
Cualquiera de su época, y de la nuestra, lo hubiera tomado por loco o por quijotesco, pero, en realidad, Domingo Fontán era algo más que un tipo curioso a quien no detectaron altas capacidades ni en su infancia ni en su adolescencia, qué raro, cuando hoy se las detectan a un elevado número del alumnado. En todo caso, a los expertos educativos, a los padres y a los burócratas se les escapó que aquel niño que había sido educado por su tío materno en Noia (A Coruña), y que a los doce años entraba a cursar sus estudios de Filosofía en la Universidad de Santiago de Compostela, era un portento y un visionario que acabaría por cartografiar Galicia, influenciado por las palabras de su profesor en Ciencias Exactas y Naturales, estudios que Fontán empezó en 1809, siete años después de licenciarse en Filosofía y tras haber participado activamente en la sublevación popular contra las tropas napoleónicas. Durante aquellos años académicos, entre 1812 y 1814, se convirtió en discípulo de José “Matemático” Rodríguez, sin duda, el lalinense era uno de los genios de entonces. Rodríguez había dicho algo así como que todo país necesita su mapa. Y esa necesidad fue recogida por Fontán, que se empeñó y logró hacer el más preciso. Entre 1817 y 1834 se dedicó a recorrer Galicia, ya fuese a pie o a caballo, parando aquí y allí, recibiendo rechazo o ayuda, para medir y registrar todo accidente geográfico, desde ríos a parroquias, montes, acantilados, rías y valles, tomando como punto cero la Torre Berenguela, también conocida como Torre del Reloj, de la catedral compostelana. Lo hizo con un cuaderno y un lápiz, ¿o era una estilográfica?, y empleado los instrumentos adquiridos para la Universidad, los que Rodríguez había comprado en Londres y París. Viajaba solo y, ocasionalmente, acompañado por José Valladares. Sufrió rechazo, pero también aceptación, así como encontró otros colaboradores como el topógrafo y arquitecto Domingo Lareo y del profesor Manuel Rufo Fernández. Hacia finales de 1834, diecisiete años después de iniciar su recorrido, concluyó la “Carta Geométrica de Galicia”, era el primer mapa topográfico científico que se hacía en España, el más preciso, tanto que todavía se empleaba en el siglo XX, hasta la aparición de las fotografías por satélite, ya en la década de 1950. Esa fue su gran obra, aunque no la única, pues este matemático, profesor, geógrafo, político y empresario nacido en el municipio de Portas (Pontevedra) colaboró en el Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal, obra de Sebastián de Miñao, y en el desarrollo y puesta en marcha del primer tren gallego, un proyecto que no pudo ver hecho realidad, pero que sin él, tal vez, no hubiese sido…

Retrato de Domingo Fontán, obra pintada en 1852 por Antonio Esquivel (y conservada en la Universidad De Santiago de Compostela)
Nadie ha hecho una película sobre la vida y obra de Fontán, ni una serie, al contrario que del marqués de Salamanca, un empresario a quien Edgar Neville convierte en héroe nacional en el film homónimo que le dedica. Hace unos años, escribía en el blog sobre la película de Neville e iniciaba el comentario expresando mis dudas. En realidad, era una que no lo era, pues me servía de introducción para el texto, que empezaba así: <<Dudo que la Comisión encargada de celebrar el centenario del primer ferrocarril de España, la línea Barcelona-Mataró inaugurada en 1848 e impulsada por Miquel Biada Bunyol —aunque atendiendo a la fecha y a la realidad política de Cuba, durante la práctica totalidad del siglo XIX, la primera fue la que unió La Habana con Bejucal, en 1837; y aún se dice que hubo una anterior, en Asturias, aunque la máquina que avanzaba sobre los rieles no era de vapor, sino de tracción animal—, encontrase un cineasta mejor que Edgar Neville para llevar a cabo la biografía de José de Salamanca y Mayol, el emprendedor malagueño que hizo posible el trayecto ferroviario entre Madrid y Aranjuez, proyectado en 1845 e inaugurado en 1851>>. Veintidós años después, había más de seis mil kilómetros de vías en España, cuando se inauguró el ferrocarril compostelano en 