jueves, 28 de febrero de 2013
Skyfall (2012)
martes, 26 de febrero de 2013
Mayor Dundee (1965)
Arma letal (1987)
lunes, 25 de febrero de 2013
Ruta suicida (1977)
domingo, 24 de febrero de 2013
El prisionero de Zenda (1952)
sábado, 23 de febrero de 2013
Europa (1991)
viernes, 22 de febrero de 2013
El infierno del odio (1963)
jueves, 21 de febrero de 2013
¡Qué ruina de función! (1992)
La mayor parte del público que acude al estreno lo hace en busca de diversión, ajeno a los aspectos que no se muestran sobre las tablas del escenario, y que sí se descubren entre bastidores o en los ensayos; se trata de circunstancias e imprevistos que Lloyd Fellowes (Michael Caine) conoce de primera mano, no en vano es el director de la comedia que va a representarse en esa sala teatral que abandona antes de que se levante el telón. Intranquilo, tenso, asustado, Lloyd se pasea por Broadway al tiempo que realiza un recorrido por los malentendidos y equívocos que se descubren desde sus recuerdos y sus palabras. El tiempo retrocede hasta detenerse el día del estreno en Des Moines, durante el último ensayo, donde se ultima el primer acto de la comedia que va a ser representada por un elenco un tanto peculiar. Allí se observa la constante presencia de Fellowes, consciente de que si continúan por esos derroteros la obra será un estrepitoso fracaso, ya que todo parece salir mal; aunque probablemente en anteriores montajes habría sentido lo mismo al tener que lidiar con algún actor que, al igual que Frederick Dallas (Christopher Reeve), mostrase sus dudase ante el guión, del mismo modo habría dirigido a otros tan desorientados como Selsdon (Denholm Elliott) o a parejas de enamorados como Garry (John Ritter) y Dotty (Carol Burnett). No obstante, después de observar lo que sucede en el escenario, se entiende que las preocupaciones de Lloyd vayan más allá de mantener el equilibrio en sus relaciones afectivas con Poppy (Julie Hagerty) y Brooke (Nicollette Sheridan). Con la conclusión del ensayo se cierra la primera parte del film, que inmediatamente levanta el telón en la matinee que tiene lugar en Miami Beach ante un grupo de ancianos que aguarda el comienzo de un espectáculo que en nada se parece al que se está desarrollando detrás del decorado. Las escenas que supuestamente observan los espectadores serían similares a las mostradas durante el desastroso ensayo, sin embargo la cámara de Peter Bogdanovich se centra en el enredo que se desarrolla fuera de escena, aumentando de ese modo la sensación caótica y desastrosa que nunca abandona a un montaje que posteriormente se traslada a Cleveland. Por tercera vez se observa a los actores representando ese primer (y único) acto, pero en esta ocasión la atención vuelve a centrarse en la representación del libreto, aunque desde una perspectiva alocada como consecuencia de nuevos malentendidos entre los miembros de la compañía. ¡Qué ruina de función! (Noises off) utiliza ese primer acto como excusa para dar rienda suelta a un divertido enredo, perfectamente sincronizado en los tres recuerdos, cada uno de los cuales resulta necesario para completar una perspectiva muy divertida de los entresijos que rodean la puesta en marcha de un montaje teatral un tanto especial, causante del miedo escénico que domina a Fellowes en el presente, mientras aguarda la confirmación de la catastrófica noche de estreno en Broadway.
