Quien pretenda la risa fácil no la encontrará en Gato negro, gato blanco (Crna macka, beli macor, 1998), puesto que no es una comedia que provoque grandes carcajadas, pero sí genera la sensación de estar ante un film distinto que divierte al tiempo que permite un paseo por un universo irreal en el que se descubren aspectos reales desarrollados desde una original sátira, que muestra parte de la cultura balcánica. Los personajes de Gato negro, gato blanco parecen influenciados por aquellos ideados por Federico Fellini en sus fábulas oníricas, pero los personajes de Emir Kusturica resultan caricaturas grotescas que habitan en un universo surrealista repleto de referencias folclóricas y raciales. La mayoría de estos seres se dedican al contrabando, a la falsificación o al timo, sin embargo, el engaño perpetrado por Dada Karambolo (Srdan Todorovic), del que es víctima Marko Destanov (Barjram Severdzan), no tiene como finalidad ganar dinero, sino pactar una boda. Afrodita Karambolo (Salija Ibraimova) espera a su príncipe azul, que le triplica en altura y a quien sólo conoce de sus sueños, mientras Zare Destanov (Florijan Ajdini) intenta acercarse a Ida (Branka Katic), la chica que ocupa su pensamiento y que parece corresponderle, sin embargo, todo cambia a raíz de una nueva metedura de pata de Marko Destanov, buscavidas sin suerte, siempre intentando sacar adelante algún negocio, que nunca acaba de funcionar. Marko acude a Grga Pitic (Sabri Sulejmani), amigo de la infancia de su padre y entusiasta de Casablanca, además de ser el jefe de un clan dedicado a la falsificación y venta de alcohol. Marko no duda en mentir al viejo Pitic para conseguir el dinero que le permita poner en marcha un negocio que comparte con Dada, quien acepta participar porque sabe que su amigo tiene un hijo en edad de casarse y que podría servir de marido para su hermana. Como consecuencia del engaño, Marko no sospecha que ha sido su amigo el culpable de que todo haya salido mal, se ve en la obligación de asumir su deuda, o mejor dicho, se ve en la obligación de que su hijo asuma su deuda y acepte un matrimonio que le alejaría de Ida. Emir Kusturica enfocó la historia desde la veloz sucesión de gags que no buscan la risa fácil, sino la complicidad entre lo que se observa y quien lo observa, dando rienda suelta a un sin fin de situaciones grotescas que finalizan en una boda esperpéntica que no tiene desperdicio, donde se reúnen viejos y nuevos amigos, entre los que se cuenta Grga Pitic, contento por poder cerrar el film diciendo aquella frase que tanto le gusta y que tantas veces ha escuchado en boca de Humphrey Bogart: <<this is the beginning of a beautiful friendship>>.
domingo, 30 de septiembre de 2012
viernes, 28 de septiembre de 2012
Sin City (2005)
Cuatro voces en off se escuchan en la ciudad del pecado de Robert Rodriguez y Frank Miller, tres de ellas sirven de guía en su correspondiente episodio, y una en el prólogo y el epílogo que abre y cierra Sin City (2005). En la primera trama, que se divide en dos partes se escucha a Hartigan (Bruce Willis), que deja su protagonismo para que sean Marv (Mickey Rourke) y Dwight (Cliwe Owen) quienes tomen el relevo antes de concluir su experiencia en la parte final del film. Los tres son tipos duros, diferentes entre sí, pero a quienes une el deambular por una ciudad oscura donde la corrupción, el crimen y la violencia son el pan de cada día. Las sombras dominan Sin City, salvo algún rojo intenso que recuerda al color de la sangre que con frecuencia se derrama por ese ambiente amenazador donde surge la figura del teniente de policía Hartigan, a punto de retirarse como consecuencia de su dolencia cardíaca, pero antes de abandonar el cuerpo siente la obligación de acabar con un criminal (Nick Stalh) que asesina a niñas indefensas como la pequeña Nancy, a quien Hartigan salva de las garras del sádico, pervertido y caprichoso hijo del senador Roark (Powers Boothe). Ocho años después, ya en la parte final de la película, el policía descubre que la niña a quien ha idealizado, y que le ha permitido sobrevivir a su brutal encierro, se ha convertido en una mujer de bandera (Jessica Alba) que tampoco ha podido olvidarle, y a quien debe volver a salvar de un ser amarillo que no para de acosarles. Pero antes