1873, que unía la estación de Cornes (Conxo) con Carril. Era el primer tren gallego, el que años después conduciría el cuerpo exhumado de Rosalia de Castro de Padrón a Santiago, para enterrarla en el Panteón dos Galegos Ilustres, en la Iglesia de Santo Domingo de Bonaval, donde desde 1988 también descansan los restos de Fontán, el gran geógrafo responsable del proyecto inicial del ferrocarril que uniría Santiago con el mar, un proyecto que resultó un cúmulo de problemas y lleno de obstáculos —su historia se cuenta en el libro El tren de Rosalía*—. Pero Fontán tenía planes mayores, que no buscaban beneficios locales, sino de Galicia, como sería enlazar ese tramo con A Coruña, al norte, y con Vigo, al sur, dos ciudades que luchaban entre ellas por sacar adelante sus propios proyectos ferroviarios, aquellos que las uniese a Madrid. Se trataba de proyectos faraónicos, de elevado coste y, prácticamente, irrealizables hasta décadas después; como finalmente sucedió. Fontán, que conocía mejor que ningún otro la geografía gallega, tenía clara la viabilidad del tren de Santiago a Padrón; más adelante el proyecto se ampliaría hasta alcanzar Carril, en la ría de Arousa, lo que suponía unos cuarenta kilómetros de línea férrea. La idea era que, demostrando la posibilidad de llevar a cabo este “pequeño” proyecto, se pudiesen llevar a cabo los siguientes y así unir Galicia por ferrocarril y enlazarla con el resto de la península. Pero coruñeses y vigueses demostraron una vez más su localismo y su rivalidad. Eran los dos puertos gallegos más importantes y un tren que les uniese a Madrid aumentaría su comercio y sus beneficios, sin embargo, la dificultad del terreno y la falta de inversores, así como la propia competencia, jugó en contra de ambos. Algo más fácil lo tuvo el de Santiago, pero Fontán, fallecido en 1866, durante una estancia en el balneario de Cuntis, no pudo verlo hecho realidad ni impulsar la creación de los tramos que uniesen Vigo y Coruña —hasta 1943, estas localidades no estarían entrelazadas por ferrocarril— mediante el entramado santiagués y de ahí, por Monforte, a Castilla…
*****
Calquera da súa época, e da nosa, tomaríao por tolo ou por quixotesco, mais, en realidade, Domingo Fontán era algo máis que un tipo curioso a quen non detectaron altas capacidades nin na súa infancia nin na súa adolescencia, que raro, cando hoxe as detectan a un elevado número do alumnado. En todo caso, aos expertos educativos, aos pais e aos burócratas escapoúselles que aquel neno educado polo seu tío materno en Noia (A Coruña), e que a os doce anos entraba a cursar os seus estudos de Filosofía na Universidade de Santiago de Compostela, era un portento e un visionario que acabaría por cartografar Galicia, influenciado polas palabras do seu profesor en Ciencias Exactas e Naturais, estudos que Fontán empezou en 1809, sete anos despóis de licenciarse en Filosofía e tras participar activamente na sublevación popular contra as tropas napoleónicas. Durante aqueles anos académicos, entre 1812 e 1814, converteuse en discípulo de José “Matemático” Rodríguez, sen dúbida, o lalinense era un dos xenios de entón. Rodríguez dixo algo así como que todo país necesita o seu mapa. E esa necesidade foi recollida por Fontán, que se empeñou e acadou o máis preciso. Entre 1817 e 1834 adicouse a percorrer Galicia, xa fose a pé ou a cabalo, parando aquí ou acolá, recibindo rechazo ou axuda, para medir e rexistrar todo accidente xeográfico, dende ríos a parroquias, montes, acantilados, rías e vales, tomando como punto cero a Torre Berenguela, tamén coñecida como Torre do Reloxo, da catedral compostelana. O fixo cun caderno e un lápis, ou era unha estilográfica?, e empregando os instrumentos adquiridos para a Universidade, os que Rodríguez mercara en Londres e París. Viaxaba só e, ocasionalmente, acompañado por José Valladares. Sufriu rexeitamento, pero tamén aceptación, así como atopou outros colaboradores como o topógrafo e arquitecto Domingo Lareo e do profesor Manuel Rufo Fernández. Cara fináis de 1834, dezasete anos despóis de iniciar o seu percorrido, concluíu a “Carta Geométrica de Galicia”, era o primeiro mapa topográfico científico que se facía en España, o máis preciso, tanto que aínda empregábase no século XX, ata a aparición das fotografías por satélite, xa na década de 1950. Esa foi a súa gran obra, aínda que non a única, pois este matemático, profesor, xeógrafo, político e empresario nado no concello de Portas (Pontevedra) colaborou no Diccionario xeográfico-estadístico de España e Portugal, obra de Sebastián de Miñao, e no desenvolvemento e posta en marcha do primeiro tren galego, un proxecto que non puido ver feito realidade, pero que sen el, tal vez, no sería…
