Su maestría lo aupó entre los grandes del cine, pero en 1944, salvo una minoría, nadie conocía a Ingmar Bergman, pues aún no había tenido la oportunidad, y sospecho que ni había desarrollado la capacidad, para deslumbrar haciendo cine. Por aquel entonces trabajaba en el departamento de guiones de SF, de modo que el público no repararía en que era el guionista de Tortura (Hest, 1944). Años después, el brillo de sus grandes títulos y su fama internacional, que llegó a partir de Sonrisas de una noche de verano (Sommarnattens leende, 1955), alejaron de manera definitiva el anonimato, hasta el extremo de que en la actualidad hay quien reconoce Tortura por ser su primer guión acreditado, y no por los valores intrínsecos de la película, responsabilidad de Alf Sjöberg; aunque resulta evidente la presencia de Bergman en la relación familia-hijo, en la prisión sin barreras visibles o en el conflicto existencial que atormenta a Jan-Erik Widgren (Alf Kjellin). Fue Sjöberg quien puso en escena las ideas de Bergman, las dotó de la estética expresionista que agudiza la sensación de opresión y de locura, de pesadilla, de miedo, de distancia espectral entre los dos espacios principales del film. El uno luminoso, aunque engañoso; el otro tenebroso, sin posibilidad de escape. Y ambos condicionados por el desequilibrio del mismo hombre, a quienes sus alumnos apodan "Calígula" (Stig Järrel). <<Para mí Tortura era una historia obsesiva y algo violenta sobre los sufrimientos en la escuela y durante la juventud. Alf Sjöberg vio otros aspectos. Por medio de diferentes artificios la convirtió en una pesadilla. Además, hizo del personaje central, el profesor Calígula, un criptonazi, y consiguió que Stig Järrel, su intérprete, apareciese rubio e insignificante. No moreno y diabólico, ni con grandes gestos. Alf Sjöberg y Järrel dieron una tensión interior al personaje que fue decisiva para toda la película>>1. Leyendo estas palabras del autor de la magistral Fresas salvajes (Smultronstället, 1957) se comprende que, de haber sido el encargado de convertir su texto en imágenes, habría rodado su guión de distinta forma; lo que me corrobora (una vez más) que el texto (y sus indicaciones) está abierto a la interpretación de quien lo traslada a la pantalla. Como consecuencia de la perspectiva escogida por Sjöberg, y no de la imaginada por Bergman, más que una película sobre la educación, sobre la rigidez del sistema educativo o de las preocupaciones y aflicciones de la juventud, Tortura se transforma en el desvarío de un profesor autoritario y sádico, cuyo comportamiento afecta a sus alumnos, entre quienes encontramos a un adolescente que desea emanciparse -del centro escolar, de la rigidez familiar y, de seguir el orden establecido, del futuro que le aguarda-, y a Bertha (Mai Zetterling), a quien acosa hasta empujarla a la muerte. La joven y el estudiante se enamoran, al tiempo que un hombre a quien no vemos el rostro, aunque intuimos de quien se trata, telefonea, sigue y visita en la nocturnidad la habitación de la muchacha. En ese espacio cerrado, Tortura se oscurece, se llena de fantasmas, de monstruos y de miedos que generan claustrofobia y opresión, la imposibilidad de fuga. El desvarío aumenta debido a las sombras y los encuadres, que nunca se alejan de los personajes, los acompaña, los muestra en la cercanía en la que observamos el desequilibrio o la intolerancia de Calígula. Su comportamiento se opone al tolerante del tutor, y complica la ya de por sí compleja búsqueda existencial de Jan-Erik Widgren, que desea concluir su estéril etapa educativa y asumir su propio camino -aquel que le permita escribir, tocar el violín, en definitiva, romper con las cadenas de un sistema (familia, escuela y lo que después venga) que impide su emancipación y una posible plenitud-. Jan-Erik es un soñador, un alumno que no siente que el centro formativo le proporcione la sensación de aprendizaje, sobre todo en relación al profesor de latín, cuyo mote remite a la imagen del sádico, a quien los alumnos temen y odian con igual intensidad. Los dos espacios fundamentales, a los que habría que sumar el hogar del joven, son hirientes, pero si bien en la escuela hay algún destello de luz, de esperanza y de alegría juvenil, de comprensión, en el maestro que sabe que la función principal de su trabajo es la de preocuparse por sus alumnos; en el cuarto de la muchacha reinan las sombras, el tormento, el imposible de Jan-Erik y Bertha y el miedo de esta ante la certeza de saber <<que me matará>>. Vive aterrada, lo observamos en varios planos; en esos instantes su terror domina la pantalla, nos contagia y finalmente nos conduce hacia el estado de pesadilla que observamos cuando la puerta se abre ante la mirada de pánico de la muchacha. Es un momento en el que no vemos el rostro de la amenaza, aunque somos conscientes de que entrará en la habitación y continuará martirizando a la protagonista, quien busca respiro y encuentra el infierno. Miedo define el tema principal de la película de Sjöberg, miedo a la soledad, que empuja a Calígula a la locura, al sadismo, al acoso y a imponerse a sus alumnos, humillándolos, vara en mano; miedo en Bertha, a la sombra que se cierne sobre ella, a la imposibilidad de escapar de la oscuridad y acariciar un rayo de luz; y miedo en Jan Erik, a que no exista esperanza, ni amor ni libertad, a vivir la condena de no poder ser bajo el yugo de un orden que lo prepara para acatar y no molestar.
1.Ingmar Bergman. Imágenes (traducción Juan Uriz Torres y Francisco J. Uriz). Tusquets Editores, Barcelona, 1992
1.Ingmar Bergman. Imágenes (traducción Juan Uriz Torres y Francisco J. Uriz). Tusquets Editores, Barcelona, 1992
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