martes, 21 de junio de 2011

El testamento del doctor Mabuse (1932-1933)


En este excepcional policíaco, Fritz Lang abordó la situación socio-política alemana evidenciando su crítica hacia el momento de auge nacionalsocialista. Sin temblarle el pulso, con contundencia y precisión narrativa, el vienés introdujo
negrura, pesimismo, ciertas dosis de paranoia y locura a una historia por momentos fantasmagórica y opresiva, reflejo del imperio del terror real que tomó las riendas de Alemania en 1933, un Estado de terror del cual el cineasta huyó poco después del rodaje de
El testamento del doctor Mabuse (Das testament des Dr. Mabuse, 1932-1933), pues sospechaba la suerte que le aguardaba en caso de no exiliarse. Los problemas de Lang con el nacionalsocialismo habían empezado con M (1931). En esta otra obra maestra, ya exponía su discurso contra la paranoia y el terror, dos pilares de la ideología que, gracias a la crisis derivada del Crack de 1929, no dejaba de ganar adeptos entre la clase media-baja de las ciudades y pueblos alemanes. M pasó la censura y fue estrenada en las salas comerciales del país, algo que no sucedió con El testamento del doctor Mabuse (Das testament des Dr. Mabuse, 1932-1933), porque, en esta, la crítica era más evidente y los nazis habían adquirido el poder suficiente para erradicar la libertad de expresión del cine y de la cotidianidad alemana. En el número 2 de la revista Movie, Lang recordaba: <<Pude poner en los labios de un criminal loco todos los slogans nazis. Cuando estuvo terminada la película, algunos secuaces del doctor Goebbels vinieron al despacho y me amenazaron con prohibirla. Fui muy breve con ellos, y les dije: "Si creen que pueden prohibir una película de Fritz Lang en Alemania, ¡adelante!" Así lo hicieron.>> (1) Prohibida y perseguida, varias copias pudieron ser salvadas y sacadas al extranjero, se exhibió en Budapest, pero el film no se estrenaría en Alemania hasta la década de 1950. La explicación de su prohibición se encuentra en la minuciosa y valiente exposición realizada por Lang, que enfocó la trama y los personajes desde un realismo oscuro y crítico que desagradó a quienes se sintieron identificados en Mabuse (Rudolf Klein-Rogge), la mente criminal que pretende controlar el mundo e instaurar “el Imperio del Crimen”, similar al "Reich de los mil años" pretendido por aquel otro Mabuse, de bigote, megalómano, dominado por su demencial creencia de liderar a una raza superior hacia la construcción de un imperio que se extendería a lo largo y ancho del espacio vital (Lebensraum) habitado por los pueblos del este de Europa.


El peligroso villano de ficción lleva una década encerrado en un psiquiátrico como consecuencia de la locura de la que es víctima en la parte final de 
Doctor Mabuse (1922), producción que también aborda con gran acierto los aspectos sociales de su momento. Durante el tiempo que separan ambos títulos, el mad doctor ha estado bajo los cuidados del profesor Braum (Oskar Beregi), el eminente psiquiatra que lo estudia con detenimiento, y que se encarga de presentarlo al espectador y a sus alumnos durante una de sus clases. Mabuse, personaje languiano por excelencia, representa la ambición desmedida de un ser que anhela el poder y, para alcanzarlo, siembra el caos con el que pretende mantener a la población bajo su yugo, apoyándose en el miedo y el terror con el que somete sus mentes, de tal manera que pueda instaurar el imperio que predica. Pero existe un problema al respecto, el criminal se encuentra en un estado de ausencia que solo abandona para escribir cientos de páginas que Braum estudia con detenimiento, al tiempo que generan su admiración hacia el desquiciado espectro. Las indicaciones de Mabuse, para cometer los crímenes más perfectos y horribles, lo seducen, lo hipnotizan y lo utilizan para imponer las ideas y los deseos de un criminal consciente de que su meta pasa por destruir las libertades básicas, incluso la de los miembros de su organización. Esta asociación de criminales, dividida en secciones, se encarga de realizar los golpes que la mente enferma ha planeado hasta el más mínimo detalle. Sus adeptos obedecen, nadie puede echarse atrás, si lo hacen, sus vidas carecerá de valor. Sin embargo, Tom Kent (Gustav Diessl), uno de los delincuentes, no comparte ni las ideas ni la violencia que se emplea para mantener los proyectos en secreto. Este personaje, ofreció a Lang la oportunidad para introducir el romance de Kent y Lilli (Wera Liessem), una joven de quien pretende alejarse para no exponerla al peligro, y que le valdrá para desarrollar una serie de escenas límite resueltas con gran acierto. Por otro lado, se encuentran los representantes del orden, ese mismo que Mabuse y su marioneta intentan destruir, cuyo máximo exponente se descubre en la figura del comisario Lohmann (Otto Wernicke), personaje que ya aparece en M, siempre enfrascado en su lucha contra el crimen, al que persigue sin tregua y con un buen cigarro entre sus labios. Sin embargo, no encuentra pistas, la única que tenía se ha volatilizado, así pues, debe empezar de cero, como también hubo de hacerlo el propio cineasta cuando abandonó su patria con una maleta y con un futuro incierto, aunque con la satisfacción de no dejarse seducir por las falsedades y sinsentidos que evidenció en M, El testamento del doctor Mabuse y en la tetralogía antinazi rodada en Hollywood durante la década de 1940.


(1)  Fritz Lang, en Movie, núm. 2, septiembre, de 1962.

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