<<Soy anti-racista y creo que eso está perfectamente claro en Perro blanco>>
Samuel Fuller. Dirigido por... núm. 1976, enero 1990
La postura anti-racista de Samuel Fuller asoma a lo largo de su filmografía. Lo hace en Yuma (The Fly of the Arrow, 1957), en El kimono rojo (The Crimson Kimono, 1959), en Corredor sin retorno (Shock Corridor, 1963) o en el guión de El hombre del clan (The Klasman; Terence Young, 1974), pero fue en Perro blanco (White Dog, 1981) donde cobró mayor fuerza, al convertir su película en un contundente estudio sobre el odio racial. <<No digo en el film cuál puede ser la solución para acabar con el racismo, ya que no es esa la misión del cineasta, pero es evidente que si desde la escuela y en los hogares, los padres y los maestros enseñan a sus hijos y alumnos que el color de la piel no tiene la menor importancia es posible, digo, que en diez, doce generaciones se acabe con el problema>> (ibidem). Para exponer su perspectiva, Fuller concede el protagonismo de esta alegoría cinematográfica a un pastor alemán blanco, cuyo violento comportamiento posibilita la reflexión sobre el racismo y cómo este se perpetúa consecuencia de la educación recibida, la cual se personifica en el adiestramiento al que fue sometido el perro que Julie (Kristy McNichol) recoge después de atropellarlo accidentalmente. Inconsciente del condicionamiento del animal, la chica lo cuida a la espera de que aparezca su dueño. Pero este no da señales y la relación se afianza sin que ella sospeche el violento desequilibrio de su nuevo amigo.
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