martes, 20 de octubre de 2015

Ernest Hemingway, realidad y ficción


Premio Nobel de Literatura en 1954 y ganador del Pulitzer en 1953 por El viejo y el mar (The Old Man and The Sea, 1952), Ernest Hemingway fue uno de los miembros de la "Generación Perdida", término acuñado por la escritora Gertrude Stein (una de sus primeras influencias literarias), que engloba a un grupo heterogéneo de escritores estadounidenses, entre quienes se incluye a Francis Scott Fitzgerald, William Faulkner, Ezra PoundJohn Dos Passos o John Steinbeck. De este grupo de literatos norteamericanos, Hemingway fue el primero en alcanzar fama internacional, pero ni su éxito ni los premios recibidos sirven para realizar una comparativa entre las narrativas de autores tan diferentes entre sí, siendo la suya directa e intensa, carente de la complejidad de Faulkner o de la elegancia de Scott Fitzgerald<<Convirtió la narración en prosa en un medio físico limpio de todo lo que fuera cerebral o fantástico, apto para el héroe hemingwayano: duro, estoico, resistente,...>> (1La mayoría de sus historias se desarrollan en los diversos lugares que visitó en calidad de corresponsal o por motivos no profesionales, y suelen presentar al hombre definido por Burgess enfrentado a situaciones límite, a la naturaleza (incluida la propia) y a la idea de la muerte...


Un breve recorrido biográfico nos permite descubrir en 1917 al joven Hemingway trabajando para el Kansas City Star, un año antes de ser rechazo por las Fuerzas Armadas, cuando intenta alistarse para luchar en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Esta contrariedad la soluciona presentándose voluntario en la Cruz Roja, organización humanitaria que lo destina a Italia, donde es herido y trasladado a un hospital milanés. De esta experiencia, conduciendo ambulancias en el frente, surge Adiós a las armas (A Farawell to Arms), publicada en 1929, de la cual, hasta la fecha, sus adaptaciones cinematográficas más populares son la realizada por Frank Borzage en 1932 y la rodada por Charles Vidor en 1957. Concluida la Gran Guerra, que así se la conocía entonces, regresa a su país natal; aunque no tarda en volver a Europa como corresponsal del Toronto Star. Instalado en París, por aquel entonces centro cultural mundial, acude a las reuniones en casa de Stein, donde también se dejan ver pintores de la talla de MatissePicasso, o sus compatriotas Fitzgerald y Pound. Desde la capital francesa realiza su primer viaje a España, país del que se enamora y que le sirve de marco geográfico de Fiesta (The Sun Also Rises, 1926), que se ambienta en Pamplona durante el San Fermín, y de posteriores obras. En 1957, Henry King la adapta a la pantalla, con Tyrone Power y Ava Gardner en los papeles principales. Cinco años antes, el realizador de El pistolero (The Gunfighter; 1950) había trabajado con otro material del escritor en Las nieves del Kilimanjaro (The Snows of Kilimanjaro, 1952), en la que King también contó con Ava Gardner en el papel femenino principal. Pero la relación de Hemingway con España va más allá de su pasión por los sanfermines o por la tauromaquia recogida en el libro Muerte en la tarde (Death in the Afternoon,1932). Le gustan sus gentes y sus costumbres, se sienten a gusto recorriendo sus ciudades y paisajes; y no duda en regresar cuando estalla el conflicto bélico que divide a España en julio de 1936, aunque ya estaba dividida desde tiempos anteriores. El escritor, ya famoso por entonces, se posiciona en contra de los sublevados durante la Guerra Civil (1936-1939). Aparte de ser uno de los ilustres escritores que participa en el Congreso de escritores anti fascistas celebrado en Madrid, València y Barcelona; entre 1937 y 1938 cubre como corresponsal de guerra la contienda que le inspira otra de sus obras más populares, pero que, por distintas razones, no convenció a gran parte de la crítica. Publicada en 1940, Por quién doblan las campanas (For Whom the Bells Tolls) fue llevada a la gran pantalla por Sam Wood y tuvo como mayor reclamo las presencias de Ingrid BergmanGary Cooper, a quien el escritor había tomado de modelo para el personaje de Robert Jordan, el cual, en realidad, encuentra su esencia en el propio Hemingway y en algunos de los hombres que se encuentra durante la guerra. En esta época convulsa, de enfrentamientos armados e ideológicos, colabora con el documentalista Joris Ivens en Tierra de España (The Spanish Earth; Joris Ivens, 1937). En este famoso documental, ejerce de guionista y narrador; su voz presenta el conflicto desde la perspectiva de varios líderes de la República. El film se posiciona, busca llamar la atención y la colaboración que la “No intervención” niega a los republicanos. Pero la guerra concluye con la victoria del bando franquista y el autor de Adiós a las armas promete no volver a pisar suelo español mientras haya un solo republicano encerrado en las cárceles del nuevo régimen. Sin embargo, incumpliendo lo dicho, en 1953 regresa a España y entabla amistad con el torero Antonio Ordoñez, a quien toma como uno de los protagonistas para su libro El verano sangriento (The Dangerous Summer, 1960). En 1940, tras su paso por el conflicto español, el escritor se instala en Cuba, país donde permanece hasta que Estados Unidos entra en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en la que también participa como reportero, y con su propio grupo de partisanos...


