martes, 30 de noviembre de 2021
El sueño de una noche de verano (1935)
lunes, 29 de noviembre de 2021
El caso Almería (1983)
1.Agustín González en Lola Millás: Agustín González. Entre la conversación y la memoria. Ocho y medio, Madrid, 2005.
domingo, 28 de noviembre de 2021
El muchacho de los cabellos verdes (1948)
sábado, 27 de noviembre de 2021
El puente de Casandra (1976)
viernes, 26 de noviembre de 2021
Cabalgata (1933)
jueves, 25 de noviembre de 2021
The Accused (1948)
miércoles, 24 de noviembre de 2021
El hombre que vendió su alma (1941)
martes, 23 de noviembre de 2021
Ágora (2009)
domingo, 21 de noviembre de 2021
Te volveré a ver (1944)
sábado, 20 de noviembre de 2021
Dune (2021)
Películas como Farenheit 451 (François Truffaut, 1966), 2001. Una odisea del espacio (2001. A Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968), Solaris (Andrei Tarkovski, 1972) o La llegada (Arrival, Denis Villeneuve, 2016) son ejemplos de films de ciencia-ficción que sí abrazan una madurez filosófica o reflexiva inusitada en el género cinematográfico, pero Dune, no. Más allá de su pretenciosa artificialidad y de su ritmo, que el cineasta canadiense pretende pausado, quizá recordando lo buenos resultados obtenidos en La llegada o en menor medida, en Blade Runner 2049 (2017), no me pregunto qué aporta al género, sino qué me aporta a mí, como espectador. Aquí sí encuentro respuesta, encuentro un desierto en el que todo semeja igual a otros tantos ya vistos en el cine y en otras formas expresivas contemporáneas. En la adaptación de Villeneuve veo un paso hacia ninguna parte en su filmografía. Sencillamente, veo un film más, de los muchos que desde hace años pretenden llamar la atención de un público mayoritario acostumbrado a consumir films que apenas susurran ideas, películas que aprovechan el tirón de sus actores o la fama de su fuente literaria, producciones que saben aprovechar las expectativas generadas gracias a una importante campaña de promoción y propaganda. Y cuando sale algo que parece grande, lo toman como tal, quizá sin llegar a serlo o sin explicarse porqué creen que ha de serlo. Pero, finalmente, dudo que Dune sea la gran película que prometía ser; ni tampoco mejora lo expuesto por David Lynch en su vapuleada adaptación de la novela con la que Frank Herbert inició la saga que acabaría siendo un filón económico y un despropósito literario de secuelas y precuelas, estas a cargo de su hijo Brian Herbert y Kevin J. Anderson. Sí, también he leído tres de estas, pero sentí la sensación de que estaba dedicándoles un tiempo que podía emplear en aburrirme sin necesidad de ayuda. Aunque diste de ser un film redondo, el Dune (1984) de Lynch no se toma en serio a sí mismo, ni su evidente mensaje conservador y mesiánico, sino que prefiere recrearse y pasearse por un mundo extraño, acorde con sus intenciones creativas. Sin sentirse a gusto, condicionado por los intereses y límites a los que tuvo que enfrentarse (y no superó), Lynch intentó encontrar su propia fantasía en Arrakis, mientras que el viaje de Villeneuve también lo intenta, pero su transitar por las arenas del planeta desértico se queda en tierra de nadie, quizá porque no se decide si apostar a la aventura, al mito, a la reflexión, o no encuentra la combinación exacta. Esa es una de las impresiones que me genera la película, que no tiene claro hacia dónde ir, o yo no sé verlo, y se queda a mitad de camino de todo y nada, quizá a la espera de encontrar su dirección y sentido en su segunda parte. Puede que ahí esté el problema, en la división de un todo en dos mitades que necesitan volver a unirse...