viernes, 21 de septiembre de 2012

Sturges, escrito y dirigido por



"Escrito y dirigido por Preston Sturges" es el rótulo que se lee al final de los créditos que dan paso a la acción de 
El gran McGinty, una película que significó el debut de Preston Sturges en la dirección y la llave para que otros le siguieran. Esta oportunidad le llegó gracias al éxito de sus guiones y a su buena relación profesional con William LeBaron, por aquel entonces jefe de los estudios Paramount, a quien el cineasta le ofreció el guión del film aludido a cambio de un dolar y de ser el encargado de su realización. LeBaron aceptó la propuesta y, para sorpresa de todos, El gran McGinty fue un éxito de público. En este primer contacto con la dirección ya se descubren muchas de las constantes que aparecen en el cine de su autor: la crítica social, enfocada desde un punto de vista satírico, la presencia de actores asiduos en su filmografía o un personaje principal obligado a buscar el triunfo, asfixiado por el entorno social en el que vive. Hasta 1940 parecía imposible que en Hollywood un guionista pudiera dirigir sus guiones (o los de cualquier otro), ya que existía la creencia de que si uno era escritor no podía ser buen realizador, por lo que resultaba más sencillo que un director artístico, un ayudante de dirección o un director de fotografía pudiera acceder a la realización antes que los Preston Sturges, John Huston, Billy Wilder, Delmer Daves, Joseph L. Mankiewicz o Robert Rossen. Así pues, la idea de que un escritor no podía dirigir se convirtió en una realidad, aunque no por la falta de aptitudes de los guionistas, sino por la ausencia de oportunidades para demostrar que aquello no era más que una solemne estupidez. Y eso fue lo que hizo Preston Sturges, demostrar que era posible compaginar ambas actividades y lograr excelentes resultados.


Sturges
, inventor y empresario, inició su carrera artística en el ámbito teatral, para poco después trasladarse a Hollywood tras ser contratado como guionista. Hacia finales de la década de 1930, era uno de los escritores más prestigiosos de la Paramount, de no ser así, no le habrían permitido pasar a la dirección. El caso fue que se encontraba en una situación inmejorable dentro de la major, gracias al éxito de sus guiones, sobre todo al éxito de Una chica afortunada (Mitchell Leisen, 1936), y a su relación con LeBaron. El poder y la gloria (William K. Howard, 1933), Una chica angelical (William Wyler, 1935), Si yo fuera rey (Frank Lloyd, 1938) o Recuerdo de una noche (Mitchell Leisen,1940), son algunas de las películas en las que se acreditó su autoría, pues colaboraría en otros films en los que su nombre no aparece acreditado en los títulos. Es más que probable que, mientras acudía a los rodajes de estas y de otras producciones, se preguntase por qué no podía dirigirlos él mismo, sí conocía el material mejor que cualquiera y había aprendido lo suficiente para atreverse a dar el paso y sentarse en la silla del director. Para alguien con ganas de hacer su propio cine, la idea de pasar a la dirección era la más lógica. Hacia finales de la década de 1930, Sturges se sabia preparado para dar el salto y también empezaba a arrepentirse de haber abandonado el teatro para convertirse en un escritor de guiones de Hollywood, oficio bien remunerado, sí, pero de menor prestigio que el de dramaturgo y sin ningún control sobre el guion, una vez entregado al estudio. Pero, más que nada, estaba harto de que no se imprimiese el ritmo adecuado a sus argumentos, faltos del humor y de la mordacidad que él sí habría dotado a la acción. El gran McGinty, la primera de las doce películas que realizó, le valió el Oscar al mejor guión y la posibilidad de continuar haciendo lo que quería. Durante los cuatro años que siguieron (1940-1944) Sturges se convirtió en el director estrella de la Paramount (estatus compartido con Cecil B. DeMille), en su seno realizó ocho comedias inolvidables: El gran McGinty, Navidades en julio, Las tres noches de Eva (la primera en la que contó con dos grandes estrellas en el reparto), Los viajes de Sullivan (su obra más reconocida), Un marido rico, El milagro de Morgan Creek, Salve, héroe victorioso y El gran momento. Sin embargo, tras la sustitución de LeBaron como jefe del estudio, surgieron discrepancias entre Sturges y el nuevo responsable de la productora, quien, después de entrometerse en sus últimos rodajes, le ofreció la renovación de su contrato, pero sin derecho al montaje final de las películas que dirigiera, condición que el cineasta consideró inaceptable y le convenció para poner punto y final a la mejor etapa de su carrera. Buscando la independencia creativa se asoció con Howard Hughes, aunque el millonario se reservó la opción de disolver dicha asociación en el momento que él considerase oportuno. Y así, después de dos años alejado del cine, regresó con su propia (es un decir) compañía, dentro de la cual barajó varios proyectos, alguno como productor y otros como realizador. Finalmente, en 1947, estrenó una nueva comedia, El pecado de Harold Diddlebock, un homenaje al cine mudo que recuperaba a Harold Lloyd, mítica estrella del slapstick silente, a quien Sturges admiraba por sus comedias mudas. Fue una película en la que asumió el control absoluto, salvo cuando Hughes decidió inmiscuirse en el montaje final, cortando varios minutos y quedándose solo con las secuencias que consideró divertidas. Poco después el magnate le comunicó la disolución de la compañía y fue cuando Sturges decidió regresar a los grandes estudios, en concreto firmó con la 20th Century Fox, para la que rodó Infielmente tuya y The Beautiful Blonde from Bashful Bend, dos películas que fueron sendos fracasos, lo que provocó que los productores lo considerasen veneno para la taquilla, desde un punto de vista profesional, lo peor que le puede suceder a un profesional en Hollywood, donde no volvería a dirigir. Pasados seis años volvió a ponerse detrás de las cámaras, y lo hizo en Francia, donde rodó su último largometraje: Los carnets del mayor Thompson. Aunque sus últimos años los pasó relegado al olvido, siempre es un placer y una diversión recordar
 su breve, brillante e intensa carrera, que pudo ser más amplia de no haber quedado en nada muchos de sus proyectos. Sturges tiene su lugar en la historia del cine, ya no solo por dar un paso más en la evolución cinematográfica, sino porque, tomando prestadas las palabras de Joaquim Jordá<<es un director al que admiro muchísimo, en primer lugar por su enorme capacidad narrativa. Es un genio. Sabe contar historias muy difíciles y rompe todos los tabúes. Sus películas son deslumbrantes y, a la vez, es absolutamente corrosivo. Está instalado en el éxito y, a la vez, sabe cagarse en él, lo cual está muy bien>>.1



Filmografía como director

El gran McGinty (The Great McGinty, 1940)



Navidades en Julio (Christmas in July, 1940)



Las tres noches de Eva (The Lady Eve, 1941)



Los viajes de Sullivan (Sullivan's Travels, 1942)



Un marido rico (The Palm Beach Story, 1942)



El milagro de Morgan Creek (The Miracle of Morgan's Creek, 1944)



Salve, héroe victorioso (Hail the Conquering Hero, 1944)



El gran momento (The Great Moment, 1944)



El pecado de Harold Diddlebock (The Sin of Harold Diddlebock, 1947)



Infielmente tuya (Unfaithfully Yours, 1948)



Beautiful Blonde from Bashful Bend (1949)

Los carnets del mayor Thompson (Les carnets du major Thompson, 1955-1957)


1.Joaquim Jordá: Nosferatu. Revista de cine núm. 52, abril 2006

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