de llegar a la conclusión del romance entre Nancy y Hartigan se produce la explosión de violencia de Marv, quien por su aspecto físico recuerda a otro personaje interpretado por Mickey Rourke (Johnny el guapo) casi dos décadas atrás. Este gigantón desfigurado, que por vez primera vez comprueba las delicias de una noche de pasión, despierta al lado de un cadáver que horas antes había sido la mujer (Jaime King) con quien hizo el amor. Marv sabe que nada de lo que haga puede evitar que le consideren el autor del homicidio, pero a él eso le tiene sin cuidado, acostumbrado a ser objeto de persecuciones y vivir situaciones límite, lo que realmente le importa y le impulsa a iniciar su periplo por las sombras es acabar con los verdaderos asesinos de la única chica que no le ha tratado como a un monstruo. La tercera historia se centra en Dwight, un asesino que ha cambiado de rostro y ha regresado a la ciudad de la que tuvo que huir; este tipo muestra su carácter antes de adentrarse en la zona controlada por Gail (Rosario Dawson) y sus chicas, quienes comenten el error de matar a Jackie Boy (Benicio del Toro), el policía pasado de rosca que las atosiga y cuya muerte implica el fin de la larga tregua entre la ley y las prostitutas guerreras. Sin City es una excelente adaptación de una novela gráfica, ya que todas sus escenas parecen surgir del cómic que adapta, quizá ésto se deba a la presencia de su autor, Frank Miller, acompañando a Robert Rodríguez en las labores de dirección (Quentin Tarantino participó como director invitado); de ese modo se impuso un tono de viñeta que roza la combinación perfecta entre dos ámbitos artísticos condenados a entenderse. Las voces en off se escuchan a lo largo de las historias, se trata de un recurso que sirve para exponer los pensamientos de los protagonistas, lo cual permite conocer su interacción dentro del universo de ciudad del pecado. La utilización de dichas voces difiere de la utilizada por Zack Snyder en 300 (2007), otra adaptación de una novela gráfica de Frank Miller, en la que el narrador llega a resultar repetitivo hasta la saciedad, ya que deseando enfatizar la grandeza de los héroes espartanos consigue que se pierda el interés por lo que se observa: un violento ejercicio visual que no posee el descaro que Robert Rodriguez imprimió en Sin City.
Juegos de guerra (1983)
Durante la década de 1980 se produjo el boom del héroe adolescente que se enfrentaba como protagonista absoluto a aventuras de diversa índole; de ese modo se pudo ver a un niño ayudando a un E.T. a regresar a casa, a Los Goonies buscando un tesoro escondido, al joven Sherlock Holmes investigando El secreto de la pirámide o a Marty McFly intentando su Regreso al futuro, aunque hubo otros muchos, como aquel muchacho enclenque que daba y pulía cera sin saber muy bien para qué le serviría tanto esfuerzo. Juegos de guerra (WarGames, 1983) fue una de aquellas exitosas producciones juveniles que llenaron las salas de adolescentes, que acudían en tropel con ganas de pasar un buen rato, disfrutando con la aventura de un joven de diecisiete años que, sin saber cómo, se ve envuelto en un lío que él mismo provoca a raíz de su desmesurada afición a la informática (sobre todo a los juegos de estrategia bélica). David (Matthew Broderick) prefiere una partida al Hybrid Fighter que la compañía de chicos y chicas de su edad, por eso no extraña a nadie que sienta la necesidad de ser el primero en disfrutar de un nuevo juego de ordenador que, en breve, será lanzado al mercado. Como no puede esperar a su comercialización decide introducirse, utilizando la línea telefónica, en la computadora de la empresa que ha desarrollado el software, contactando por casualidad con el ordenador central del sistema de defensa, encargado del lanzamiento de misiles nucleares. La trama principal nada tiene que ver con la tensión que se observa en Punto límte (Fail-Safe, 1964) o con la sátira adulta de ¿Teléfono Rojo?, volamos hacia Moscú (Dr.Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964), magníficas películas que pusieron de manifiesto los peligros inherentes a La Guerra Fría que se produjo durante más de cuarenta años (1946-1991); sin embargo, Juegos de guerra (WarGames) es un film juvenil y como tal presenta una aventura adolescente, durante la cual el protagonista debe mostrar su pericia para salvar al mundo de la amenaza que se genera como consecuencia de sus ansías por jugar una partida con un sistema que aprende de sus errores, y que solo piensa en vencer. Juegos de guerra (WarGames) apenas aborda las cuestiones que sí aparecen el los films de Sidney Lumet y de Stanley Kubrick, pero eso sería pedirle demasiado ya que fue concebida para entretener a un púbico adolescente que se vería identificado con David y Jennifer (Ally Sheedy), y que no profundizaría (algo por otra parte normal) en un hipotético conflicto nuclear entre soviéticos y estadounidenses. Lo que realmente prima en el film de John Badham, a parte de diálogos simplones y personajes planos, es la acción que se desata tras el contacto entre David y la máquina, y que provoca el enfrentamiento entre los dos adolescente protagonistas y los adultos responsables del proyecto, quienes semejan menos capaces que la pareja responsable del conflicto que se produce. ¿Quién ganaría en una hipotética destrucción a escala mundial? Joshua (así llama David al sistema informático) aprende deprisa, no se detiene y continúa buscando soluciones para vencer en el juego, pero descubre la respuesta a la pregunta anterior: nadie gana en una guerra que lo destruiría todo, esa es su conclusión (y la de cualquiera con dos dedos de frente). Pero en ocasiones la situación se escapa al control, como descubre David cuando en su inocencia empieza a sospechar que el juego es real, si no ¿por qué iba a ser arrestado, acusado de traidor a su patria, y obligado a darse a la fuga para intentar encontrar una solución que ponga fin al lío en el que se ha metido?
jueves, 27 de septiembre de 2012
Willow (1988)
La
valía del héroe no se mide por su tamaño, sino por el empeño que
le empuja a soportar y superar situaciones a las que no desearía
tener que enfrentarse, y sin embargo debe hacerlo por un bien común,
cuestión que hermanastra a los nelwyn
ideados
por George
Lucas con
los hobbits
de
Tolkien.
Como muchas otras películas del género fantástico, que enfrenta al
bien contra el mal, Willow
encuentra
sus raíces en El
señor de los anillos;
hay quien dice que se trata de una especie de versión apócrifa de
la misma, aunque resulta mucho más infantil y menos espectacular que
la adaptación cinematográfica de la novela de Tolkien
que
dirigiría años después el neozelandés Peter
Jackson.
El héroe presentado por George
Lucas y
Ron
Howard es
un granjero que no quiere serlo, con aspiraciones a convertirse en el
nuevo aprendiz del gran mago (Billy
Barty),
sin embargo, no cree en sí mismo, cuestión que le aparta de su meta
y que le recrimina el brujo después de rechazarle como alumno; no
obstante tendrá su oportunidad de asumir su valía durante la
aventura que cambiará su vida. Antes de acudir a la aldea Willow
Ufggod (Warwick
Davis)
y sus dos retoños habían descubierto un bebé daikini
en
la orilla del río que baña sus tierras, las mismas que el cacique
del pueblo les quiere arrebatar. Elora Danan, así se llama el bebé,
no es una niña normal, ella es la princesa que anuncian las
profecías, la única capaz de destruir a la malvada reina Bavmorda
(Jean
Marsh),
ser despiadado donde los haya, que envía a sus huestes para
capturarla, sin saber que Elora será defendida por un individuo
singular, que es mucho más de lo que aparenta y cree ser. La
valentía de Willow fluye de sus buenos sentimientos, sin embargo,
durante el traslado de la princesa bebé a territorio de los daikini,
continúa sin afianzarse, ya que el temor a lo desconocido y la
añoranza del hogar dominan su pensamiento. Willow emprende el viaje
en compañía de otros miembros de su especie, con la misión de
entregar el bebé al primer hombre alto que encuentren; no obstante
éste resulta ser un reo enjaulado en un cruce de caminos por donde
no tarda en transitar un ejército que se dirige a la batalla. El
líder de los guerreros (Gavan
O'Herlihy)
reconoce a Madmartigan (Val
Kilmer),
a quien saluda acusándole de deshonor y egoísmo; pero Madmartigan,
como Willow, es más de lo que aparenta ser. Inicialmente tampoco
semeja reconocer su propia valía o quizá la haya olvidado como
consecuencia de su comportamiento individualista e irresponsable, que