domingo, 17 de febrero de 2013
La rueda (1923)
Argo (2012)
Hacia finales de 1979, durante la administración Carter, Irán vive una revuelta islamista; sus líderes y sus seguidores alientan a la población para que rechacen y exijan al gobierno de los Estados Unidos la devolución del derrocado shá, a quien se espera someter a un juicio por sus crímenes durante sus años en el poder. Al inicio de Argo se escucha una voz que explica los antecedentes que han provocado el presente de revuelta violenta que se descubre ante la embajada estadounidense en Teherán, donde los funcionarios observan las protestas y los intentos de asalto por parte del gentío, que no deja de gritar y mostrar su violencia, hecho que asusta a los trabajadores y provoca que seis de ellos huyan por una puerta trasera. La noticia del asalto y de la toma de rehenes crea un conflicto que pone en jaque a la administración norteamericana, consciente de que no puede devolver a un líder que les ha servido en el pasado y a quien ellos habían apoyado; de ese modo los días pasan sin que se produzcan novedades al respecto de los retenidos en la embajada, lo mismo ocurre con los seis que se han escondido en la casa del embajador de Canadá (Victor Garber), que se mantienen ocultos ante las sospechas de que las fuerzas iraníes les están buscando. El tiempo juega en contra de los refugiados en la mansión del diplomático canadiense, solo es cuestión de días que los encuentren y ejecuten por su nacionalidad. Mientras tanto, en los despachos de Washington se evalúa la situación sin que se tenga claro qué hacer al respecto, ya que ninguna de las ideas propuestas parecen viables, incluso la menos mala, la expuesta por Tony Méndez (Ben Affleck), semeja un imposible. El agente de la CIA ha ideado una manera de llegar hasta los refugiados y sacarlos de Irán; no obstante nadie, salvo quizá él mismo y su superior (Brian Cranston), tiene un mínimo de fe en un proyecto que se sostiene sobre una tapadera cinematográfica que permitiría la entrada y salida del país de Oriente Medio. Sin tiempo que perder, inmediatamente después de que su plan reciba luz verde, Méndez viaja a Hollywood, donde visita al maquillador John Chambers (John Goodman), quien a su vez le pone en contacto con el productor Lester Siegel (Alan Arkin), fundamental para que la mascarada sobre una película ficticia sea creíble y pase por un proyecto tan real como La guerra de las galaxias. Durante este instante de sátira la tensión se toma un respiro para ofrecer en su lugar un toque irónico que desaparece cuando Méndez aterriza en Irán. A partir de ese instante la realidad se recrudece, se hace más inquietante gracias a una puesta en escena precisa y equilibrada en la que las piezas encajan sin necesidad de forzar situaciones dramáticas. La estancia de Mendez en suelo iraní transita entre las dudas y miedos que dominan a los refugiados, la amenaza de ser vigilados o la alta probabilidad de que el plan se venga abajo en su momento crucial, a la llegada al aeropuerto, pero sobre todo porque una vez que ha convencido a los seis se cancela la misión, hecho que provoca el conflicto moral de Méndez, que se debate entre su deber como agente y su deber como individuo que ha contraído una responsabilidad con los seis. En Argo Ben Affleck hizo frente a un film más ambicioso que sus anteriores trabajos como realizador, pero eso no quiere decir que su tercer largometraje sea mejor que Adiós, pequeña, adiós o The Town, aunque, al igual que en aquellas, queda patente que su pulso narrativo funciona a la perfección, combinando la intriga, la burla hollywoodiense y la realidad que afecta emocionalmente a unos rehenes que muestran sus temores antes y después de que el agente se presente y les exponga su plan de fuga, en el que nada juega a su favor, salvo que ellos mismos hagan creíble su papel de formar parte de un equipo canadiense en busca de localizaciones para una película de ciencia ficción que se sustenta sobre la ilusión creada en Hollywood, donde por lo visto la mentira se disfraza de verdad.
viernes, 15 de febrero de 2013
El coloso en llamas (1974)
miércoles, 13 de febrero de 2013
Yo anduve con un zombie (1943)
No considero exagerado señalar que Jacques Tourneur se sentía a gusto dentro de la serie B, pues, la producción barata le permitía un libertad creativa superior a la concedida en las producciones de alto presupuesto, mucho más controladas por los estudios y por el humor de las estrellas que en ellas participaban. Lo mismo podría decirse de Val Lewton, productor con inquietudes artísticas y encargado de dirigir el departamento de películas de bajo coste de la RKO. Tourneur y Lewton habían iniciado su productiva relación profesional mediada la década de 1930, pero fue en el siguiente decenio cuando ambos alcanzaron notoriedad compartida, con tres referentes del terror sugerido: La mujer pantera (Cat People, 1942), Yo anduve con un zombie (I Walked with a Zombie, 1943) y El hombre leopardo (The Leopard Man, 1943). De las tres, Tourneur nunca ocultó su predilección por Yo anduve con un zombie, quizá porque en ella combinó con maestría la poesía que mana de sus imágenes con la historia de amor que narra, la misma que se ve imposibilitada por los fantasmas del pasado que habitan en el presente de los personajes cuyo deambular no desentonaría en el romanticismo inglés decimonónico.
