lunes, 1 de enero de 2024

Lillian Gish. La inocencia perdida del cine

<<La señorita Gish era una estrella que daba el máximo de sí misma. Se metía hasta el fondo y de corazón en todo lo que hacía […] El cine no ha contado con una actriz tan consagrada a él como Lillian Gish.>> (1) No veo motivo para dudar de las palabras de King Vidor a la hora de afirmar la entrega y profesionalidad de una de las más grandes estrellas del periodo silente. Y no lo veo porque los resultados están ahí, en sus más de setenta años dedicados a la interpretación (teatro, cine, televisión) y en las películas que protagonizó. Pero no fue Vidor quien la descubrió, ni quien trabajó con ella en más ocasiones, de hecho el nombre de la actriz va ligado al de otro imprescindible del cine. La actriz inició su aventura cinematográfica a las órdenes de David Wark Griffith, el cineasta que la llevó a lo más alto. Con él trabajó y aprendió desde 1912 hasta 1921, un periodo durante el cual ambos fueron creciendo artísticamente, al tiempo que hacían crecer el cine como medio de expresión visual en títulos como El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, 1914) o Intolerancia (Intolerance, 1916). El año de su debut, 1912, la actriz interpretó doce cortometrajes a las órdenes de Griffith y, según cuál, al lado de su hermana Dorothy. También coincidió en pantalla con su madre Mary Gish y con otras grandes estrellas que foguearon sus respectivas carreras en el seno de la factoría Griffith; caso de Mary Pickford, Mae Marsh, Lionel Barrymore y Christy Cabanne. Lillian Gish se superó a base de entrega a su trabajo y acabó siendo la gran dama del cine estadounidense silente, capaz de expresar fragilidad, vulnerabilidad, inocencia, resignación o entereza con sus ojos, su boca, su rostro. Los primeros planos de Gish son inolvidables capturas de emociones, son elocuentes puentes hacia la interioridad emocional de sus personajes. De aspecto delicado, la actriz dio vida a mujeres marcadas, condenadas, sensibles, sufridas, obligadas a superar dificultades o a perecer ante ellas. Algunos de sus mejores roles permanecen en la memoria del cine. Es la imagen de una época remota, la del cine silente, la de la inocencia perdida. Sus heroínas trágicas en Corazones del mundo (Hearts of the World, Griffith, 1918), Lirios rotos/La culpa ajena (Broken Blossoms, David Wark Griffith, 1919), Las dos tormentas (Way Down East, Griffith, 1920), Las dos huérfanas (Orphans of the Storm, Griffith, 1921), La hermana blanca (The White Sister, Henry King, 1923), Rómula (Romola, Henry King, 1924), Vida bohemia (La Bohème, King Vidor, 1926), La mujer marcada (The Scarlett Letter, Victor Sjöström, 1926) o El viento (The Wind, Victor Sjöström, 1928), solo son ejemplos de su arte dramático, de la evolución del cine y de la suya propia. <<Formaba parte de la historia de Hollywood, no solo era la estrella por excelencia de Griffith sino una de las fundadoras del viejo Hollywood. Era virtualmente su propia productora, una colaboradora de sus directores y guionistas, una experta en diseño y fotografía.>> (2) En la cima de su popularidad y de su carrera, llegó el sonoro, pero el adelanto no la apartó del cine, sino el cansancio que le producían los nuevos tiempos y la autoritarismo de magnates como Louis B. Mayer, que presidía la MGM a la que la actriz llegó como la gran estrella que era, con un contrato por seis películas a cambio de 800.000 dólares y el derecho a escoger sus películas, sus directores y sus compañeros de reparto. Así que, tras cumplirlo, decidió abandonar California y regresar a los escenarios neoyorquinos, aunque reapareciendo de cuando en cuando en la pantalla, en interpretaciones también inolvidables en títulos no menos memorables como Duelo al sol (Duel at the Sun, King Vidor, 1946), Jennie (Portrait of Jennie, William Dieterle, 1948), La noche del cazador (1955) o Los que no perdonan (The Unforgiven, John Huston, 1960). Inolvidable para quien guste del cine, Lillian Gish recorrió las distintas etapas del hollywoodiense del siglo XX, cerrando su periplo en Dulce libertad (Sweet Liberty, Alan Alda, 1986) y Las ballenas de agosto (The Whales in August, Lindsay Anderson, 1987), su última interpretación para la gran pantalla, setenta y cinco años después de sus primeros trabajos para Griffith…


(1) King Vindor: Un árbol es un árbol (traducción de Francisco López Martín). Paidós Ibérica, Barcelona, 2003.

(2) Ethan Mordden: Los estudios de Hollywood (traducción de Juan Bertevoro). Torres de papel, Madrid, 2014.

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