viernes, 23 de noviembre de 2018

Alas (1965)


Una buena difusión es fundamental para que cualquier obra musical, literaria o cinematográfica sea accesible y conocida, pero, debido a que la censura le concedió la calificación más baja, el segundo largometraje de Larisa Shepitko tampoco tuvo una distribución adecuada. Esto conllevó que, al igual que Calor (Znoj, 1962) y otras producciones posteriores, pasase desapercibido entre el público soviético y que actualmente aún resulte mayoritariamente desconocido. Pero Alas (Krylia, 1965) es una película que mereció mayor reconocimiento, y todavía lo merece, ya que su mirada, concisa, áspera y directa al desencanto, a la soledad y al vacío en el que vive Nadiezha Petrovna (Maya Bulgakova), es una mirada sincera que, lejos de sensiblerías mojigatas y engañosas, nos llega a través de la cámara que observa a su protagonista para hacernos testigos de su imposibilidad, de su encierro. Ex-piloto de las fuerzas aéreas y antigua heroína de guerra, a sus cuarenta y un años, Nadya vive su presente en soledad y en silencio, guardando sus emociones y mostrándose eficiente, marcial y entregada a su trabajo de directora en la escuela de aviación y al de diputada del pueblo. Así es cara al exterior, solemne y sobria como su vestimenta y su peinado, aunque solo es fachada, ya que resulta evidente que sufre, y que se está rompiendo por dentro. No tardamos en comprenderlo, se desgarra ante la insatisfacción creciente y ante su dificultad a la hora de comunicarse y de adaptarse a su monotonía: de frustraciones que no expresa y del distanciamiento que observamos respecto a su hija Tanya (Zhanna Balotova), el cual se remarca en la escena en la que se presenta inesperadamente para conocer a su yerno (Vladimir Gorelov), o en relación a su amigo Pavel (Panteleymon Krymov), a quien en su desesperación final le pide matrimonio, una vía de escape que sabe estéril porque no la liberaría de su encierro (simbolizado al final del film en el hangar donde los jóvenes pilotos pretenden guardar la avioneta "liberadora" a la que ella sube).


La mirada de Shepitko se centra en Nadya, la sigue allí donde va o donde se encuentra, pues ella es el principio y el fin de su estudio humano. Cuanto sucede nos llega de forma objetiva, salvo en momentos puntuales de planos aéreos (recuerdos, añoranza o ilusiones a las que se aferra). Pero el más significativo se produce cuando, durante su caminar, se pone a llover y la calle se vacía. Desde ese vacío y desde esa soledad que Nadya contempla tanto en el exterior como en su interior, la realizadora nos introduce la analepsis subjetiva que nace de la memoria de la protagonista. La mujer desaparece de la pantalla, solo descubrimos a Mitya (Leonid Dyachkov), porque las imágenes son las captadas por sus ojos y son las que habitan en su memoria. Son las imágenes de la nostalgia de aquel momento pasado e idealizado, pero también las del desamor o del amor incumplido porque Mitya fue abatido durante la guerra. Quizá ella también murió (como se plantea en el museo donde una niña pregunta lo mismo) en aquel conflicto bélico en el que pilotaba, luchaba y se sentía más viva e integrada que en su cotidianidad docente-administrativa, en la que solo encuentra el rechazo de sus alumnos, <<la desprecio>>, dice uno de ellos (Sergei Nikonenko), o el fracaso de su vida personal, distanciada e imposibilitada a cualquier tipo de acercamiento afectivo, sean en su relación materno-filial o en una hipotética amorosa.

3 comentarios:

  1. Fabuloso comentario, análisis. Conciso, profundo. Después de esto me va a resultar muy difícil analizar a mí el filme, en el que es verdad que la soledad y el encierro interior y exterior de esta antigua heroina, muerta en vida, está admirablemente contado con la cámara

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  2. En mi artículo te cito:
    "Rodado con cámara subjetiva ("analepsis subjetiva" como escribe Toño Pardines) la región del "ser-para-sí" no es más que libertad pura. No hay libertad si nos vemos como cuerpos -bien lo supo Immanuel Kant, porque los cuerpos obedecen a las leyes de la naturaleza y a las imposiciones sociales-, solo experimentándonos como espíritus somos libertad: posibilidad de elegir. Por eso cuando vuela/sueña Nadya no tiene cuerpo. El cuerpo solo es "para-otro".
    Esta parte de la película lírico-poética rompe con el realismo de la narración"
    https://www.bachilleratocinefilo.com/2020/01/1966.html?spref=fb&fbclid=IwAR0lS6eSZs-9hFSRVShpCrGNiwOVLkVc9Us0s4ag-ubtKd00vS9MsdXFaX8

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    1. Muchas gracias, Francisco. Acabo de leer tu artículo y no puedo más que felicitarte. Magnífico análisis y magnífica película.

      Saludos.

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