El tiempo, unidireccional y finito para la naturaleza humana, nos atrapa entre sus garras mientras juega con nuestra percepción temporal y sensorial, con nuestros sueños (futuro) y con nuestros recuerdos (pasado), pero es la comunicación, interna-externa, la que condiciona nuestro presente diario, nuestra comprensión del mismo, de cuanto somos y de cuanto nos rodea, a menudo llevándonos a interpretaciones que damos por absolutas sin plantearnos que podrían ser relativas e incluso erróneas. Tanto el tiempo, en su interpretación humana, como la comunicación (y también su ausencia) son conceptos inherentes al individuo y a su conjunto, sin embargo, la segunda no siempre se produce, quizá porque, ante aquello que no ofrece una explicación plausible a nuestra comprensión, la primera reacción no sea la de reflexionar sobre las propias limitaciones (y cómo superarlas para hacer posible el proceso que nos acercaría al entendimiento, por mínimo que este fuera), sino que, en el mejor de los casos, genera dudas y temores; en el peor, rechazo, aislamiento y, finalmente, violencia. Lo que vale para el sujeto se generaliza en las naciones y finalmente en el conjunto de la humanidad sobre el que Denis Villeneuve indaga desde la ciencia-ficción intimista, pausada y reflexiva, en la capacidad de decidir a partir del lenguaje, en sus distintas expresiones e interpretaciones, de ahí que La llegada (Arrival, 2016) no plantee si estamos solos o acompañados en un universo desconocido para los humanos, esta sería su excusa argumental y una pregunta que no tiene cabida en la reflexión sobre el condicionamiento y el desconocimiento del individuo en su afán de conocer, al tiempo que acalla su dolor y su angustia, silencia sus deseos e intenta superar traumas desde la necesidad de relacionarse y comunicarse con uno mismo, con sus semejantes o con Abbott y Costello, los dos o las dos alienígenas con quienes contactan la lingüista Louise Banks (Amy Adams) y el matemático Ian Donnelly (Jeremy Renner) después de ser reclutados por el coronel Weber (Forrest Whitaker).
El oficial, representante de su gobierno, busca respuestas precisas a la presencia de los extraterrestres, aunque sus métodos y sus preguntas quizá no sean las correctas para un posible acercamiento. Esta actitud es común a las distintas naciones que despliegan sus tropas ante la presencia alienígena, lo cual no sería más que la respuesta al temor que genera lo desconocido, aquello que no comprenden y que provoca el miedo a perder cuanto consideran suyo. Ante la incertidumbre que desata la presencia extraterrestre, los mercados se desploman, la prensa informa sin informar, los gobiernos envían expertos que no tienen experiencia, por lo que no saben qué están observando ni cómo observarlo. De ese modo, la irrupción de Louise e Ian, cuyas miradas difieren de las restantes, resulta vital para permitir avances en la comunicación, aunque no en su primer contacto, cuando se sorprenden ante lo inusual. La prioridad para el coronel es hallar la respuesta a ¿por qué están aquí? mientras que la de los científicos sería la de establecer un contacto que les permitiese iniciar el proceso comunicativo, un trabajo arduo y complejo, pero quizá el único que pueda dar frutos. Con esa convicción Louise se adentra en lo desconocido, desnudándose simbólicamente, porque <<necesitan verme>>, para que Abbott y Costello confíen en ella y establezcan el lazo que posibilite el acercamiento entre ambas partes, y con él las respuestas que los distintos gobiernos ansían. La lingüista sabe que la comunicación no solo se establece y se produce mediante el lenguaje oral o el escrito, también existe el visual, el temporal o el corporal que delata las intenciones del emisor para quien recibe. Por ello, el primer paso hacia el éxito consiste en deshacerse de los prejuicios y del temor que se representan en los trajes especiales que los aísla en la nave, pues desprenderse de ellos es el paso inicial hacia la confianza mutua y propia que precede a la comunicación.
El inicio de la La llegada juega con el montaje de las imágenes y con la voz que se superpone, esa voz es Louise dirigiéndose a su hija Hannah, pero también a sí misma, como si estuviese recordando su pasado, aunque también como si el concepto tiempo fuese diferente al que conocemos o creemos conocer. Esta circunstancia va encontrando su explicación en las diferentes etapas evolutivas de la película, alcanzando su lógica cuando la doctora comprende que los extraterrestres han llegado para ofrecer un "arma", palabra que alarma a todos menos a la pareja protagonista, que a esas alturas del contacto comprenden que bien podría tratarse de un concepto más amplio, uno que el resto no contempla al dejarse atrapar por sus limitaciones y sus temores. Esta actitud generalizada denota miedo, desconfianza, irreflexión y perspectiva limitada, reducir la realidad a lo conocido, de ahí que la opción barajada sea la de atacar a un visitante que no ha dado muestras de hostilidad y que ha cruzado el espacio, circunstancia esta que delata una capacidad tecnológica muy superior a la terrestre;, de modo que en ese instante se comprende que un mismo hecho resulta distinto para los miembros de la misma especie, pues lo interpretado por unos difiere a lo entendido por otros, lo que da pie a errores, aunque para ellos sean aciertos, como el del grupo de militares que detona una bomba en el interior de la nave o el del general Shang (Tzi Ma) cuando asume su decisión bélica, condicionada por su incomprensión y su desorientación ante la falta de respuestas que sí entienda.
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