De no ser por los festivales en las que participan y resultan aplaudidas o premiadas, películas como El día más feliz en la vida de Olli Mäki (Hymyilevä mies) corren el riesgo de pasar desapercibidas para el público internacional, principalmente por falta de distribución a gran escala (que solo está al alcance de las producciones hollywoodienses y de otras cinematografías de mayor difusión que la finlandesa) y, en este caso concreto, por estar filmada en blanco y negro en una época en la que este tipo de fotografía parece echar atrás a más de una y uno. ¿Por qué? Habría que preguntárselo, pero abordar tantas entrevistas conllevaría un combate diferente al de Olli Mäki (Jarkko Lathi), boxeador y protagonista de este film que Juho Kuosmanen rodó en 16 mm y en una excelente fotografía monocromática acorde con su ambientación temporal. Corre el año 1962 y el 17 de agosto Olli se enfrenta por el título mundial al vigente campeón del peso pluma, pero la historia del apodado "el panadero de Kokkola" no presta demasiada importancia al duelo pugilístico sino a los días previos a su enfrentamiento con Davey Moore: su preparación, su relación con Raija (Oona Airola), siempre en un segundo plano, aunque para él empieza a estar en el primero, su asociación con Elis (Eero Milonoff), su manager y entrenador, y su contacto con cuanto le rodea al tiempo que le perturba, ya sea la publicidad, las entrevistas, el recibir a su rival o el bajar a cincuenta y siete kilos cuando pesa más de sesenta. Para Olli todo cuanto sucede desde su llegada a Helsinki está fuera de su comprensión, aún así acepta la sesión de fotos en la que le instan a subirse a un taburete para aparentar mayor estatura, también accede a comer en un restaurante de lujo donde no abona el menú a cambio de publicitar el local. Asiste a la recepción donde los mecenas y el resto de presentes lo reclaman para posar con él o debe soporta la cámara que le sigue a todas partes mientras su entrenador lo manipula llevándolo de aquí para allá, impidiendo que preste atención a esa joven que lo acompaña en la sombra hasta que comprende que está de más. Como consecuencia Raija decide regresar a Kokkola, no por capricho, sino porque sabe que allí ni será ni se sentirá un estorbo. Pero a Olli su ausencia lo perturba. Está enamorado y necesita su presencia, su sonrisa y la tranquilidad que le proporciona aquella que lo ha conquistado desde su sencillez, su alegría y su amabilidad. De ese modo El día más feliz en la vida de Ollie Mäki no se decanta por el espectáculo, sino por Olli y Raija, desubicados en un espacio donde el individuo pasa a un segundo plano en beneficio del combate y de los intereses que lo rodean. Como consecuencia se accede a la soledad, a las emociones y a los sentimientos que afectan al púgil, quien, cansado de tanta parafernalia y de sentirse una atracción de feria, hace un alto en el camino y regresa a su pueblo en busca de la confianza, la seguridad y el calor que encuentra en su novia. Basado en el personaje real de Olli Mäki, la figura del Olli cinematográfico muestra a un boxeador diferente al habitual. Su día a día resulta cercano, sincero y nada espectacular. Nada tiene que ver con la manipuladora cotidianidad mostrada en Rocky (John G.Advilsen, 1976), ni con el desencanto de los púgiles veteranos de las excelentes Fat City (John Huston, 1972) y Nadie puede vencerme (The Sep-Up, Robert Wise, 1949) tampoco con la ambición que mueve a El ídolo de barro (The Champion, Mark Robson, 1949), se trata de un joven que solo pretende hacerlo lo mejor que pueda, como ha hecho hasta ese momento, y que comprende que lo importante no es ganar o perder, sino es esa chica de su pueblo que nunca está en primer plano, salvo para él y para la cámara de Kuosmanen cuando muestra la complicidad y la conexión que se rompe en su ausencia.
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