jueves, 13 de septiembre de 2012

En tierra hostil (2008)

El género bélico sufre cambios formales a medida que lo hacen las guerras, algo lógico si se tiene en cuenta que uno de los objetivos pretendidos sería analizar la situación o el comportamiento de los soldados dentro de un conflicto determinado. De ahí que las guerras cinematográficas de la primera década del siglo XXI se muestren sucias, imprevisibles, siempre tensas y nerviosas, exentas de la "caballerosidad" que se descubría en el bélico mudo y de los primeros años del sonoro (cuando no era extraño contemplar una escena donde dos aviadores rivales se saludaban después de un combate). El nuevo soldado no muestra aquel respeto por su enemigo, más bien parece temerlo, ya que la mayor parte de las veces se trata de un enemigo invisible que solo puede ser localizado mediante informaciones (a veces imprecisas o adulteradas) procuradas por confidentes y avances tecnológicos. La misión de estos jóvenes ya no consiste en luchar desde las trincheras, desembarcar en algún punto estratégico de la costa o avanzar por un espacio donde se enfrentan a otros soldados en su misma situación. Ahora su cometido es otro muy distinto, más cercano a la captura, eliminación o limpieza dentro de una zona previamente bombardeada antes de su llegada, en la que el enemigo ya no se deja ver mientras emplea tácticas más cercanas al terrorismo que a las militares tradicionales. Este tipo de enfrentamiento conlleva la ausencia de un campo de batalla propiamente dicho, ya que el terreno se convierte en una trampa donde cualquiera puede ser un enemigo, incluso uno mismo. En tierra hostil (The Hurt Locker) muestra un ambiente polvoriento e impredecible que afecta a las tropas estadounidenses enviadas a Irak, centrándose en el comportamiento de los tres soldados que componen uno de los equipos de artificieros encargados de la desactivación de los numerosos explosivos que amenazan la zona. La muerte del sargento Thompson (Guy Pearce) (vuela por los aires cuando intenta escapar de una explosión activada por las ondas de un teléfono móvil) propicia la llegada de William James (Jeremy Renner), un sargento que desde el primer instante se muestra como un adicto a la adrenalina generada por las situaciones límite. El comportamiento del nuevo jefe de equipo afecta a sus dos compañeros: el sargento Sanborn (Anthony McKie) y el especialista Owen (Brian Geraghty); en una determinada escena hablan de la posibilidad de acabar con su nuevo líder, porque su suicida manera de actuar hace peligrar sus vidas a falta de treinta días para su regreso a casa. El conflicto iraquí filmado por Kathryn Bigelow se desarrolla en las calles de una ciudad donde las bombas pueden encontrarse enterradas en la arena, en el interior de un saco abandonado en el suelo o en un ser humano cargado de explosivos que pide a gritos una ayuda que no llega; este entorno afecta a los soldados, en mayor medida a James, que siente la necesidad de entrar en contacto con el peligro porque le produce la sensación de sentirse vivo; se trata de un adicto, perdido dentro del territorio hostil que ha creado en su interior, que solo se encuentra pleno cuando realiza su cometido; todo lo contrario le ocurre a Sanborn, que desea ceñirse a lo establecido por las normas de seguridad, porque para él esa es la manera de sobrevivir y de regresar a un hogar donde pretende retomar su vida. Entre estos dos soldados se encuentra el especialista Owen, siempre obsesionado con la idea de la muerte, ya que para él dicha posibilidad es inminente, consciente de que en cualquier momento una bomba o una bala, que sale de no se sabe dónde, podría alcanzarle, así pues se trata de otro joven perdido en un pensamiento que le domina en todo momento. En tierra hostil es un buen ejemplo del cine bélico que ofrece la visión de conflictos como el iraquí (Redacted la serie Generation Kill), el afgano o el somalí (Black Hawk derribado), en los cuales el soldado siempre siente la sensación de encontrarse perdido, desorientado con su entorno y con su propia existencia, lo cual les genera una tensión constante que provoca un comportamiento nervioso, impreciso, impredecible, que les convierte en un peligro para sí mismos y para los demás, porque dicho modo de actuar puede derivar en accidentes o errores que se cobran vidas o en la desorientación que impide el retorno a esa sociedad de la que el sargento William James se ha ausentado y en la que se encuentra perdido e insatisfecho.

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