Parrish (1961)
El tramo final de la carrera cinematográfica de Delmer Daves estuvo marcado por una serie de exitosos e irregulares melodramas realizados para la Warner Bros., de los que se hizo cargo como favor a su amigo Jack Warner en una época en la que la citada major no pasaba por su mejor momento económico. La mayoría de estas producciones (En una isla tranquila al sur, Parrish, Susan Slade o Más allá del amor) fueron escritas por el propio Daves y contaron con la presencia delante de las cámaras del actor Troy Donahue, además, se caracterizan por su excesiva sensiblería a la hora de abordar historias románticas que nada tienen que ver con lo mejor de este director y guionista (La senda tenebrosa, El tren de las tres y diez, La ley del talión o El árbol del ahorcado). Pero, a pesar de no poseer la poética visual de sus trabajos más destacados, algunos de estos dramas resultan interesantes e incluso atractivos, como es el caso de Parrish, cuya trama se centra en el aprendizaje del aquel que da nombre a la película a partir de su llegada a la plantación de tabaco donde su madre (Claudette Colbert) ha conseguido un empleo. Este hecho implica su contacto con un medio para él desconocido y propicia su maduración emocional a través de sus relaciones, ya sean aquellas que le enfrentan a los miembros varones de la familia Raike o las que le unen a las mujeres que se suceden en su vida. A pesar de su constante evolución, desde el primer momento ya se observa en Parrish (Troy Donahue) a alguien de principios férreos, trabajador y dispuesto a sacrificarse para lograr entender el proceso del tabaco en el que se inicia de la mano de Sala Post (Dean Jagger), el tabaquero que contrata los servicios de su madre para que le ayude a corregir el comportamiento de su hija, cuya personalidad se caracteriza por el capricho y los prejuicios de quien se considera por encima de los demás. Como consecuencia de su encuentro con Alison Post (Diane McBain), Parrish se distancia de la campesina (Connie Stevens) con quien había mantenido relaciones hasta entonces, pero por mucho que Alison insiste en moldear su carácter, no logra cambiar la filosofía existencial de un muchacho que siente rechazo hacia la injusticia, que él representa en la figura de Judd Raike (Karl Malden), el empresario que domina con mano dura todo el contorno (salvo las contadas y pequeñas propiedades que todavía se mantienen independientes) y que se convierte en su padrastro. El enlace entre su madre y el magnate provoca que Parrish entre a formar parte de la familia Raike, en cuyo seno nunca llega a encontrarse a gusto, excepto en su relación, inicialmente fraternal, con Paige (Sharon Hugheny), una muchacha opuesta a sus dos hermanos, en quienes no se encuentra más valía que la concedida por el dinero paterno; de ahí la decepción del padre y su admiración silenciosa por su hijastro, en quien descubre al hombre que deseaba que fuesen sus vástagos. En su nueva situación, Parrish trabaja a destajo para su padrastro, que le exige una dedicación plena y obsesiva para familiarizarse con cualquier aspecto relacionado con el tabaco, sin embargo, los métodos y el carácter del todopoderoso tabaquero chocan con la manera de entender la vida de un joven que decide iniciar una existencia al margen de la influencia de aquel, en la que pueda confirmar su valía y sus valores.
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