Las he visto peores, pero solo recuerdo tres películas en las que abandoné la sala antes de que concluyese la acción. Una de ellas fue El mundo perdido (The Lost World: Jurassic Park, 1997), la secuela de aquel Parque Jurásico (Jurasic Park, 1993) en el que Steven Spielberg jugaba con dinosaurios digitales con mayor gracia, puesto que, en su segundo encuentro con los saurios, el realizador de Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998) parece cansado de sus juguetes. Aún así, se toma más de dos horas para no decir nada; ni fantasea, ni juega, se limita a repetir situaciones, planos, chistes, frases e introducir guiños cinéfilos. Saluda a los cazadores de Hatari (Hatari!; Howard Hawks, 1962) y, cuando llega a San Diego y yo abandono la sala, a King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933) y Godzilla (Gojira; Ishiro Honda, 1954) e incluso, en su conjunto, puede que recuerde El mundo perdido (The Lost World, 1925) silente filmado por Harry O. Hoyt. Cualquiera de los nombrados se encuentran a años luz de este despropósito o desventura que reúne a Tiranosaurios con instintos paternales y maternales, a un trio de observadores que no observa nada que no hayamos visto, a un grupo de cazadores de relleno, contratados por un ambicioso e inepto ejecutivo, y a un Malcolm (Jeff Goldblum) que se niega a tener un segundo encuentro con los bichejos que conoció en la isla Nublar; quizá en el rechazo del matemático se encuentre el del propio Spielberg, aunque, de ser así, ¿por qué filmar una segunda parte? Desconozco los motivos del cineasta, los de Malcolm los justifican con Sarah Harding (Julianne Moore), su aguerrida y curiosa pareja, a quien pretende rescatar de la isla de los dinosaurios, pero también le endosan una hija (Vanessa Lee Chester) chillona y gimnasta que se cuela en el transporte que conduce a Malcolm y compañía a la isla costarricense donde se desarrolla la mayor parte del film, posiblemente el peor film de Spielberg, al menos, en estos momentos que escribo, no recuerdo otro que le haga sombra, aunque tenga títulos como 1941 (1979) u otros mitificados, como Encuentros en la tercera fase (Close Encounters of the Third Kind; 1977), que tampoco son para echar cohetes o naves al espacio. Pero es que El mundo perdido de Jurasic Park carece de cualquier atractivo y, entre otras carencias, le falta la ironía necesaria para burlarse de sí mismo y, al tiempo, ofrecer diversión. Hay aburrimiento, clonación de ideas, ausencia de ganas de hacer algo diferente; entonces ¿por qué hacer algo sin aparentes ganas, ni convicción? ¿Acaso la película es como Malcolm, que se ve forzado a repetir experiencia por fuerza mayor o es que Spielberg necesitaba desahogo y ligereza emocional después de rodar la más compleja La lista de Schindler (Schindler's List, 1993)?
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