jueves, 8 de agosto de 2019

La semilla del tamarindo (1974)


Los personajes que encumbraron a Julie Andrews también son los más vacíos y superficiales. Primero Alfred Hitchcock en Cortina rasgada (Torn Curtain, 1966) y después Blake Edwards apostaron por su capacidad dramática, aunque fue este último quien la desligó definitivamente de aquellas inmaculadas y musicales imágenes que aún perduran en la memoria popular. Bajo la dirección de su marido, la estrella alcanzó su plenitud como actriz interpretando personajes con debilidades, emociones, frustraciones y ambiciones humanas. Fue una transformación que se prolongó en el tiempo y en la sucesión de títulos comunes que se inició en la comedia musical Darling Lili (1970) y continuó en La semilla del tamarindo (The Tamarind Seed, 1974), la película que ponía distancia entre Hollywood y Edwards. El idilio profesional del director y guionista con la industria cinematográfica hollywoodiense había alcanzado su momento álgido durante la década de 1960, con la sucesión de éxitos artísticos y comerciales que ensombrecen aquella parte de su filmografía que, deambulando entre distintos géneros, no obtuvo el respaldo del público, tampoco el de la crítica de la época. Sin embargo, encontramos en la parte oculta Dos hombres contra el oeste (Wild Rovers, 1971) y La semilla del tamarindo, dos destacadas muestras del interés del cineasta por las relaciones humanas dentro de espacios que no las favorecen. La primera es un western crepuscular, que ha ganado su merecido reconocimiento y que no contó con la participación de Andrews, mientras que la segunda concede el protagonismo a la estrella de Sonrisas y lágrimas (The Sound of the Music, 1965), aunque todavía permanece en un lugar discreto dentro de la obra del artífice de La pantera rosa (The Pink Panther, 1963). Los créditos que abren La semilla del tamarindo pueden plantear si se trata de un sucedáneo de James Bond dirigido por Edwards, pero, apenas transcurridos cinco minutos, se disipa cualquier duda al respecto. No existe más parecido entre la propuesta del director de Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany's, 1961) y la saga del agente 007 que el ambientarse en un entorno de espías. A diferencia de las películas inspiradas en el personaje creado por Ian Fleming, el espionaje y la guerra fría expuestos por Edwards se desarrollan en las sombras, en la intimidad y en la ausencia de la acción explosiva y del espectáculo bondiano.


El principio y el fin del film son sus personajes, humanos y grises. En La semilla del tamarindo no hay héroe ni villano, solo hombres y mujeres que viven atrapados en el momento histórico que divide al mundo en dos grandes bloques ideológicos, capitalismo y comunismo, que recelan el uno del otro sin posibilidad de acercamiento. Pero, más allá del espionaje, estamos ante una historia que nos habla de la construcción del amor y de la dificultad de construirlo; nos habla de emociones y sentimientos que se ven afectados por el panorama geopolítico que amenaza la posibilidad de acercamiento de la británica Judith Farrow (Julie Andrews) y el ruso Feodor Sverdlov (Omar Sharif). Su encuentro en Barbados, donde ambos pasan sus vacaciones y se alejan de sus respectivas realidades, alerta al servicio secreto británico, que pone en marcha la operación de vigilancia que desvela la desconfianza, el mundo de apariencias y la paranoia que dominan en las altas esferas. La exposición de los hechos, que encuentran su inspiración literaria en la novela de Evelyn Anthony, se aleja de la propaganda y de la cultura pop para acceder a la pareja protagonista, a su intento de poder ser. Pero también encontramos una segunda pareja, el matrimonio que agoniza en su inevitable proceso de destrucción. Ambas interesan a 
Edwards, los deseos y las frustraciones, las ambiciones y las mentiras, las posibilidades y su ausencia. Mas no por ello se olvida de la intriga, aunque la emplea como la excusa que posibilita el conflicto externo que afecta el interior de una mujer que ha sufrido en sus relaciones con los hombres, que desconfía del amor y que busca ser ella misma, o de un espía que ya no cree en las promesas que le habrían llevado a la existencia que, aunque no lo exprese a viva voz, pretende cambiar a raíz de su encuentro con Judith.

No hay comentarios:

Publicar un comentario