únicamente busca la diversión y su beneficio personal. Cuando las
huestes se alejan, y le dejan dentro de la jaula, comprende que su
única oportunidad para salir de ella son los nelwyn,
a quienes intenta convencer para que le liberen, a cambio de la
promesa de cuidar de Elora. Willow acepta forzado por la necesidad de
regresar a su hogar, pero sin estar convencido de hacer lo correcto,
ya que la imagen que se ha formado del guerrero provoca sus dudas,
que se desvanecen a medida que avanza una aventura durante la cual
los prejuicios iniciales dan paso al respeto y a la admiración entre
los dos héroes. Willow
se
completa con acción, humor, magia y el romance que surge entre
Madmartigan y Sorsha (Joanne
Whalley),
la cruel y letal hija de la reina Bavmorda, con quien el guerrero
establece una relación de atracción-rechazo mientras continúan el
viaje que, al igual que sucede en el de los hobbits,
proporciona a Willow la confianza necesaria para creer en sí mismo y
así poder ayudar a que la pequeña Elora cumpla su destino.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Amarcord (1973)
Noche en la ciudad (1950)
martes, 25 de septiembre de 2012
Minority report (2002)
La ciencia-ficción especula con hipótesis, más o menos descabelladas, extraídas de supuestos científicos que suelen permitir reflexiones antropológicas como hacia dónde se encamina la sociedad. En el futuro de Minority Report (2002), año 2054, no existen los homicidios, al menos no en la ciudad de Washington D.C., donde se ha desarrollado un sistema que permite actuar antes de que éstos se produzcan. La idea, a priori positiva, conlleva un problema ético que no tiene cabida en el seno de Pre-crimen, ya que ninguno de sus miembros se plantea la falibilidad de un sistema que atenta contra la presunción de inocencia de culpables que no han cometido el crimen por el cual se les condena. John Anderton (Tom Cruise), jefe de la unidad de Pre-crimen, necesita creer en el sistema por encima de cualquier otra circunstancia; dominado por el dolor y el vacío que siente desde la muerte de su hijo. John no puede olvidar su pasado, tampoco puede conciliar su presente, por eso vive rodeado de recuerdos y enganchado a sustancias prohibidas con las que pretende calmar su sufrimiento; sin embargo, ese dolor no le impide ser el mejor en su trabajo. Han pasado seis años desde el día en el que Lamarr Burguess (Max von Sydow), el director del proyecto, le ofreció la oportunidad de evitar que otros sintiesen la desesperación que significa el asesinato de un ser querido; pero ahora Pre-crimen está a punto de convertirse en una agencia a nivel nacional, cuestión que presenta un último obstáculo antes de que se instaure definitivamente el programa perfecto, que detiene y condena sin existir delito, sólo la certeza de que éste se producirá. La aparición en escena de Danny Witwer (Colin Farrell), enviado por el fiscal general para observar, evaluar y asumir el control en caso de que existan fallos, choca con la fe de John en un proyecto sin fisuras; no obstante, el agente Witwer pretende cerciorarse por sí mismo y le exige entrar en el templo donde guardan a los tres humanos que predicen el futuro. Allí se produce el contacto involuntario entre John y Agatha (Samantha Morton), la precog más dotada, a quien (como a sus compañeros) mantienen en un estado entre la vigilia y el sueño, que no impide que se sobresalte y muestre unas imágenes que provocan las dudas de Anderton. En la filmografía de Steven Spielberg existe un lugar especial para la ciencia-ficción, género en el que se maneja con soltura y eficacia (Encuentros en la tercera fase, E.T., Inteligencia Artificial o La guerra de los mundos), habilidad que se deja notar en Minority Report, a la que dota de ritmo trepidante y convierte en un thriller a contrarreloj protagonizado por un falso culpable (descendiente de aquellos que abundan en las películas de Alfred Hitchcock) que dejaría de serlo en el caso de ceñirse a la predicción que le convierte en asesino, aunque aún no haya cometido el asesinato del que se le acusa; a caso ¿la base del sistema no es la infalibilidad de las predicciones? John Anderton se niega a creer en su culpabilidad (de la cual nadie duda porque se da por hecho), que le sitúa al otro lado de toco cuanto ha defendido y ayudado a crear. Ahora él es el autor de un asesinato que podría no cometer porque tiene la opción de poder elegir; sin embargo, desde el instante que descubre la bola con su nombre, se inicia su caza por un entorno cercano a una enorme superficie comercial donde cada individuo es reconocido por sensores oculares que les identifican sin opción a poder pasar desapercibido. Este sería otro aspecto de una sociedad que ha perdido su libertad y su derecho a la intimidad (la población lo acepta como parte de su cotidianidad, algo que también se observa cuando las arañas espías se introducen en los apartamentos del edificio donde se esconde John, y a nadie, salvo a unos niños y a una pareja a la que cortan el rollo, parece sorprender su intrusión). De este modo nada complaciente, John Anderton descubre que existen informes en minoría que podrían ofrecer otra visión de los hechos, lo cual implicaría una alta probabilidad de que algunos de los individuos a quienes han puesto el collar podrían ser inocentes, ya que siempre existe la opción de poder elegir y nunca la certeza de estar dentro de un sistema perfecto.
lunes, 24 de septiembre de 2012
Historias mínimas (2002)
Existen personajes cinematográficos tan humanos que no se puede dejar de pensar en ellos como seres reales de carne y hueso, personas cercanas que podrían ser cualquiera, incluso uno mismo; todos estos personajes viven historias sencillas, que no simples, existencias marcadas por pensamientos, deseos, temores, frustraciones o recuerdos que a menudo condiciona el comportamiento presente. Historias mínimas es un film sincero que transcurre como el viaje que, por separado, emprenden sus protagonistas, que avanzan por una carretera hacia el lugar donde pretenden encontrar aquello que echan en falta. Don Justo (Antonio Benedictti) abandona su hogar sin avisar a nadie, lo hace de ese modo porque es consciente de que su hijo no entendería el por qué de su necesidad de ir hasta San Julián; sólo él conoce su soledad y su necesidad de perdonarse antes de que sea demasiado tarde para ello. La búsqueda del perro que se escapó de su lado, después de regresar de una revisión ocular, simboliza la búsqueda del perdón y de la sensación perdida de sentirse valorado. Por su parte, Roberto (Javier Lombardero) intenta mantener un pensamiento positivo, que se descubre en su hábil verborrea y en su fijación por una tarta que primero tiene forma de balón de fútbol y posteriormente, cuando empieza a sentir dudas, transforma en tortuga. Roberto concede una importancia máxima al pastel de cumpleaños de un niño a quien no conoce (ni siquiera sabe con certeza su sexo ni los años que cumple), porque simboliza la esperanza de una nueva vida (al lado de la madre del muchacho), que le aleje de la soledad que domina su existencia, siempre de acá para allá, sin dejar de recorrer los kilómetros que separan los pueblos que visita como representante de ventas. Y mientras ellos viajan, en cada parada se observa la presencia de un aparato de televisión, pero ninguno de los programas que se emite prestan atención a esas pequeñas historias de seres reales que sienten la necesidad de encauzar sus vidas. La impersonalidad e insensibilidad creadas por los programas televisivos se observan en María (Javiera Bravo), la joven que participa en un concurso donde forma parte inerte de un espectáculo que no muestra nada verdadero, sólo aspectos que magnifican la importancia de la cual carecen: premios, patrocinadores o la sonrisa de un presentador, que únicamente actúa y para quien los concursantes sólo son parte de su material de trabajo. En el estudio, María parece dejarse hipnotizar por la cámara, cediendo ante los deseos de ésta, como si le alejase de la realidad, algo que se puede apreciar en el comportamiento de la concursante que la asalta después del programa para ofrecerle dinero a cambio del premio que ha ganado. Tanto Don Justo como Roberto se cruzan con personas como ellos, vidas corrientes que todavía sienten empatía por sus semejantes, porque al igual que ellos también viven historias sencillas y reales; historias mínimas, que en la película de Carlos Sorín se convierten en una excelente reflexión, mezcla de sencillez, humor y drama, sobre personas cotidianas que a menudo pasan desapercibidas.
