Desde una perspectiva profesional, 1950 fue un año clave para Anthony Mann. Durante el mismo, se produjo su debut en el género que le dio fama: La puerta del diablo (The Devil's Doorway, 1950), que fue su primer western y también el primero que expuso en su totalidad un discurso reivindicativo de la imagen del nativo norteamericano. Ese mismo año, sus films pasaron de tener presupuestos de serie B a disfrutar de mayor holgura económica, “desahogo” que le permitió contar con interpretes de primer orden y con mejores medios materiales. Este fue el caso de Las Furias (The Furies, 1950), un western con protagonismo femenino que se adelantaba a Encubridora (Rancho Notorius, Fritz Lang, 1952), Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954) o 40 pistolas (Forty Guns, Samuel Fuller, 1957). Antes de concluir el año, Mann tendría tiempo para rodar uno de sus títulos míticos, Winchester 73 (1950), el que le unió profesionalmente por primera vez a James Stewart. Menos conocido que el famoso film de itinerario circular sería esta atípica película del oeste que resulta un melodrama influenciado por la tragedia griega que se descubre en otros guiones firmados por Niven Bush. El tono trágico del film tiene su origen en la obsesión que Vance Jeffords (Barbara Stanwyck) siente hacia la figura paterna: T. C. Jeffords (Walter Huston), su padre y el terrateniente más poderoso del territorio, dueño absoluto de cuanto se divisa en el horizonte. La relación entre padre e hija apunta cierto complejo de Electra, y que Vance enfoca hacia Rip Darrow (Wendell Corey), el hombre en quien descubre cualidades similares a las paternas.
jueves, 13 de junio de 2013
Las Furias (1950)
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