domingo, 25 de noviembre de 2018

Firefox, el arma definitiva (1981)



En sus tiempos de actor, Ronald Reagan era un intérprete mediocre (que alcanzaría popularidad en la televisión) cuyo talante anticomunista y conservador no afectaba al orden mundial. Su ideología no cambió cuando ganó las elecciones presidenciales de 1980 y esto se comprobó durante su administración (1981-1989), que fue el reflejo de aquel pensamiento que, unido a las también intransigentes posturas soviéticas, precipitó las ya delicadas relaciones entre las dos superpotencias hacia el punto límite que, por fortuna, no llegó a rebasarse. El neoliberalismo económico en su máxima expresión, el intervencionismo internacional, el anticomunismo a ultranza, las cortinas de humo, el patriotismo exacerbado y el rearme militar fueron las bases de la política reaganiana, ambigua en muchos aspectos y finalmente máxima responsable del ahogamiento económico de la Unión Soviética y de su posterior desintegración. Esto es Historia, y quien así lo desee puede investigar, profundizar, contrastar ideas y llegar a conclusiones, pero aquí solo nos sirve para constatar un hecho que también afectó al cine, en concreto al cine realizado en Hollywood durante la era Reagan. Por aquel entonces, parte de la industria cinematográfica aceptó las consignas de la nueva política en películas como Más allá del valor (Uncommon Valor; Ted Kotcheff, 1983), Amanecer Rojo (Red Dawn; John Milius, 1984), 
Desaparecido en combate (Missing in Action; Joseph Zito, 1984), Rambo. Acorralado, parte 2 (Rambo: First Blood Part II; George P. Cosmatos, 1985), Rocky IV (Sylvester Stallone, 1985) o Top Gun (Tony Scott, 1986), producciones todas ellas que exaltaban los valores patrióticos de sus héroes. Pero antes que Chuck Norris o Stallone, encontramos a Clint Eastwood vestido de "héroe reaganiano" y transitando por la propaganda en Firefox, el arma definitiva (Firefox, 1981). Esto nada tiene de sorprendente, ya que el realizador y actor era simpatizante de Reagan y, por lo tanto, compartía algunos de sus puntos de vista. De ese modo, tras leer la novela de Craig ThomasEastwood adquirió los derechos y se embarcó en la producción de esta monótona aventura de espionaje de "buenos" y "malos". Así de fácil, así de simple, pero reducirlo todo a una cuestión de enfrentar el bien y el mal ni fue invento del cineasta ni era una novedad.


El cine de propaganda siempre ha jugado esa baza, y 
Firefox no iba a ser distinta, más si cabe, al ser un producto de su época, un producto que, lejos del mejor Eastwood, (mal)funciona mediante la sucesión de tópicos que la limita y la ancla al tiempo de su rodaje. Más allá de su momento, el film resulta uno de los menos afortunados del responsable de Sin perdón (Unforgiven, 1992), no por su ideología (que es cuestión de cada quien, mientras se mantenga dentro de la cordura), sino por resultar aburrida en exceso y repetir clichés desde su inicio, cuando dota de humanidad al personaje del mayor Mitchell Gant (Eastwood) y, para ello, introduce sus recuerdos de Vietnam. Sin disimulo, se apunta el desequilibrio que estos le generan en su presente, durante el cual no puede superar las imágenes de la niña vietnamita que arde tras el lanzamiento de una bomba estadounidense, similar a las que él mismo habría dejado caer sobre el país asiático. Es la culpabilidad y el horror de la guerra, dos compañeras durante la aventura patriótica que Gant emprende tras ser escogido por hablar ruso con fluidez y, sobre todo, por poseer la misma constitución física del piloto soviético a quien debe suplantar para hacerse con el Firefox, el avión más letal jamás construido, una arma que en manos de los soviéticos podría destruir el estilo de vida estadounidense. Este tópico redunda en quienes son los "malos" y quienes los "buenos", y, como tópico, no plantea nada y menos aún qué uso darían los "buenos" al aparato. Salta a la vista que Gant tampoco piensa en cuestiones similares, así que abandona su aislamiento y viaja a la Unión Soviética bajo identidad falsa. Concluido el prólogo, Firefox se divide en tres partes diferenciadas por los espacios y por los personajes: el contacto en la ciudad entre el piloto estadounidense y la resistencia rusa, su estancia con los científicos disidentes en el centro donde se desarrolla y se prueba el avión y finalmente el periplo aéreo, que concluye con el duelo en las alturas que enfrenta al héroe norteamericano y al piloto soviético, a quien poco antes había perdonado la vida, pues, aunque mate a más de uno, la postura propagandística impide que Gant pueda ser un asesino.

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