Ninguén fixo unha película sobre a vida e obra de Fontán, nin unha serie, ao contrario que do marqués de Salamanca, un empresario a quen Edgar Neville converte en heroe nacional no film homónimo que lle dedica. Fai uns anos, escribía no blog sobre a película de Neville e iniciaba o comentario expresando ás miñas dúbidas. En realidade, era unha que non o era, pois servíame de introducción para o texto, que empezaba deste xeito: <<Dudo que la Comisión encargada de celebrar el centenario del primer ferrocarril de España, la línea Barcelona-Mataró inaugurada en 1848 e impulsada por Miquel Biada Bunyol —aunque atendiendo a la fecha y a la realidad política de Cuba, durante la práctica totalidad del siglo XIX, la primera fue la que unió La Habana con Bejucal, en 1837; y aún se dice que hubo una anterior, en Asturias, aunque la máquina que avanzaba sobre los rieles no era de vapor, sino de tracción animal—, encontrase un cineasta mejor que Edgar Neville para llevar a cabo la biografía de José de Salamanca y Mayol, el emprendedor malagueño que hizo posible el trayecto ferroviario entre Madrid y Aranjuez, proyectado en 1845 e inaugurado en 1851>>. Vintedous anos despóis, había máis de seis mil kilómetros de vías en España, cando se inaugurou o ferrocarril compostelano en 1873, que unía a estación de Cornes (Conxo) con Carril. Era o primeiro tren galego, o que anos máis tarde conduciría o corpo exhumado de Rosalia de Castro de Padrón a Santiago, para enterrala no Panteón dos Galegos Ilustres, na Igrexa de Santo Domingo de Bonaval, onde desde 1988 tamén descansan os restos de Fontán, o gran xeógrafo responsable do proxecto inicial do ferrocarril que uniría Santiago có mar, un proxecto que resultou un cúmulo de problemas e cheo de obstáculos —a súa historia se conta no libro El tren de Rosalía—. Pero Fontán tiña plans maiores, que non buscaban beneficios locais, senón de Galicia, como sería enlazar ese tramo coa Coruña, ao norte, e con Vigo, ao sur, duas cidades que loitaban entre elas por sacar adiante os seus propios proxectos ferroviarios, aqueles que as unise a Madrid. Tratábase de proxectos faraónicos, de elevado custo e, prácticamente, irrealizables ata décadas despóis; como finalmente aconteceu. Fontán, que coñecía mellor que ningún outro a xeografía galega, tiña clara a viabilidade do tren de Santiago a Padrón; máis adiante o proxecto ampliaríase ata alcanzar Carril, na ría de Arousa, o que supuña uns corenta kilómetros de línea férrea. A idea era que, demostrando a posibilidade de levar a cabo este “pequeno” proxecto, pudiesen levar a cabo os seguientes e así unir Galicia por ferrocarril e enlazala co resto da península. Pero coruñeses e vigueses demostraron unha vez máis o seu localismo e a súa rivalidade. Eran os dous portos galegos máis importantes e un tren que os unise a Madrid aumentaría o seu comercio e os seus beneficios, sin embargo, a dificultade do terreno e a falta de inversores, así como a propia competencia, xogou en contra de ambos. Algo máis fácil o tuvo o de Santiago, pero Fontán, falecido en 1866, durante unha estancia no balneario de Cuntis, non pudo velo feito realidade nin impulsar a creación dos tramos que uniesen Vigo e Coruña —ata 1943, estas localidades non estarían entrelazadas por ferrocarril— mediante o entramado santiagués e de aí, por Monforte, a Castela…

*Tomás Cavanna Benet: El tren de Rosalía. Historia del primer ferrocarril gallego. Alvarellos Editora/Consorcio de Santiago, Santiago de Compostela, 2023.