lunes, 16 de junio de 2014

El rostro impenetrable (1961)


 

Premiada con la Concha de Oro en el festival de cine de San Sebastián —donde también se premió a Pina Pellicer por su papel de Luisa—, la única película dirigida por Marlon Brando no fue comprendida por la crítica estadounidense del momento, que no supo apreciar la poética de un western tan atípico como innovador y trágico. Esta falta de visión o de comprensión se unió a la mala acogida entre el público, más bien su indiferencia, provocando que el film resultase un fracaso económico y, como consecuencia, que la carrera de Brando como realizador fuese tan fugaz como la de Charles Laughton, otro excelente actor que sufrió la miopía de su época, lo que provocó que su único film, La noche del cazador (The Night of the Hunter, 1955), una obra maestra del cine, fuera un estrepitoso fracaso. Aunque no alcanza la magnificencia del film de Laughton, El rostro impenetrable (One-Eyed Jacks, 1961) es un excelente western psicológico en el que la tragedia y el lirismo acompañan a la figura de Río (Marlon Brando) en su camino hacia la venganza. Pero la gestación de este ambicioso proyecto fue compleja, iniciándose en 1957 con un primer guion a cargo de Sam Peckinpah. La estrella de La ley del silencio (On the Waterfront, Elia Kazan, 1954), que era el promotor del proyecto, lo leyó y no dudó protagonizarlo, pero no contaba dirigirlo. Tras varios cambios, entre ellos el abandono de Stanley Kubrick (el director inicialmente previsto) y la reescritura de la adaptación de la novela de Charles NeiderThe autentic death of Hendry Jones, el propio actor asumió la dirección del rodaje, prolongándose este más de lo previsto, lo que supuso que su estreno se retrasase hasta 1961.


El inicio de
El rostro impenetrable muestra a sus dos protagonistas atracando un banco, instantes antes de observarles disfrutando de la recompensa de un "trabajo" bien hecho. Este momento permite acceder a ellos y ser testigos de su amistad, como también permite comprender que Río no duda a la hora de mentir, ya sea para conquistar a las mujeres o también por generosidad: engaña a su amigo Dad (Karl Malden), cuando ambos son perseguidos por los rurales. En ese instante, propone echar a suertes quien se queda para entretenerles, mientras el otro parte en busca de monturas frescas (y lo aleje del conflicto). Pierde, aunque haya ganado. Miente, asumiendo el peligro para sí, y libera a Dad, que huye con el botín y se pierde en el horizonte dejando a su compañero a su suerte. Atrapado y condenado a pudrirse en la prisión de Sonora, donde permanece encerrado durante cinco años, Río logra escapar en compañía de Modesto (Larry Duran), el único que le muestra verdadera amistad durante su obsesiva búsqueda. En la mente del antihéroe de Brando solo una idea tiene cabida: hallar a quien le traicionó. Empujado por la venganza, recorre los posibles lugares por donde se dejaría ver un forajido, sin embargo, no hay rastro de aquel a quien persigue; y no lo hay porque Dad abandonó la vida delictiva, cuestión que Río conoce gracias a Bob Amory (Ben Johnson), quien le propone atracar el banco del pueblo donde su antiguo amigo ejerce de sheriff.


Durante el reencuentro se observa a los antiguos socios estudiándose y mintiendo sobre qué sucedió en aquel momento del pasado que los separó, además intentan aparentar que nada de lo ocurrido les ha afectado. La mentira prevalece, pues es patente que Río no puede sino pensar en acabar con su oponente, del mismo modo que este no puede soportar la presencia del hombre que le recuerda el pasado que ha intentado olvidar, convirtiéndose en un respetado miembro de la comunidad, casado con María (Katy Jurado) y padrastro de Luisa (Pina Pellicer), la joven a quien, inicialmente, el pistolero engaña —como al resto de sus conquistas—, pero que no tarda en ocupar un lugar en su pensamiento que desplaza la idea primigenia de venganza. Sin embargo, el destino selló sus vidas en aquel pasado que nunca abandona los espacios íntimos del protagonista ni la lograda atmósfera que convierte a El rostro impenetrable en un estupendo western trágico que, por cuestiones comerciales, tuvo un final distinto al inicialmente previsto.

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