viernes, 24 de marzo de 2017

Mercado de ladrones (1949)



La etapa más sobresaliente de
Jules Dassin dentro de la industria cinematográfica hollywoodiense tuvo lugar en la 20th Century Fox de Darryl F. Zanuck, para quien rodó cuatro destacadas muestras de cine negro, aunque la última fue filmada en Inglaterra, por lo que puede decirse que Mercado de ladrones (Thieves' Highway, 1949), supuso el punto y aparte forzoso en su carrera estadounidense. Debido a la caza de brujas, Dassin se vio obligado a abandonar su país e instalarse en Europa, sin embargo, antes de que el sinsentido se cebase con él, y con tantos otros, entre 1947 y 1949 realizó Fuerza bruta (Brute Force, 1947), La ciudad desnuda (The Naked City, 1948) y Mercado de ladrones, —Noche en la ciudad (The Night and the City, 1950), magistral, pesimista y nocturna crónica del fracaso e imposibilidad, la rodó en Reino Unido—, tres películas de innegable calidad, crudas y violentas en su exposición, en las que primaba el tono realista que en la última de las nombradas se hace visible y audible a lo largo de todo su metraje, salvo en su inicio, cuando la alegría y la esperanza, reflejadas en el rostro de Nick Garcos (Richard Conte) a su regreso al hogar, fantasean con una realidad distinta a la que el protagonista tiene acceso poco después.


Tras su larga ausencia, provocada por su estancia en el frente y por su posterior trabajo abordo de un barco mercante, escuchar la voz de su padre (
Morris Carnovsky) entonando una canción aumenta su dicha, le contagia y le invita a unirse a la melodía antes de cruzar el marco de la puerta. Como no podía ser de otra manera, sus primeros minutos en casa denotan el júbilo con el que reparte abrazos y los regalos que ha ido acumulando durante las escalas portuarias del buque donde ejerció de mecánico. En ese instante todavía no se plantea por qué su padre no se ha levantado de la silla para recibirlo. Nick continúa en su nube de ilusión, la cual aumenta de volumen ante la presencia de Polly (Barbara Lawrence), su novia (y un personaje impuesto por Zanuck). Sin embargo cuando desenvuelve las zapatillas que trae como presente para su padre, su felicidad desaparece para encontrarse con una realidad que no coincide con la imaginada minutos antes, cuando pagó al taxista que le acercó hasta la vivienda familiar. A partir de este descubrimiento, Mercado de ladrones transita por el pesimismo que comparte con otras producciones de cine negro, en las que el dinero y la falta de escrúpulos generan la insolidaridad y los abusos que se verán en el mercado donde se desarrolla la mayor parte del film.


<<Me encantaba el punto de partida de la película, pero la vida en los mercados se desarrolla muy pronto, por la mañana y por la noche, y el rodaje nocturno eran tan caro. Tenía tantas cosas en la cabeza de lo que quería hacer, y tan poco dinero y tiempo; tenía un programa ceñidísimo, así que fue algo frustrante, aunque realmente pudo haber sido una gran película, pudo haberlo sido>>. (1) Y lo es, a pesar de la falta de medios, de las intervenciones de Zanuck y de las palabras del realizador. Mercado de ladrones destaca por sus escenas en la carretera, donde los transportistas pisan el acelerador para vender antes y mejor, y en las desarrolladas en un mercado vivo y, como tal, también peligroso, una jungla humana donde Nick acude con un cargamento de manzanas —tan valioso como el oro en un banco— para ajustar cuentas con Mike Figlia (Lee J. Cobb), el hombre que provocó el accidente de su padre. La inocencia inicial del protagonista da paso al enfado perpetuo que se exterioriza a partir de su comprensión de que la pérdida de las piernas paternas fue fruto de las artimañas de Figlia para no pagar el cargamento de tomates que Yanko Garcos le vendió. De este modo se inicia una nueva guerra para Nick, obsesionado con saldar cuentas, de modo que no duda a la hora de mostrarse violento, pero también justo, como se muestra durante su relación con Ed (Millard Mitchell), a quien primero amenaza y con quien acaba asociándose para transportar las manzanas hasta San Francisco, setecientos kilómetros que harán por carretera, sin dormir y con problemas en sus desvencijados vehículos. Al igual que el resto de los personajes que deambulan por el film, también Ed se descubre insolidario, capaz de mentir por dinero —a sus antiguos socios, que también miran por su beneficio y lo acosan durante el trayecto a la espera de sacar tajada— o engañar a la familia de agricultores a quienes pretende estafar durante la compra de las cajas de fruta que Nick y él transportan en dos camiones que de milagro se mantienen de una pieza. Para Nick el dinero no es principio ni fin, su negocio es encontrar al culpable de la suerte paterna en ese mercado de ladrones donde el bullicio, la vida nocturna y el sonido de los vehículos siempre se encuentra presentes, ya sean en plena calle o en el interior de la habitación de Rica (Valentina Cortese), la prostituta que resulta ser el personaje más noble de la contundente despedida de Jules Dassin del Hollywood de las listas negras.



(1) Entrevista completa a Jules Dassin en Castro Antonio, Rubín de Celis, Andrés, Rubín de Celis, Santiago; Jules Dassin. Violencia y Justicia. T&B Editores, Festival Internacional de Cine Las Palmas de Gran Canaria, Madrid, 2002.

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