2024: después de escuchar la entrevista, llegué a dos conclusiones: la similitud entre las propuestas era evidente y que su libro, desde una perspectiva literaria, nada tendría que ver con el mío. Por otra parte, el resto del día, se apoderó de mí una sensación incómoda que no me dejaba pensar en otra cosa. Así que decidí buscar una copia y la encontré en la biblioteca pública del barrio donde vivo.
No voy a negar que, ojeado el libro, existe ese parecido razonable que intuí en mi primera impresión, aunque cierto es que la temática no es de mi exclusividad, sino de cualquiera, y que varias personas pueden tener la misma idea, es decir, el mismo punto de partida. Con todo, me ha costado deshacerme de la sensación de pérdida, tristeza, duda, decepción, como si hubiese perdido parte de mí o alguien me lo hubiese arrebatado. Solo eran sensaciones, pues la única verdad a la que llegué, respecto de todo esto, al menos verdad para mí, es que de mi exclusividad solo es el como he expuesto mi historia, mi manera de narrarla, de amarla y de pensarla, como viví su desarrollo, mis investigaciones y mis paseos por las calles de Santiago que combinan memoria, leyendas, personajes, historia e historias, para dar forma a un libro que dudo vuelva a enviar a alguna otra editorial. Lo más probable es que lo autopublique directamente en alguna plataforma tipo Amazon —que es la opción a la que me precipitan mis emociones— y que allí se aburra, pero al menos no se quede en el cajón donde han ido a parar otros. En todo caso, me niego a perder las ilusiones depositadas en él… Menos aún el cariño que siento por él. Lo disfruté y lo sentí a flor de piel, durante las muchas horas de mi vida que le dediqué. Quiero dejar claro que pienso que todo esto puede ser una simple coincidencia, y estas líneas una terapia para exorcizar el malestar que se había apoderado de mí, pero eso no evita que mi primera sensación fuese de sorpresa y pérdida. Ya sé que solo es una historia de tantas, por la fecha de su desarrollo un cuento de Navidad, pero esta fue así; y ahora, después de leer un ejemplar de ese libro que no es el mío, y que se compone de semblanzas que son similares a las que pueden encontrarse en cualquier página de consulta o en un blog de biografías, incluso en wikipedia, no tengo la menor duda de que particularmente no me aporta lo más mínimo sobre mi ciudad, la que siento, la que vivo desde la cuna, la que evoco y descubro. Su propuesta, aunque casi idéntica en su idea motora, está lejos de mi caminar narrativo por las calles y la historia, pues la mía era y es una narración más íntima, creativa, arriesgada, emocional y vital que unas letras sin voz literaria. A ver quién puede negármelo; ni siquiera quien haya leído ambos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario