jueves, 7 de febrero de 2013

Siete días de mayo (1963)


Uno de los aciertos de John Frankenheimer a la hora de exponer esta intriga de ficción política residió en equilibrar el suspense y el drama que se desarrollan durante los siete días a las que alude el título, una semana en la que se enfrentan dos posturas excluyentes que se posicionan a favor y en contra del desarme nuclear, siendo una de ellas un peligro potencial para los principios básicos de la democracia en la que habita. Siete días de mayo (Seven Days in May, 1963) se abre con las imágenes de una manifestación donde se observa el choque de dos ideas antagónicas, que también se descubren en los despachos y en el resto de espacios por donde transcurre la acción de una película que se ubica temporalmente durante la Guerra Fría para especular sobre un posible desarme nuclear y las reacciones que este genera en los diversos sectores político-sociales. Inicialmente los manifestantes que se citan en el exterior de la Casa Blanca se muestran pacíficos, pasean enarbolando sus pancartas a favor o en contra del presidente Jordan (Fredric March) o del genaral Scott (Burt Lancaster), aunque el ambiente no tarda en caldearse hasta el extremo de producirse un enfrentamiento físico entre varios de los presentes, hecho que apunta hacia el peligroso distanciamiento que se está produciendo en las altas esferas, donde el líder de la nación es criticado por una actitud que algunos califican de cobarde, la cual, según los militares dominados por prejuicios y miedos como Scott, pone al país a merced del comunismo y de los soviéticos que lo representan. Ambas posturas son presentadas desde la lógica que defienden sus máximos exponentes, aunque no tarda en descubrirse que existe algo más que una disparidad de criterios, ya que el coronel Casey (Kirk Douglas) observa indicios de un posible golpe de estado, tras el cual el general asumiría el mando de la nación. La sospecha de un probable levantamiento armado provoca que el coronel acuda al presidente y le exponga sus sospechas, consciente de que los supuestos en los que se basa no sirven como pruebas. La entrevista entre el oficial y el mandatario muestra la impotencia de este último cuando se convence de que las palabras del militar no son tan descabelladas como cree su consejero (Martin Balsam), sin embargo no puede hacer nada al respecto salvo encontrar un hecho tangible que demuestre la trama y evite un levantamiento que atentaría de forma directa contra la democracia que todos los implicados han jurado defender. El tiempo acotado durante el que se desarrolla Siete días de mayo resulta crucial para el devenir de esa democracia que se encuentra ante una situación límite que podría sustituirla por una dictadura militar que aboga por la ruptura definitiva de las relaciones con los soviéticos y el uso de la fuerza nuclear como arma disuasoria para que prevalezca ese modo de vida contra el que Scott y sus seguidores atentan justificando su comportamiento en la necesidad de salvar la nación, aunque sin reflexionar que son sus actos los que pueden acabar con ella e iniciar una hecatombe nuclear.


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