Su papel protagonista en Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1942) provocó que su imagen quedase ligada a esta película panfletaria cuyo argumento fue obra de Franco. Nunca logró desprenderse de dicho estigma, que no deja de ser una simpleza que desvirtúa la importancia de Ana Mariscal en la historia de la cinematografía española: la de ser pionera en el cine realizado por mujeres. El film de Sáenz de Heredia no fue la primera aparición de la actriz en la pantalla, pero sí le abrió las puertas del éxito que continuaría cosechando a lo largo de la décadas de 1940 y 1950. Salvo excepciones, el cine de aquel entonces era repetitivo y poco satisfaría las ambiciones e inquietudes artísticas de la actriz. Así parece corroborarlo que, junto al director de fotografía Valentín Javier, con quien se casaría en 1954, fundase Bosco Films. Bajo el sello de su productora dio el salto a la dirección de largometrajes. Inusual, por no decir inaudito, pero ella era una figura a contracorriente, contradictoria y ávida de cultura, empeño poco común en un país cuyas autoridades primaban y premiaban la incultura. Conservadora y al tiempo inconformista, sobre todo consigo misma, inclasificable dentro de un mundo al que le gustaba dividir en clases, devoradora de libros y creadora de su propia compañía teatral, me pregunto quién fue Ana Mariscal. Como persona, no podría decirlo, menos aún sin conocer las distintas caras que componen la personalidad del individuo. Como artista se adelantó a su tiempo, gracias a su afán de abarcar más opciones que la de ser exclusivamente un rostro dentro de un cine de rostros que rehuía fondos y novedades que lo enfrentasen con la censura. <<Mi condición de mujer, forzosamente añade una faceta más al prisma cinematográfico. La mujer directora o actriz, lo mejor que puede aportar a la cinematografía es su sensibilidad. Y yo me pregunto: en arte, arte dramático, siendo la sensibilidad tan importante, ¿por qué no hay más mujeres directoras de películas?>> Su pregunta estaba justificada, ya que en el cine español, al igual que el mundial, el número de mujeres cineastas era mínimo, apenas existente. No obstante, no fue la primera que se aventuró a dirigir en España. Tal honor recae en Helena Cortesina y el de filmar una película sonora en Rosario Pi. Aunque no tuvieron continuidad, ellas abrieron el camino que, entre 1954 y 1956, recorrería la leonesa Margarita Alexandre en tres películas que codirigió junto al crítico cinematográfico Rafael María Torrecilla. Y ya en la segunda mitad de la década de 1960, Josefina Molina, la primera cineasta titulada, y, durante la Transición, Pilar Miró. Pero no cabe duda de que fue Ana Mariscal la figura femenina más importante tras las cámaras durante los años del franquismo. Los logros de esta actriz, directora, guionista y productora, nacida en Madrid en 1923, no fueron reconocidos en su momento, como confirma que sus dos mejores películas no obtuviesen el menor éxito ni entre público ni entre la crítica. ¿Despiste, ceguera o intereses que escapaban al ámbito cinematográfico? ¿Qué impidió ver en Segundo López, aventurero urbano (1952) y El camino (1963) dos grandes películas? Ambas son las cimas cinematográficas de esta "cineasta total" que debutó en la dirección a los treinta años, después de una década dedicada a la interpretación en teatro y cine. La princesa de ursinos (1948) y Un hombre va por el camino (Manuel Mur Oti, 1949) confirmaban su estrella cinematográfica anterior a su debut tras las cámaras en un film que podríamos calificar a contracorriente dentro de la cinematografía española de la época, o así lo vio la junta censora, que concedió a Segundo López, ... la tercera categoría, lo que implicaba el riesgo de no estrenarse en las salas comerciales. Producida por Bosco Films —en funcionamiento desde 1952 hasta 1968—, hablamos de una de las obras cumbres del "intento" neorrealista español y de una espléndida descripción del entorno por donde transita el personaje que da título al film. Pero, consecuencia de esa última categoría y de los gustos dominantes, apenas obtuvo repercusión, lo cual deparó que, salvo el cortometraje Misa en Compostela (1952), la cineasta tardase cinco años en volver a ponerse detrás de las cámaras. Lo hizo en Con la vida hicieron fuego (1957), un drama que combina el presente con retrocesos temporales que retraen la historia a la Guerra Civil. Con este título, pretendía congraciar a los dos bandos enfrentados durante el conflicto bélico, aunque, aparte de apuntar buenas ideas —como su tono espectral o el paisaje costero asturiano—, cae en un discurso moralizador que le resta brillo y fuerza; tampoco ayudó la sonrisa artificial que luce el personaje interpretado por Jorge Rigaud en su retorno al hogar. A pesar de recibir la calificación censora de Primera B, su segunda película también fracasó comercialmente, lo cual la obligó a transitar por el cine comercial en la comedia La quiniela (1959), que no es un mal intento de humor costumbrista, salpicado de un ligero realismo, que encuentra su mejor baza en el humorismo de Antonio "Tono" de Lara, co-autor del guión. Con todo, no olvidó el cine más personal, el que más le interesaba hacer, y este llegaría con la adaptación de la novela de Delibes. El camino (1963) visto por Ana Mariscal es un film que aúna costumbrismo, coralidad y ternura hacia sus personajes, pero también encierra amargura y una descripción de la niñez que aún mantienen su vigencia. Tampoco está vez el éxito llamó a su puerta, y su ausencia puso en riesgo la supervivencia de su productora, y a ella la condenaba una vez más a regresar a la senda del cine de consumo en Vestida de novia (1966), musical a mayor gloria de Pedrito Rico y de Massiel, en su primera aparición cinematográfica (pero como si no hubiese aparecido). La carrera de Mariscal detrás de las cámaras suma un total de diez largometrajes y un cortometraje documental, rodado durante su estancia en Galicia cuando promocionaba Segundo López, aventurero urbano, su primer film y, junto a El camino, el punto más alto de su filmografía; siendo el más bajo sus incursiones en el cine folclórico, en Feria de Sevilla (1960) y, sobre todo, en la ya nombrada Vestida de novia, insufrible sucesión de canciones, y entremedias la historia de Juan de los Reyes, donde no encuentro el menor rastro de la Ana Mariscal cineasta. Tras El paseillo (1968), película que, retomando el tono realista, narra el ascenso de dos amigos y toreros, interpretados por los diestros Agustín "el Puri" y José María Montilla, Bosco Films cerró sus puertas y la realizadora madrileña abandonó la dirección para seguir otros caminos, aquellos que la acercaban a la docencia en charlas y conferencias —con anterioridad había formado parte del cuerpo docente de IICE (el instituto de cine)—.
Misa en Compostela (1952) (cortometraje documental)
Con la vida hicieron fuego (1957)
La quiniela (1959)
Feria de Sevilla (1960)
Hola, muchacho (1961)
El camino (1963)
Occidente y sabotaje
Los duendes de Andalucia
Vestida de novia (1966)
El paseillo (1968)