miércoles, 2 de febrero de 2022

Michael Balcon. El espíritu de la Ealing


Puede que las nuevas generaciones de aficionados al cine desconozcan el nombre de Michael Balcon, pero sin él, la historia del cine británico habría sido otra, posiblemente también la mundial, huérfana de las primeros "Hitchcock”, en los que se produjo el aprendizaje del futuro cineasta responsable de Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959), y sin Ealing Studios y, por tanto, sin sus joyas cómicas, que encuentran en la idiosincrasia británica una fuente de inspiración para su humor e ironía: Pasaporte para Pimlico (Passport to Pimlico, Henry Cornelius, 1949), Whisky Galore (Alexander Mackendrick, 1949), Ocho sentencias de muerte (Kind Hearts and Coronets, Robert Hamer, 1949), El hombre del traje blanco (The Man in the White Suit, Alexander Mackendrick, 1951), Oro en barras (The Lovender Hill Mob, Charles Crichton, 1951), Los apuros de un pequeño tren (The Titfield Thunderbolt, Charles Crichton, 1953), El quinteto de la muerte (The Ladykillers, Alexander Mackendrick, 1955), entre otras. E incluso, especulando más posibilidades en plan Capra en ¡Qué bello es vivir! (It’s a Wonderful Life, 1946), pero sin ángel, puede que sin Balcon, Mackendrick no tuviese la oportunidad de convertirse en uno de los grandes cineastas de su tiempo, ni que su hija Jill Balcon quisiera ser actriz o que el nieto de este productor imprescindible, un muchacho llamado Daniel Day-Lewis, hijo de Jill y del poeta Cecil Day-Lewis, no se dedicara a la actuación y otros actores protagonizasen The Boxer (Jim Sheridan, 1997) y Pozos de ambición (There Will Be Blood, Paul Thomas Anderson, 2007).


Años antes de ser el alma mater del mítico estudio londinense, en 1921
Balcon se asociaba con Victor Saville para fundar Victory Motion Pictures, su primera productora, aunque no sería hasta después de su viaje a Berlín, y de su visita a los estudios U.F.A. por donde camparía el gran Murnau, cuando pone en marcha un proyecto más ambicioso: la Gainsborough Studios. La empresa no tardó en dar sus frutos y sus primeros éxitos, gracias a la gestión y al buen olfato de Balcon para descubrir talento y apostar por historias cercanas al público británico. El éxito del estudio llamó la atención y le llegaron ofertas, una de las cuales aceptó y compaginó su labor al frente de su compañía. Era un nuevo paso en su evolución, era, ni más ni menos, la dirección de la Gaumont Bristish Pictures, la filial británica de la poderosa compañía cinematográfica francesa. No obstante, al igual que sucede con su estancia en la MGM británica, esta época no brilla en el imaginario como lo hace el periodo de la Ealing, ni siquiera como sus años en Gainsborough, que se relacionan con los orígenes de Hitchcock. Balcon lo había contratado como ayudante de dirección y fue quien le propuso dirigir. Bajo su producción, el cineasta debutó como ayudante de Graham Cutts, en De mujer a mujer (Woman to Woman, 1923), y posteriormente en la realización con El jardín de la alegría (The Pleasure Garden, 1925), aunque El enemigo de las rubias (The Lodger, 1927) es la mejor película realizada por el responsable de Rebeca (Rebecca, 1940) en su relación con el productor y uno de los mejores films del cine mudo inglés. Pero este no solo fue el descubridor del futuro “maestro del suspense”, sino también de Robert Stevenson, Charles Crichton o Alexander Mackendrick y otros realizadores imprescindibles en el apogeo Ealing, sin duda, el periodo dorado de Balcon y de la comedia inglesa, aunque el estudio también produjo cine d e propaganda bélico durante la II Guerra Mundial, dramas tal que el histórico Matrimonio de estado (Saraband for Dead LoversBasil Dearden, 1948) o el pedagógico Mandy (Alexander Mackendrick, 1952), un film de fantasía hoy mítico, Al morir la noche (Dead of Night, Basil Dearden, Alberto Cavalcanti, Robert Hamer y Charles Crichton, 1945), o una aventura biográfica tan atractiva como la de Scott of the Antartic (Charles Frend, 1948). Con la entrada de la década de 1930, el productor asumió el control de la filial inglesa de la MGM, aunque, consumido por las exigencias empresariales y comerciales de la major, no tardaría en recuperar su independencia y buscarse la vida en un pequeño estudio que asumió su nombre de Ealing Green, la zona donde se ubicaba el edificio.



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