martes, 27 de septiembre de 2011

Luz que agoniza (1944)

El asesinato de su tía ha sido un duro golpe para la joven Paula Alquist (Ingrid Bergman), quien prefiere alejarse de Londres para poder olvidar. Su estancia en Italia le ofrece la oportunidad para dedicarse en cuerpo y alma a la música, como había hecho su difunta tía, una famosa cantante de ópera. Sin embargo, los recuerdos y el dolor no la han abandonado, sólo cuando conoce a Gregory Anton (Charles Boyer), y se enamoran, logra un atisbo de felicidad, que se verá interrumpido por su regreso a Londres, a la casa que ahora le pertenece. El comienzo de Luz que agoniza (Gaslight) ofrece la posibilidad para que Paula sea feliz y olvide el acontecimiento con el que arranca el excelente film de George Cukor, sin embargo los fantasmas del pasado la atosigan y la condenan a un estado precario, que aumenta con su alejamiento del mundo externo. Su marido así lo desea, asegura que el reposo es por el bien de esa esposa que padece constantes olvidos y actúa de manera extraña. Anton ha introducido la idea de la locura en la mente de Paula, ¿por qué no muestra comprensión o apoyo? ¿qué impulsa a ese individuo a abandonar cada noche su hogar en el que permanece una mujer angustiada y superada ante la amenaza de un desequilibrio que empieza a dominarle? El suspense aumenta, el encierro de Paula resulta incómodo y amenazante, sólo la aparición del inspector Brian Cameron (Joseph Cotten) aporta cierta esperanza para que se destape la verdad de los hechos. ¿Está desequilibrada o alguien pretende que pierda la cordura? Luz que agoniza resulta agobiante, se oscurece como la habitación cuando esa luz de gas disminuye cada noche, creando una atmósfera turbia, desequilibrada y fantasmal. La amenaza es una constante que en cualquier instante podría convertirse en real; mientras, la mirada pétrea de Gregory Anton parece juzgar a una esposa que sufre, que no comprende, que parece solicitar ayuda y un cariño que no llegan. Paula es una mujer torturada por un presente que le persigue desde el pasado, un presente que se ha ido gestando para crear esa prisión claustrofóbica en la que vive y en la que empieza a sumirse sin posibilidad de escape.

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