sábado, 22 de septiembre de 2012
My Fair Lady (1964)
Aguirre, la cólera de Dios (1972)
A Aguirre poco le importan las muertes de los indios que les acompañan, tampoco se inmuta si debe matar a alguno de sus hombres para controlar al resto, ni duda en disparar contra don Pedro y convertirle en su rehén, para poco después proclamar su independencia de la corona española y convertir a Fernando de Guzman (Peter Berling) en el emperador (pelele) de las tierras que arrasa. La aventura de este personaje conocido como El Loco o El Tirano, aunque él prefería llamarse a sí mismo El Peregrino, apenas posee diálogos, sólo los necesarios para ayudar a describir el descenso por el río, que sería el deambular por la locura y la irracionalidad individual y colectiva del grupo.
Aguirre, la cólera de dios fue la primera de las cinco películas en las que el director alemán contó con Klaus Kinski como protagonista, actor que por lo visto en el documental realizado por el propio Herzog, Mi enemigo íntimo, se deduce que poseía un temperamento irascible y un tanto especial. Quizá ese sea el motivo de que su personaje resulte creíble y temible, que atemorice en todo momento, pues en cualquier instante puede desatar esa cólera de dios a la que se refiere, una cólera que sólo tendría que ver con la locura que a veces crece en el interior de quienes se dejan arrastra por un desequilibrio que les desborda.
Aguirre, la cólera De Dios no sólo muestra una visión de este peculiar conquistador, sino que presenta la relación de los exploradores con el entorno y con los pueblos precolombinos que los habitan, a quienes tratan como a seres inferiores (primero esclavos, y posteriormente, tras las nuevas leyes que supuestamente debían protegerles, siervos, un eufemismo que no mejoraría la situación indígena). También se aprecia un apunte hacia la intolerancia empleada para transmitir la fe cristiana en un lugar donde existían otras culturas, creencias y ritos, y donde nunca habían tenido noticia de ese cristianismo que, en muchas ocasiones, les sería impuesto empleando la violencia (contradictoria manera de predicar una palabra que defiende lo opuesto).
viernes, 21 de septiembre de 2012
Sturges, escrito y dirigido por
Un marido rico (The Palm Beach Story, 1942)
Los carnets del mayor Thompson (Les carnets du major Thompson, 1955-1957)
1.Joaquim Jordá: Nosferatu. Revista de cine núm. 52, abril 2006
1.Joaquim Jordá: Nosferatu. Revista de cine núm. 52, abril 2006
jueves, 20 de septiembre de 2012
Lady Halcón (1985)
Como el día y la noche, el halcón y el lobo se acarician cada ocaso y cada amanecer, pero no pueden permanecer juntos. En ausencia, queda su recuerdo y su deseo se colorea brevemente de rojo y malva, de tonos anaranjados y ocres, de poesía colorista y luminosa que, captada por un iluminador virtuoso como Vittorio Storaro, se enciende o se apaga en claroscuros, según el despertar o el dormir que los separa. Como esas partes temporales de un solo tiempo, viven añorándose, viven en la fantasía de que, como día y noche, son amantes condenados a no poder amarse en plenitud en la luminosidad y la sombra. El joven pícaro es testigo del padecimiento de los enamorados, del sufrimiento que nace de no poder unir sus dos cuerpos, salvo en la memoria, condenados por un maleficio que no podrá deshacerse hasta el final del tiempo. Vidas errantes y condenadas que encuentran su consuelo en el recuerdo del roce de sus cuerpos, y su esperanza en la locura de un viejo monje que insiste que solo volverán a unirse cuando llegue un día sin su noche y una noche sin su día. Siempre juntos y eternamente separados. Pero ¿cuándo y dónde llegará ese día y noche sin su noche ni su día? En Lady halcón (Lady Hawke, Richard Donner, 1985), fantasía cinematográfica que se desarrolla en la época de los grandes señores feudales que, en cine y literatura, dominan sus tierras y sus gentes desde los salones de grandes castillos o ciudades fortaleza como Aquila...