Esta “segunda” colaboración de Tourneur y Lewton arranca con Betsy Connell (Frances Dee), cuando esta acepta un puesto de enfermera sin saber quién será su paciente o que enfermedad padece. No obstante, el trabajo le permite alejarse del frío y de la nieve que se observa a través de la ventana de la oficina del abogado que la contrata. Gracias a esta breve escena se accede a algunos aspectos de la protagonista, que quedarán definidos en la siguiente, cuando se la observar sobre la cubierta del barco que la traslada a las Antillas. Para ella todo resulta novedoso y hermoso, sin embargo no tarda en descubrir la negación y el pesimismo que habita en Paul Holland (Tom Conway), con quien llega a la plantación donde presencia el rechazo existente entre él y Wesley Rand (James Ellison), su medio hermano. Sin desearlo, Betsy se convierte en testigo del distanciamiento que domina en su entorno, donde escucha los constantes reproches de Rand hacia Paul o la decepción acumulada en este personaje trágico, que la recién llegada achaca a la enfermedad de su esposa. Jessica Holland (Christine Gordon) ni habla ni siente, aunque deambula por la casa como si fuese una muerta en vida, aunque esta zombie de Tourneur y Lewton no es un ser terrible, solo una víctima del infortunio, de un rito vudú, como quieren creer algunos, o de un deterioro del sistema nerviosos, como defienden aquellos menos supersticiosos. Yo anduve con un zombie desprende un tono trágico e inquietante, aunque no por la atmósfera sombría en la que se desarrolla, ni por los ritos que se observan en determinados momentos del film, sino por ese fantasma del pasado que pervive en la figura de la muerta viviente. A medida que el relato avanza hacia su final, se confirman las sospechas de que Jessica y Wesley fueron amantes, hecho que ha creado el distanciamiento entre los hermanos, así como el sentimiento de culpabilidad que domina a Paul, de quien Betsy se enamora a pesar de ser consciente de que se trata de un amor imposibilitado por la presencia de la zombie a quien intenta curar para devolver la alegría al hombre que ama, sin saber que esa misma mujer creó el pasado en el que todos se encuentran atrapados.
martes, 12 de febrero de 2013
Punto límite (1964)
En el centro de control aéreo de Omaha se descubre una pantalla electrónica que muestra el planisferio dese donde se vigila la posición de los aparatos soviéticos y lo movimientos que se producen en los silos de misiles rusos. Allí todos son conscientes de que existe un enfrentamiento silencioso entre dos ideologías que se oponen, a pesar de guardar aspectos comunes como el temor y la amenaza que se generan la una a la otra, y que han creado ese estado de permanente ansiedad y conflicto que se vive en la sala, repleta de aparatos electrónicos de alta precisión que indican que la ciencia ha evolucionado desde la Segunda Guerra Mundial, lo mismo sucede con las estrategias militares y con las armas que llenan los arsenales de ambos países, las cuales bastarían para destruir el planeta en un solo día. Hasta el instante en el que se inicia la ficción de Punto límite (Fail-Safe, 1964) la situación se ha mantenido equilibrada y controlada, salvo por alguna que otra anomalía o señal de alarma en la pantalla de seguimiento, la mayoría provocadas por aparatos no identificados que resultan ser vuelos comerciales fuera de ruta. Sin embargo, durante una de esas alertas se produce un error mecánico que provoca el avance de un escuadrón de seis bombarderos estadounidenses hacia Moscú. Incomunicados y entrenados para seguir las instrucciones hasta sus últimas consecuencias, los pilotos y sus tripulaciones continúan con una misión que solo concluirá cuando lancen varias bombas sobre la capital rusa. Un ataque similar, aunque premeditado por un oficial desequilibrado, también se produce en ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, rodada ese mismo año por Stanley Kubrick, coincidencia nada extraña si se tiene en cuenta la realidad de aquella época, en la que aún era reciente la crisis internacional generada a raíz del descubrimiento de misiles soviéticos en suelo cubano allá por octubre de 1962. Ambas producciones desvelan preocupación y crítica hacia aquel enfrentamiento ideológico-militar, pero desde planteamientos opuestos, ya que Sidney Lumet se decantó por una perspectiva seria, más desgarradora y tensa, sin espacio para la acidez satírica que habita en la excelente propuesta de Kubrick. Lo que aquí se muestra es una reflexión sobria sobre una hipotética realidad que profundiza en los distintos comportamientos humanos que se producen durante los momentos previos a una posible guerra total. Siendo uno de los aciertos de Punto límite el no simplificar los hechos, presentando buenos y malos, puesto que en ambos bandos existirían posturas correctas e incorrectas como las que se descubren en cada uno de los frentes donde se desarrolla la trama. En el Pentágono se produce un choque dialéctico entre el general Black (Dan O'Herlihy), convencido de que cualquier conflicto nuclear sería un error irreparable, y el profesor Groeteschele (Walter Matthau), que aboga por aprovechar el fallo para que su la cultura occidental prevalezca. En la Casa Blanca se escucha la voz del primer ministro soviético a través del traductor (Larry Hagman), testigo de la situación límite que obliga al presidente de los Estados Unidos (Henry Fonda) a tomar decisiones que jamás desearía asumir, consciente de que el problema no reside en un fallo electrónico sino en el conflicto en sí mismo, algo que también se descubre en el centro de control aéreo donde dos generales, uno ruso y otro americano, mantienen una emotiva conversación mientras aguardan a que se confirme un desenlace que ninguno desea.