domingo, 9 de julio de 2017

Ley 627 (1992)

En la década de 1990, Bertrand Tavernier radiografió la sociedad francesa desde la marginalidad del sistema policial en Ley 627 (L.627, 1992) y del escolar en Hoy empieza todo (Ça commence aujourd'hui, 1999). Ambas propuestas exponen y denuncian la problemática social que se vive en espacios ajenos al París de postal cinematográfica; de hecho, la torre Eiffel, símbolo presente en la mayoría de producciones ambientadas en la capital francesa, solo se muestra en Ley 627 en un par de pequeñas reproducciones que reposan sobre el escritorio de Dodo (Jean-Paul Comart), en un recinto que resalta las precarias condiciones laborales de los agentes. Al igual que este, el resto de los espacios de Ley 627 son sucios, delatan la miseria y la escasez, la presencia de drogas, de indigencia y de prostitución, de ahí que el París de Tavernier sea una ciudad opuesta al París cinematográfico habitual, y esto es así, porque el cineasta priorizó el verismo social y espacial para exponer la crónica diaria de los policías de barrios marginales donde las drogas, la emigración o la pobreza forman parte de su estampa cotidiana. Para realizar su documento social, el realizador lionés concedió el protagonismo a "Lulu" (Didier Bezace), un agente que al inicio del film trasladan a una comisaría de periferia como castigo por su último caso. En este entorno se muestra inadaptado, ya que él es un investigador acostumbrado a la calle y no se encuentra cómodo en el trabajo administrativo que realiza en su breve y nuevo destino (donde se muestra el contacto de la policía con los vecinos, y parte de las precariedades del cuerpo policial). Un nuevo y definitivo traslado lo devuelve a su hábitat natural, dentro del cual el policía prioriza las relaciones con sus confidentes, como es el caso de Celine (Lara Guirao), la joven que vive atrapada en un círculo vicioso del que no puede salir: <<me drogo para prostituirme y me prostituyo para drogarme>>. Pero al tiempo que muestra los hogares rotos, la miseria, las calles pobladas de camellos y drogadictos, el interés de Tavernier se centra en el lado humano del grupo de agentes que se convierten en los protagonistas de una historia que no esconde su intención de profundizar en la realidad que les afecta como grupo y como individuos, una realidad que borra cualquier posibilidad de espectacularidad o acción trepidante, pues en Ley 627 solo hay cabida para ese realismo crudo y decrépito que confirma la inestable situación social y profesional que el cineasta francés denunció con acierto en la pantalla. 

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