Escribía Iliá Ehrenburg en sus memorias, Gente, años, vida, (2) recordando su encuentro con Hemingway durante la guerra española que 
<<Los personajes de Hemingway hablan de otra forma: con pocas palabras, casi insignificantes, y al mismo tiempo cada palabra expresa su estado anímico. Cuando leemos sus novelas o sus cuentos, nos da la impresión de que la gente habla justo de esa manera. Pero, en realidad, no son frases escuchadas y luego anotadas, sino la esencia de la conversación creada por el artista. Se puede comprender al crítico estadounidense que llegó a la conclusión de que los españoles hablaban al estilo de Hemingway. Pero Hemingway no traducía el diálogo de una lengua a otra: lo traducía del idioma de la realidad al idioma del arte.>> Hemingway vive la realidad, pero, como todo artista, no puede reproducirla tal cual la vive, de modo que la recrea, conserva su esencia, y la describe como la siente, tal vez como le gustaría que fuese. En ese espacio inventado, literario y cercano a la realidad que vive a flor de piel, el escritor crea antihéroes, los llena de humanismo y deja que fluyan dentro y enfrentados al conflicto: a la vida y la muerte, en el trabajo y en la lucha.

Continúa Ehrenburg: <<Una persona que se hubiera encontrado por casualidad con Hemingway habría podido pensar que era un representante de la bohemia romántica o un diletante modélico: bebía, soltaba extravagancias, vagabundeaba por el mundo, pescaba en el océano, cazaba en África, conocía todas las particularidades de las corridas de toros, y no se sabía siquiera cuándo tenía tiempo para escribir, aún así cada día se sentaba allí a escribir; me decía que era preciso trabajar con tenacidad, sin rendirse nunca: si una pagina resultaba insulsa, había que detenerse, reescribirla, por quinta, por décima vez…

Aprendí mucho de Hemingway. Creo que antes de él los escritores hablaban de la gente y a veces lo hacían de manera brillante. Pero Hemingway nunca habla de sus personajes: nos los muestra. Puede que esta sea la explicación de la influencia que ejerció sobre los escritores de diferentes países; como es natural, no gustaba a todos, pero casi todos aprendieron de él.>>


La ajetreada existencia de
Hemingway podría dar para una película, de hecho se han rodado series y largometrajes basados en la misma, pero ¿qué es verdad y qué es mentira en la vida de un escritor en quien realidad y ficción se confunden para crear la leyenda que él mismo parecía fomentar? Algunas producciones en las que ha aparecido como personaje son Los modernos (The Moderns; Alan Rudolph, 1988), ambientada en el París de la década de 1920, Hemingway. Fiesta y muerte (José María Sánchez, 1989), que abarca desde su nacimiento el 21 de julio de 1898 hasta su muerte en el verano de 1961, En el amor y la guerra (In Love and WarRichard Attenborough, 1996), detalla su convalecencia en el hospital de Milán desde el romance que mantiene con la enfermera que lo cuida, Midnight in Paris (Woody Allen, 2011), en una presencia apenas testimonial, o el telefilm Hemingway & Gellhorn (Philip Kaufman, 2012), que recrea su tormentosa relación con la también corresponsal Martha Gellhorn. Si bien estas y otras producciones permiten un acercamiento a su figura, la mejor manera de descubrirlo es a través de sus escritos, la mayoría de los cuales fueron trasladados a la gran pantalla, y en ellos, por otra parte inevitable para cualquier escritor, dejó impreso parte de sí.


Algunas adaptaciones cinematográficas de la obra de Ernest Hemingway

Adiós a las armas (A Farewell to Arms, Frank Borzage, 1932)

Por quién doblan las campanas (For Whom the Bells Tolls; Sam Wood, 1942)

Tener y no tener (To Have and Have NotHoward Hawks, 1944)

Forajidos (The Killers, Robert Siodmak, 1946)

Pasión en la selva (The Macomber Affair; Zoltan Korda, 1947)

Venganza del destino (Under my Skin; Jean Negulesco, 1950)

Punto de ruptura (The Breaking PointMichael Curtiz, 1950)

Las nieves del Kilimanjaro (The Snows of Kilimanjaro; Henry King, 1952)

Adiós a las armas (A Farewell to Arms; Charles Vidor, 1957)

Fiesta (The Sun Also Rises, Henry King, 1957)

El viejo y el mar (The Old Man and The Sea; John Sturges,1958)

Balas de contrabando (The Gun Runners; Don Siegel, 1958)

Cuando se tienen veinte años (Hemingway's Adventures of a Young Man; Martin Ritt, 1962)

Código del hampa (The Killers, Don Siegel, 1964)

La isla del adiós (Islands in the Stream; Franklin J.Schaffner, 1977)

Nakhoda Khorshid (Naser Taghvai, 1987)


(1) Anthony Burgess: Hemingway (traducción de Maria Isabel Merino). Salvat, Barcelona, 1987.

(2) Iliá Ehrenburg: Gente, años, vida (traducción de Marta Rebón). Acantilado, Barcelona, 2014.

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