martes, 31 de enero de 2023
Parásitos (2019)
lunes, 30 de enero de 2023
A contenda dos labradores de Caldelas
“A contenda dos labregos de Caldelas ou Entremés famoso sobre da pesca do río Miño”, de Gabriel Feixóo de Araúxo (1)
<<A única mostra de literatura dramática que temos neste periodo data de finais do século XVII. Trátase dunha obriña en verso, artellada en nove escenas. Foi escrita en 1691 (2) por un tal Gabriel Feixóo de Araúxo e glosa as disputas que tiveron lugar entre os labregos dunha pequena comunidade galega e os seus veciños portugueses da outra banda do Miño, a causa da actividade pesqueira no mesmo. De aí o título da peza, composta en 423 versos: “Entremés famoso sobre da pesca do río Miño”. Como ocorreu con outros xéneros literarios, seguramente a existencia desta obriña autorizanos a pensar nunha certa actividade teatral, por rudimentaria que esta fose, en lingua galega, xa que sería imposible que se conservase xusto a única peza que se escribiu.>> (3)
A Idade Moderna en Galicia foi escura, pero esa escuridade non foi total. Proba diso, da existenza de algún raio de luz anterior ao Rexurdimento, é esta peza teatral que, tamén coñecida polo título “A contenda dos labregos de Caldelas”, considérase fundacional da dramaturxia galega. Na nosa época, o Centro Dramático Galego e a Companhia de Teatro de Braga estrearon (4) esta versión na 44ª edición do Festival Internacional de Teatro de Almagro (2 e 3 de xulio de 2021), onde foi recibida con entusiasmo. Tamén en 2021, representouse no lugar dos feitos e, entre o 26 de xaneiro e o 4 de febreiro de 2023, pódese ver no “Salón Teatro”, en Santiago de Compostela. Non sei que fará o público compostelán, pero eu non deixaría pasar a oportunidade de viaxar ao pasado e ao presente en compaña ou a soas e descubrir que aconteceu entre os veciños da localidade portuguesa de Lapela e da galega Caldelas, nas beiras do Miño.
(1) Dramaturxia de Javier Alonso de Castilla e dirección de Fran Núñez.
(2) Anxo Tarrio sinala 1691 como o ano da escritura do texto, pero é probable que sexa un erro. Outras fontes, por exemplo Fermín Bouza-Brey, que foi quen deu a coñecer a peza en 1953, sinala 1671 como a data da obra do tal Feixóo de Arauxo, de quen pouco máis sábese que ser o autor do “Entremés famoso sobre da pesca do río Miño”.
(3) Anxo Tarrio Varela: “Literatura Galega. Aportacións a unha historia crítica”. Edicións Xerais de Galicia, Vigo, 1994.
(4) En 2023, cúmprensen cincuenta anos da súa primeira posta en escea, levada a cabo polo Teatro Circo.
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Desde que supe que el Centro Dramático Galego y la Companhia de Teatro de Braga iban a poner en escena en Santiago de Compostela “A contenda dos labradores de Caldelas ou Entremés famoso sobre a pesca do río Miño”, sentí curiosidad y ganas de verla. Ayer, pude disfrutar la puesta en escena dirigida por Fran Núñez. Lo hice por partida doble. No es que la viese dos veces, sino que descubrí una obra original que me hablaba actual del hoy, de varios “ayer” y de posibles “mañanas” humanos al tiempo que llevaba a escena la “orbita” de Gabriel Feixóo de Araúxo. ¿Por qué representarla, si pasaron más de 350 años desde entonces? ¿Por qué la representaron hace ya medio siglo Manuel Lourenzo y José Estruch? ¿Por qué la escribió Feixóo de Araúxo? ¿Y cómo adaptarla al mundo actual? Ayer, obtuve mis respuestas y, sobre todo, disfruté de una pieza teatral que me entretuvo de principio a fin…
“A contenda dos labregos de Caldelas ou Entremés famoso sobre da pesca do río Miño”, de Gabriel Feixóo de Araúxo (1)
<<La única muestra de literatura dramática que tenemos en este periodo data de finales del siglo XVII. Se trata de una obrita en verso, estructurada en nueve escenas. Fue escrita en 1691 (2) por un tal Gabriel Feixóo de Araúxo y glosa las disputas que tuvieron lugar entre los labriegos de una pequeña comunidad gallega y sus vecinos portugueses de la otra banda del Miño, a causa de la actividad pesquera en el mismo. De ahí el título de la pieza, compuesta en 423 versos: “Entremés famoso sobre da pesca do río Miño”. Como sucedió con otros géneros literarios, seguramente la existencia de esta obrita nos autoriza a pensar en una cierta actividad teatral, por rudimentaria que esta fuese, en lengua gallega, ya que sería imposible que se conservase justo la única pieza que se escribió.>> (3)
La Edad Moderna en Galicia fue oscura, pero esa oscuridad no fue total. Prueba de eso, de la existencia de algún rayo de luz anterior al Rexurdimento, es esta pieza teatral que, también conocida por el título “A contenda dos labregos de Caldelas”, se considera fundacional de la dramaturgia gallega. En nuestra época, el Centro Dramático Galego y la Companhia de Teatro de Braga estrenaron (4) esta versión en la 44ª edición del Festival Internacional de Teatro de Almagro (2 y 3 de julio de 2021), donde fue recibida con entusiasmo. También en 2021, se representó en el lugar de los hechos e, entre el 26 de enero y el 4 de febrero de 2023, se puede ver en el “Salón Teatro”, en Santiago de Compostela. No sé qué hará el público compostelano, pero yo no dejaría pasar la oportunidad de viajar al pasado y al presente en compañía o a solas y descubrir qué sucedió entre los vecinos de la localidad portuguesa de Lapela e de la gallega Caldelas, en las orillas del Miño.
