miércoles, 25 de junio de 2014

La puerta del diablo (1950)


Hasta la fecha del rodaje de La puerta del diablo (Devil's Doorway, 1950), las mejores películas de Anthony Mann habían sido producciones de cine negro, de serie B, quizá por ello, en su primer western, apostase por emplear características del "film noir": la iluminación de su fotografía en blanco y negro o el pesimismo que rodea a su protagonista —un personaje central hasta entonces atípico dentro del género del oeste, ya que se trata de un indio. Este navajo asume las costumbres y acata las directrices del hombre blanco, cuestión que queda reflejada en los primeros compases de la película, cuando se descubre a Lance Poole (Robert Taylor) de regreso a su hogar luciendo con orgullo su uniforme de la Unión y los galones de sargento mayor. Ese mismo uniforme también lo viste a la conclusión de la película, aunque con un significado opuesto a la inocencia inicial que le domina cuando todavía se le observa orgulloso de la medalla al valor —que le fue concedida por sus méritos durante la guerra de la Secesión.


A la novedad de ofrecer el protagonismo al nativo estadounidense, aunque este fue interpretado por Robert Taylor (actor de origen anglosajón y de ojos azules que poco tenía de navajo), de otro modo, sin una estrella, posiblemente, no hubiese sido posible la filmación, La puerta del diablo presenta otro personaje que rompe con lo establecido hasta entonces en el western, porque Orrie Masters (Paula Raymond) no funciona como mero adorno ni como una excusa para desarrollar una relación romántica con el héroe. En la historia narrada por Mann ni hay héroe ni romance, y sí la lucha de dos desubicados que pretenden hacerse valer dentro de un entorno donde impera la injusticia racial y la discriminación sexual. Dentro de este ámbito ella acepta la tarea de defender los derechos de Poole, aunque este muestra un instante de duda al descubrir que el abogado a quien ha ido a contratar, para que le asesore sobre sus derechos legales, es una mujer. Sin embargo, tras unos segundos de vacilación, Lance comprende que nadie mejor que Orrie para ayudarle, pues, al igual que él, la joven letrada busca abrirse camino en un espacio hostil donde no hay cabida para individuos como ellos. ya que él forma parte de una minoría étnica rechazada por las leyes del hombre blanco y ella ejerce un oficio mayoritariamente desempeñado por varones.


Aparte de estar planificada desde una perspectiva de cine negro,
 La puerta del diablo muestra tres momentos concretos de la realidad de Poole: su inocencia inicial, cuando aún cree en la posibilidad de criar ganado en sus tierras, el despertar de la fantasía que ha creado en su mente cuando comprende las trabas que se le presentan por ser navajo, y que trata de solucionar dentro de un sistema legal que no lo contempla como ciudadano, y finalmente la certeza de su imposibilidad. Así pues, Lance asume una postura de lucha contra lo establecido, la única alternativa que le han permitido y de la que es consciente que acabará con él. En ese instante del film el antihéroe comprende el engaño en el que ha vivido hasta entonces, ya que reconoce su exclusión de aquello en lo que creía a su regreso a casa, cuando se consideraba igual a los miembros de la raza dominante, confiado y orgulloso de haber sido recompensado por la nación que sirvió en el pasado y que lo rechaza en el presente mediante leyes injustas que en un primer momento desconoce, pero también por la impasibilidad de los individuos que permanecen al margen o por la acción de aquellos que, como Verne Coolan (Louis Calhern), actúan dominados por la ambición y el racismo.

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