martes, 25 de octubre de 2011

El puente sobre el río Kwai (1957)


Marcial e inflexible ante las necesidades que se le presentan en cada momento, el coronel Nicholson 
(Alec Guinnesspuede resultar un oficial peligroso para sus hombres, para los intereses de su ejército y para sí mismo. El coronel Nicholson y sus tropas entran en el campo de prisioneros número 16, en el camino que va desde Bangkok a Rangún, mostrando el orgullo que les exige su condición de soldados ingleses, mientras silban la famosa "marcha del coronel Bogey", a pesar de ser prisioneros que pasarán su cautiverio en un campo que es sinónimo de muerte, como bien saben los pocos supervivientes que observan el chocante desfile. Esa entrada triunfal sirve para presentar las credenciales de un hombre ilógico, que cree que los principios consisten en no desviarse de su código marcial y moral, que le insiste en que sin ley no hay civilización; circunstancia que provoca un duro y peligroso enfrentamiento con el comandante en jefe del campo, el coronel Saito (Sessue Hayakawa),  quien tras la idea inicial de asesinarle, le incomunica en el horno.  El coronel Saito, en ciertos aspectos, es un hombre similar a Nicholson, está dispuesto a todo, no le importan los derechos de los prisioneros y no pretende dar su brazo a torcer,  con tal de ver construido el puente que debe unir ambas orillas del río Kwai antes del 12 de mayo. Esta tensa situación la observa el comandante Shears (William Holden), un oficial americano en quien se descubre una mentalidad más práctica con las circunstancias que les rodea; en su mente sólo hay lugar para la idea de sobrevivir e intentar una fuga en la que las posibilidades de éxito son una entre cien, pero menos probabilidades tendrá de vivir si permanece allí. Shears observa el absurdo valor del oficial británico que, fomentado por la falta de reflexión y por un razonamiento que se basa en la falsa noción de ser un oficial perfecto, les puede costar la vida a todos. Por eso ha llegado su momento, y por eso aprovecha el enfrentamiento entre Saito y Nicholson para escapar en compañía de dos presos que caen en el intento, pero milagrosamente las estadísticas se cumplen y él logra escapar. El puente sobre el rió Kwai (The bridge on the river Kwai) significó un punto de inflexión en la carrera del cineasta británico David Lean, a partir de este mítico título del cine bélico, el director comenzaría a rodar superproducciones que le permitirían viajar a lugares como Ceilán, actual Sri Lanka, donde se filmó este estudio del comportamiento humano en el que se contraponen varios puntos de vista. Tras recuperarse de su larga e inhumana estancia en el horno, el coronel Nicholson descubre que sus hombres han estado saboteando las obras, como también descubre que la ubicación elegida por los ingenieros japoneses para la construcción del puente no resistirá el paso del primer tren. Así pues, apoyándose en una mezquina idea de honor, poderío británico y un orgullo que no le permite comprender lo que se espera de él como oficial, decide exponer todos los fallos al coronel Saito, y solicitarle que le permitan construir el puente. Para Saito, también dominado por su propia locura de cumplir las órdenes, no hay opción, tiene el deber de concluir las obras en la fecha estipulada, así pues, tras emplear métodos inhumanos que no le han servido, accede a la ilógica petición. ¿Qué podría hacer si no, ya que parece que el jefe de los prisioneros se muestra ansioso por construirlo y además de un modo perfecto? La locura de Nicholson juega en contra de las fuerzas aliadas al colaborar con el enemigo, incluso mejorando el trabajo de estos, algo que le apunta el doctor Clipton (James Donald), el único que cuestiona los sorprendentes actos de su superior y el único en el que se descubre un sentido común del que carecen sus compañeros. Muy lejos de allí, olvidando sus experiencias en el campo, el comandante Shears disfruta de unas merecidas vacaciones en un hospital de Ceilán, sin embargo, es una breve ilusión, porque no tardará en recibir la orden de regresar con un pequeño comando de las fuerzas especiales, liderado por el comandante Warden (Jack Hawkins), en quien Shears aprecia similitudes con Nicholson. La misión consiste en destruir el puente que con tanto celo construyen los prisioneros británicos, quienes sin saberlo están haciendo lo que sus carceleros pretendían inicialmente, y todo lo que no desea su ejército. Esta ironía sería fruto de la actitud de ese oficial que ha perdido totalmente la noción de la realidad, llegando a pedir a sus oficiales que trabajen en la obra, cuando en un primer momento se había opuesto a esa idea hasta el punto de dejarse matar; pero más demencial resulta comprobar como pide a los heridos que colaboren para que se cumpla la fecha, petición que deja de piedra y que ni siquiera Saito se había planteado con anterioridad. Quizá el coronel esté loco, o quizá no, o puede que nunca haya sido el buen oficial que cree ser, porque antepone sus intereses y su inflexibilidad en la interpretación de un código que exige ser moldeado a las necesidades del momento. El puente sobre el río Kwai (The bridge on the river Kwai) resultó un enorme éxito comercial y artístico, en el que destacan la excelente fotografía de Jack Hildyard y la soberbia actuación de Alec Guinnes, quien, tras barajarse varios nombres para el papel y su reticencia a asumir un personaje que no le convencía, dio vida a ese coronel confundido, quizá loco, que cree que el honor y el orgullo significan hacer todo a la perfección, a su perfección.

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