jueves, 19 de enero de 2017

Cuna de héroes (1955)


Admirado por sus contemporáneos y por sucesivas generaciones de cineastas y espectadores, el cine de John Ford se reconoce a primera vista por su inigualable capacidad de transmitir sensaciones y emociones desde la fluida universalidad de su narrativa cinematográfica, en apariencia sencilla, pero tras la que se esconden las complejidades de un realizador capaz de engrandecer cualquier proyecto, propio o ajeno, priorizando los aspectos humanos de sus personajes, la tradición (que avanzada la filmografía fordiana sería evoca desde el pesimismo y la nostalgia), la amistad, el hogar (y su búsqueda), la familia (a menudo en descomposición) o las raíces irlandesas que en Cuna de héroes (The Long Gray Line) recaen en Martin Maher (Tyrone Power), Mary O'Donnell (Maureen O'Hara) y Martin Maher padre (Donald Crisp), quien, de la evocación inicial que implica su ausencia física en los primeros compases de los recuerdos del protagonista, adquiere presencia corpórea cuando su nuera emplea los ahorros familiares para trasladarlo de Irlanda a América. De ese modo Ford va completando el núcleo familiar tradicional en el que también tendrán cabida los jóvenes de las diferentes promociones que cursan sus estudios en la academia militar donde, a pesar de no ser más que un suboficial, Martin se convierte en una figura paternal y, con los años, en una institución para quienes pasaron por el centro. Aunque no se encuentra entre las grandes obras maestras del realizador, Cuna de héroes ejemplifica la maestría creativa de su responsable, que, desde el humor y el drama, llevó la historia real de Martin Maher a su terreno, una historia que abarca cincuenta años de existencia, desde la llegada de Maher a West Point hasta el homenaje final que, tras medio siglo de servicio, le tributa el ejército. Durante estas cinco décadas la primera película en formato cinemascope dirigida por Ford se adentra en las vivencias de un hombre corriente que se convierte en indispensable para la formación de los futuros oficiales del ejército estadounidense, entre ellos generales como Eisenhower, Patton o Omar N.Bradley. Pero Cuna de héroes apenas se detiene en los triunfadores de la Historia, lo hace en una persona en apariencia sin ninguna aptitud o virtud especial, a quien se descubre en el momento de su jubilación forzosa en la sala donde mantiene una conversación con el presidente Eisenhower, uno de sus antiguos alumnos. En ese momento, el veterano sargento muestra su desacuerdo con el retiro y repasa su vida desde su llegada a los Estados Unidos, cuando de joven cruza el umbral de la prestigiosa escuela militar, hasta el momento actual, durante el cual recuerda el pasado que cobra forma en el flashback que engloba la práctica totalidad de un film que se desarrolla en la academia que se convierte en su hogar. La evocación y el humor, constantes en la obra fordiana, dominan la primera parte de la película, aquella que se inicia con Martin de camarero en la escuela y que concluye con el fallecimiento de su hijo recién nacido y con la certeza de que Mary no podrá tener descendencia. Durante esta primera mitad se observa la evolución del protagonista, sus relaciones dentro del espacio que le proporciona nuevas raíces, aunque en ocasiones hable de abandonarlo, sobre todo cuando, ya avanzado el metraje, reciba la notificación de la muerte de "Red" en combate. Pero su marcha nunca se produce, porque West Point es su casa, en ella crea lazos inquebrantables, va enterrando a los suyos y forma la familia que, más allá de su padre y de Mary, engloba a todos los jóvenes cadetes que encuentran en el matrimonio el calor humano y el apoyo necesarios para superar problemas personales y las trabas de una carrera difícil, marcada por la marcialidad y las ordenanzas, pero expuesta desde la comicidad dramática y entrañable que encuentra en personajes como el instructor jefe Kohler (Ward Bond) o en Maher I dos soportes indispensables para llevar a buen puerto las intenciones de un cineasta irrepetible.

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