sábado, 12 de marzo de 2016

Fraude (1973)


Gracias a la continua reposición de sus películas, a las entrevistas y a los numerosos estudios sobre su obra, en la actualidad resulta más sencillo acercarse a la filmografía de Orson Welles, a quien hoy se alaba, pero a quien durante años se juzgó desde una perspectiva a menudo errónea, como consecuencia de la polémica que generaba su ego, su talento y su afán por ir a contracorriente. Pero, ¿no son parte de aquello que define a cualquier creador en busca de la honestidad y de su identidad artística? La valía y la importancia de su cine se encuentra fuera de toda duda, no solo por ser el autor de Ciudadano Kane, sino por su capacidad creativa e intención innovadora. Esta constante de ir un paso más allá, se materializó en su famoso debut, pero también en su despedida cinematográfica y en producciones como Mister Arkadin o Campanadas a medianoche. En Fraude (F for Fake) el cineasta tomó como punto de partida el documental emitido por la BBC Elmyr, The True Picture?, del cual empleó imágenes para dar forma a su reflexión fílmica sobre la realidad y el arte. Pero la película resultó un desastre en la taquilla como consecuencia de esa misma intención renovadora, de compleja ejecución y difícil comprensión para quienes no supieron captar la propuesta de quien se presentaba en la pantalla confesando ser <<un charlatán...>>, su manera de introducir al ilusionista que emplea las palabras, las imágenes, el montaje o la actuación, como parte de los trucos que desvían o dirigen la atención y dan forma a realidades que no dejan de ser ilusorias.


Su ensayo fílmico sobre realidad y ficción, conceptos en apariencia distantes y distintos, aunque menos de lo que sus definiciones pretenden, plantea cuestiones como ¿qué es real y qué ilusorio? ¿Qué versa y qué mentira? ¿Y cuántas mentiras se dan por verdades o estas por falsedades? ¿O la realidad crea las imágenes o son estas las que generan las realidades que el artista desea mostrar? Para ofrecer su perspectiva, Fraude asume la apariencia de un documento verídico, aunque falso, o falso, aunque verídico, que posibilita el acceso a la verdad-mentira que encierra el arte en general y el suyo en particular. La excusa de realizar un falso documental, cuando estos aún no existían como subgénero, sobre el falsificador húngaro Elmir de Hory y su biógrafo Clifford Irving, le permitió profundizar sobre la originalidad, sobre el propio autor y sobre qué es ser un creador por encima de aquello que se da por sentado. Para ello, el responsable de La dama de Shanghai expuso parte de su yo más allá de la confesión <<empecé en la cima, he ido cuesta abajo desde entonces>>, porque como creador-mentiroso fue incomprendido, aunque también admirado y envidiado, pero sin encontrar el lugar donde su osadía y su control creativo encajasen como parte del discurso de un artista consciente de que su arte, como cualquier otro, encontraba su origen en la confrontación de dualidades que se confunden y, en ocasiones, se igualan, como sería el caso de la originalidad y la imitación o la mentira y la verdad, porque lo uno sin lo otro no existiría, y viceversa. Producida en Europa, donde su nombre era más respetado por la crítica, Welles, como aficionado a la magia, se decantó por mostrar en la pantalla una realidad mientras su contenido deja entrever otra distinta, algo similar al truco de magia que protagoniza en los primeros compases de Fraude, porque, ante todo, él era un manipulador de imágenes que son alteradas y dispuestas según qué pretendía contar, de modo que los personajes reales que asoman por su ensayo, entre ellos el pintor Pablo Piccaso o el magnate Howard Hughes, son adulterados por un cineasta que se vale de ellos para ahondar en su idea sobre iguales que se confunde según la interpretaciones de quienes, condicionados por aquello que se da por sentado, juzgan el arte desde supuestos categóricos como la originalidad o la esencia que le atribuyen, quizá sin pensar que la magia del verdadero artista reside en hacer creer a quien contempla o escucha su arte que cuanto expresa es una realidad en sí misma. <<Sí, creo que estoy siendo totalmente sincero… Yo nunca digo la verdad.>> (1)


(1) Orson Welles: Mis almuerzos con Orson Welles. Conversaciones entre Henry Jaglom y Orson Welles (traducción de Amado Diéguez Rodríguez). Anagrama, 2015.

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