sábado, 18 de febrero de 2012

Autostop al infierno (1947)


 Sin llegar a ser una obra de referencia del género, Autostop al infierno (The Devil Thumbs a Ride, 1947), película negra dirigida por un realizador tan eficaz como Felix E. Feist, posee el encanto suficiente para entretener y convencer de que se trata de un film compacto en su desarrollo y preciso en su narrativa, que no oculta sus carencias en los diálogos ni en los personajes, tampoco la falta de mayor presupuesto. Arriba califique a Feist de “eficaz” y lo hice porque demuestra eficacia y solvencia utilizando lo que a priori podrían ser inconvenientes y haciendo de ellos virtudes que utiliza en beneficio de una acción rápida e intensa que no decelera en ningún momento; ni fuera ni en el interior de la casa donde ninguno de los personajes sabe que es rehén de Steve Morgan (Lawrence Tierney). Ignoran que sus vidas corren peligro y contar cómo llegaron a tal situación es tan sencillo —Feist prescinde de florituras y va al grano— como forzado por la exigencia del guion, escrito por el propio Feist a partir de la novela de Robert C. DuSoe, para poner en marcha la trama.


Suena a exigencia del guion que Jimmy Ferguson (
Ted North) detenga su automóvil y permita que un desconocido se siente en el asiento del copiloto, pero más extraño resulta comprobar la actitud de ese hombre, de quien Jimmy no sospecha que acaba de asaltar un banco. Continuando con hechos curiosos, se detienen en una gasolinera donde Jimmy charla con Jake Kenny (Glen Vernon), el encargado, mientras espera que la telefonista le ponga en contacto con su mujer (Marian Carr), pues desea expresarle su amor y anunciarle que en tres horas estará a su lado. Esto puede no llamar la atención, pero sí lo hace la aparición de dos mujeres que, fruto de la casualidad o del destino, se acaban de conocer. Carol (Nan Leslie) y Agnes (Betty Lawford), tales son sus nombres, necesitan que les lleven hasta San Pedro; de modo que se acercan al hombre que se apoya sobre el único coche que hay y le preguntan si puede llevarlas. También se podría decir que esto no es un hecho inusual, pero quizá lo sea que Steve acepte sin consultar con el dueño del vehículo, a quien poco importa la desfachatez del extraño porque se trata de alguien amable que no se plantea que haya recogido a un tipo vil y peligroso. La actitud de Steve continúa siendo desagradable. Acosa a Carol e insulta a Agnes, quien, una vez en el interior de la casa, desvela una personalidad carente de escrúpulos que le acerca peligrosamente al criminal, aunque carece del estilo y del magnetismo de la “mujer fatal”, además de no poseer los suficientes atributos para ser considerada como tal.


Ejemplar muestra de cine negro de serie BAutostop al infierno, producida por R.K.O., ofrece en sus sesenta minutos de duración los hechos que amenazan a estos cuatro fugitivos, sin que tres de ellos sean conscientes de serlo. A pesar de su escasa hora de metraje, también hay tiempo para mostrar al detective Owens (Harry Shannon) y a Jake Kenny, una curiosa pareja de perseguidores que se enfrascan en una partida de póker en la que el mozo de la gasolinera los despluma en cuanto se sientan a la mesa. No obstante, habría que decir en favor de ellos que solo se trata de un par de manos. No tardan en abandonar la timba para continuar su otro juego: la caza de un hombre que no pretende dejarse atrapar. Steve sabe que la “poli” le persigue y dicha certeza le hace más violento, como demuestra cuando no duda y atropella voluntariamente al agente que les persigue y les dispara sin detenerse a pensar si en el automóvil viajan personas inocentes. Tras el accidente (crimen) Steve se da a la fuga, inventándose una historia increíble que convence a sus acompañantes para que dejen de insistir en regresar y socorrer a la víctima. Ese hecho tendría que haberles advertido de que se encuentran en compañía de un criminal carente de cualquier rasgo positivo, uno que no dudará en matarlos y que, evidentemente, no tiene el menor inconveniente en tomarles por idiotas y mentirles a la cara; prácticamente lo hace con cada palabra que sale de su boca; y con una mentira más (que no la última) les convence para detenerse en la casa del amigo del que Jimmy ha hablado durante el trayecto.

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