lunes, 25 de septiembre de 2017

Generación (1954)



Hace algunos veranos, un peregrino se acercó al grupo de amigos del que yo formaba parte. Él estaba solo y por sus palabras e indumentaria supimos que había recorrido muchos kilómetros a pie. Lo que no dijo, aunque sí comprendimos era que buscaba un momento de evasión, de modo que no tardó en hablar de su experiencia por el camino y en el Camino, de su Polonia natal y de su cine, alabando su grandeza, aunque solo nombrando a Roman Polanski. Esta circunstancia me hizo pensar: <<o sus conocimientos sobre la cinematografía polaca dejan mucho que desear o solo pronuncia Polanski porque cree que no nos suena el nombre de otro director polaco>>. Fuera una u otra, permanecí en silencio y atendí a la conversación que durante los minutos que siguieron intercalaba en una charla informal cuestiones de allí (él) y de aquí (el resto de los presentes). Entre risas por ambas partes y sin profundizar en los temas, se estaba produciendo el acercamiento entre dos culturas y supe que había acertado al no intervenir para preguntarle por qué solo aludía a Polanski, cuando la cinematografía polaca contaba con Aleksander Ford, Wanda JakubowskaAndrzej Munk, Jerzy Kawalerowicz, Krzysztof ZanussiWojcieh J. Has o Andrzej Wajda, entre otros cineastas que, al contrario que el realizador de El cuchillo en el agua (Nóz w wodzie, 1962), sí realizaron su carrera artística (o la mayor parte de la misma) en su Polonia natal. De aquel encuentro me quedé con este recuerdo, quizá porque me hizo reflexionar una vez más sobre la riqueza de cada cinematografía, una riqueza que menudo se desconoce fuera de sus fronteras y, lo que es peor, dentro de las mismas. Posiblemente aquel buen trotamundos sabría mucho más de lo que dijo sobre el cine de su país y probablemente desconocería gran parte del nuestro (aunque me pese, como ignoran muchos de mis paisanos). Por fortuna, existen nombres que traspasan los límites geográficos y culturales, nombres como los de WajdaMunk y compañía, cineastas que contribuyeron en la modernizaron de la cinematografía polaca entre finales de la década de 1950 y la siguiente.


Entre los miembros de aquella generación de posguerra —precedida y “tutelada” por la de Ford y Jakuwoska—, uno de los que alcanzó mayor fama y prestigio fue Wajda, que se dio a conocer a nivel internacional en Cannes, cuando 
Kanal (1957), película ambientada en el levantamiento de Varsovia durante la ocupación alemana, fue seleccionada entre las candidatas a la Palma de Oro que cada año concede el prestigioso festival. En dicho filme, su segundo largo, quedaba patente su compromiso con la historia de su país natal, con sus ideas y con su interpretación del presente que le tocaba vivir, un triple compromiso que ya se observa en Generación (Pokolenie, 1954), su debut en la dirección de largometrajes y la primera pieza de su trilogía dedicada a la Segunda Guerra Mundial. En ella expuso la situación polaca durante el conflicto bélico desde tres perspectivas complementarias que, en menor o mayor medida, muestran el enfrentamiento interno entre comunistas y nacionalistas, un enfrentamiento que continuaría dividiendo a Polonia durante las siguientes décadas. Aunque no supuso la ruptura de Cenizas y diamantes (1958), con la cual Wajda cerró su tríptico sobre la guerra, Generación se desmarcaba de la tendencia oficial del cine polaco de la época, al tiempo que anunciaba a un realizador clave que, basándose en la novela de Bohdan Czeszko y, a buen seguro, en experiencias propias, concedía el protagonismo de su ópera prima a Stach (Tadeusz Lomnicki), un adolescente cuya inocencia se ve sustituida por el heroísmo y las dudas que se agudizan más si cabe en el personaje de Jasio (Tadeusz Janczar), quien sin desear matar, se ve obligado (al no poder olvidar los cadáveres de sus compatriotas colgados en las calles), como también se ve obligado a quitarse la vida cuando, sin posibilidad de escape, los soldados alemanes lo acorralan en un edificio. Desde la crudeza de sus imágenes, la adolescencia cobra el protagonismo en su despertar a la realidad que precipita el abandono de sus hábitos juveniles para unirse a las guardias populares comunistas. Estos muchachos, al menos aquellos que sobreviven, formarían parte del colectivo que se alza en armas en Kanal (1957), y también serían parte de la lucha que se observa en Cenizas y diamantes el día que concluye la guerra, una lucha que se prolonga durante un periodo de incertidumbre y rechazo entre las dos formaciones que habían plantado cara al invasor alemán. Generación se inicia desde el realismo de imágenes que muestran el suburbio donde vive Stach, aunque no tarda en decantarse por exponer la intimidad de personajes obligados a posicionarse y a vivir la trágica experiencia que abarca desde la primera muerte expuesta por Wajda, en los primeros minutos de metraje, hasta las lágrimas derramadas por el protagonista, cuando, observando al grupo de adolescentes que cierra la película, comprende que ellos son la generación de la guerra y el futuro que se convierte en el presente del realizador cuando rueda su trilogía de la inutilidad del (falso) heroísmo que depara la muerte de Jasio, la de los sublevados que recorren desorientados las cloacas de Kanal o la de Maciek en Cenizas y diamantes, poco después de que comprenda la inutilidad del enfrentamiento entre dos bandos que no desean entenderse, solo imponerse, y decida iniciar una nueva existencia.

2 comentarios:

  1. La introducción da para un libro. Es fantástica. Las fronteras separan. Es muy revelador encontrar tanto cine bueno escondido tras las fronteras físicas, lingüísticas y temporales

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy cierto, Francisco. Hay mucho más cine que el que llena las salas comerciales o la mayoría de plataformas de streaming. Por fortuna, hoy tenemos medios para acceder a ese cine escondido, olvidado por muchos, pero que una minoría creciente disfrutamos porque nos ofrece la posibilidad de seguir descubriendo y amando el celuloide.

      Saludos.

      Eliminar