miércoles, 6 de mayo de 2015

Guerra y Paz (1967)


Tengo clara mi opinión sobre Guerra y Paz, pero no puedo decir lo mismo respecto a las cuatro partes en las que se divide la adaptación cinematográfica que Sergei Bondarchuk realizó entre 1963 y 1967. Me cuesta recuperar sus imágenes o evocar algunas de sus escenas. La recuerdo como un largo esfuerzo de más de cuatrocientos minutos de duración, en los que observé imágenes que buscaban ser poesía y, si lo logró, no llegué a conectar con sus versos pictóricos. Los sentí sin emociones, por mi parte, como la interioridad hueca de los personajes, sin la esencia veraz que puebla la novela de Tolstói. Esta sensación que me produjo Guerra y Paz (Voyna i mir, 1963-1967) no es muy distinta a las que sentí al ver otras adaptaciones de obras maestras literarias que, faltas de libertad creativa, ambicionan plasmar el texto punto por punto al medio audiovisual. Pero ¿qué sentido tiene esto último, si ya existe el original? Soy de los que opinan que las adaptaciones de libros tan complejos como Guerra y Paz, Ana KareninaAlmas muertas
El idiota o Crimen y castigo, por citar clásicos de la literatura rusa del XIX, conllevan una serie de dificultades que acaban por mermar la riqueza de la narración escrita, de ahí que películas como Ana Karenina (Clarence Brown, 1935), Guerra y Paz (King Vidor, 1956), Los hermanos Karamazov (Richard Brooks, 1958) o El idiota (Akira Kurosawa,1951) no consigan en su totalidad transmitir las sensaciones de las novelas en las que se basan. Aunque también existen adaptaciones e inspiraciones cinematográficas de grandes escritos que han sabido conjuntar parte de la esencia de la novela con la visión personal que de esta tienen sus responsables, sean guionistas o directores. Pero en el caso de Guerra y Paz, ni la versión de King Vidor ni la de Bondarchuk llegan a ser películas redondas, una por sintetizar el contenido del texto cediendo el protagonismo al romance, y la segunda por pretender ser el reflejo en imágenes de la obra de Tolstói, algo por otra parte imposible, ya que, aparte de existir la novela, un escritor crea a partir de su universo personal, donde surgen las emociones y las ideas que plasma en sus escritos. Así pues, podría decir que todos los grandes libros poseen personalidad propia, lo mismo que sucede con las grandes películas, aunque esto parece no cumplirse en Guerra y paz, ya que las numerosas situaciones y la multitud de personajes que se dan cita en el original literario no funcionan al ser trasladados al lenguaje audiovisual, pero ¿cómo conseguir captar y trasladar a la pantalla la subjetividad que habita en un autor y en su obra y combinarla con la de los responsables de la adaptación? Si la respuesta fuera sencilla, todas las producciones cinematográficas basadas en novelas capitales serían obras maestras, sin embargo la realidad a menudo nos advierte de lo contrario, quizá porque los cineastas admiran tanto la obra que no encuentran el equilibrio deseado entre esta y su enfoque a la hora de llevarla a la pantalla. Con esto no pretendo decir que Guerra y paz sea un mal film, que no lo es, solo reflexiono sobre la enorme dificultad que conlleva rodar los clásicos literarios respetando por un lado la esencia del escritor y por otro las intenciones creativas de los directores y guionistas, quienes desde un punto de vista autoral intentan exponer en sus películas sus ideas, sean gustos o inquietudes, algo que no siempre logran equilibrar con los del autor de la novela, como sucede en este largometraje, que se convierte en la monótona sucesión de hechos que no llegan a fluir con naturalidad que surgen en las páginas escritas por Tolstói.

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