A pesar del éxito y de la excelencia de algunos de sus títulos, el cine documental no ha alcanzado la popularidad de su hermano de ficción, sobreviviendo desde sus orígenes a la sombra de aquel hasta convertirse en un género minoritario pero imprescindible, tanto como arte como documento que indaga en hechos que, tras pasar por la mirada de sus autores, se exponen en la pantalla. Por lo tanto, desde la germinal y espléndida Nanuk el esquimal (Nanook of the North; Robert J.Flaherty, 1922), el documental no busca ni verdades ni realidades absolutas, algo por otra parte imposible, tampoco sus responsables esconden la preparación previa (un guión o hilo argumental, y la dramatización de las imágenes) que servirá a la hora de plantear las situaciones abordadas durante sus películas. Dicha circunstancia concede al documento fílmico una perspectiva artístico-creativa que enfrenta imágenes reales, testimonios y puntos de vista dispares para obligar al espectador a extraer sus propias conclusiones. Este es el caso de dos títulos imprescindibles de los años ochenta, Shoah (Claude Lanzmann, 1985) y Hotel Terminus (Hotel Terminus. The Life and Times of Klaus Barbie, 1987), que presentan un punto de partida común, aunque se diferencian en sus intenciones y como estas son desarrolladas. El monumental documento de Lanzmann, quien también aparece entrevistado en Hotel Terminus, centra sus nueve horas y media de metraje en los crímenes cometidos en los campos de exterminio desde la evocación y las entrevistas en tiempo presente, mientras, la película de Marcel Ophüls se decanta por hacer uso del material recopilado y de las fuentes entrevistadas para ahondar en diferentes periodos del siglo XX desde la figura de Klaus Barbie, su hilo conductor. Conocido en Francia como "El Carnicero de Lyon", Barbie es presentado desde los recuerdos de los entrevistados (víctimas, miembros de la resistencia francesa, espías, antiguos agentes de la SS, historiadores, juristas,...), a quienes Ophüls cuestiona desde los conocimientos aportados por la exhaustiva investigación llevada a cabo por sus colaboradores Christopher Simpson y Béatrice Clover. De ese modo saca a relucir aspectos que giran en torno al oficial de la SS durante la ocupación de Francia en la Segunda Guerra Mundial, pero, como aclara el título explicativo del film, va más allá y se adentra en su época, por lo que Hotel Terminus no se detiene en los crímenes contra la humanidad por los que Barbie fue juzgado en 1987. ¿Quién era Barbie?, ¿por qué no fue arrestado hasta 1983?, ¿conocían su identidad los servicios de contraespionaje estadounidense para los que trabajó después del conflicto mundial?, ¿cómo se produjo su salida de Europa? ¿Interesaba a las autoridades francesas descubrir su paradero? o ¿por qué Bolivia resultó ser un destino acogedor? son algunos de los interrogantes abordados por el realizador ante personajes que se contradicen unos a otros a lo largo de un documento audiovisual que hace hincapié en el periodo de Barbie en Lyon, en su etapa como agente de espionaje al servicio del CIC, en su estancia en tierras bolivianas o en su juicio. Así van saliendo a relucir las atrocidades de las que fue responsable, la Guerra Fría, las dictaduras militares que lo cobijaron en Sudamérica y otras cuestiones que van más allá del personaje investigado por un film que, durante sus cuatro horas y media de duración, obliga al espectador a reflexionar sobre cuanto escucha y observa.
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