(1) Dramaturgia de Javier Alonso de Castilla y dirección de Fran Núñez.
(2) Anxo Tarrio señala 1691 como el año de la escritura del texto, pero es probable que sea un error. Otras fuentes, por ejemplo Fermín Bouza-Brey, que fue quien dio a conocer la pieza en 1953, señalan 1671 como la fecha de la obra del tal Feixóo de Arauxo, de quien poco más se sabe que ser el autor del “Entremés famoso sobre da pesca do río Miño”.
(3) Anxo Tarrio Varela: “Literatura Galega. Aportacións a unha historia crítica”. Edicións Xerais de Galicia, Vigo, 1994.
(4) En 2023, se cumplen cincuenta años de su primera puesta en escena, llevada a cabo por el Teatro Circo.
Esta semana (do 1 ao 5 de febreiro), no Salón Teatro, poderase ver o mércores e o domingo ás 18.00 horas; xoves, venres e sábado ás 20.00 horas.
domingo, 29 de enero de 2023
Hasta que volvamos a encontrarnos (1950)
sábado, 28 de enero de 2023
Los tres entierros de Melquíades Estrada (2005)
viernes, 27 de enero de 2023
Torrepartida (1956)
El guion de Alberto F. Galas y José María Belloch, Primer Premio Nacional 1955, lo cual no quiere decir mucho —si se tiene en cuenta la censura cinematográfica y la parcialidad de los premios de la época—. fue llevado a la gran pantalla por Pedro Lazaga en Torrepartida (1956), un film sobre el bandolerismo de posguerra ambientado en la Sierra de Teruel. Pero aun siendo su fotografía en color, se trata de un film que mira en blanco y negro, pues se posiciona sin disimulo y recrea un ámbito rural donde los buenos son unos y los malos son otros y todos ellos son estereotipos. Así de simple, es un enfrentamiento sin tonos grises, ni siquiera en el caso de Manuel (Germán Cobos), a quien los autores esbozan cual tipo sin suerte que se ha visto condicionado por su relación con su hermano Ramón (Javier Armet), el buen hijo, quien continuamente le recrimina su comportamiento, y por la mala compañía de Rafael (Adolfo Marsillach), el jefe de la banda a la que se une, aunque nunca se encuentra integrado, y el resto de compinches que se dedican a cometer todo tipo de fechorías por la zona.
Inferior en todos los aspectos a Cuerda de presos (1955), Torrepartida también transita por espacios montañosos, pero su trama resulta menos interesante que aquella, igual que sus personajes. Esta no depara novedad y se sostiene sobre sucesión de tópicos. No obstante, hay momentos en los que Lazaga, que creció viendo cine y apasionándose por el cine, demuestra habilidad cinematográfica aprovechando el espacio para crear un híbrido entre el policiaco y el western. Pero lo que se impone es el drama entre hermanos, Manuel y Ramón, el primero luchó al lado de la República y el segundo junto a los sublevados militares y ahora es la autoridad civil de Torrepartida, el pueblo donde se desarrolla parte de la historia. La distancia entre ambos se antoja forzada, más aún sus personalidades o la ausencia de estas, ya que, a decir verdad, son estereotipos más que personajes. Lo mismo sucede con Antonio (Enrique Diosdado), el capitán de la guardia civil, y con el líder de los bandidos. Ya no digamos María (Nicole Gamma) —novia de Manuel, pero prefiere a Ramón—, que solo sirve de excusa para remarcar el enfrentamiento entre hermanos y conducir el film al enfrentamiento final en la montaña. Pero ni la historia, endeble, ni sus personajes, de psicología poco trabajada, restan el buen inicio de Lazaga, que abre Torrepartida en clave de western, con el asalto a la estación de tren y la posterior huida de los asaltantes, perseguidos por la guardia civil, encargada de vigilar el camino y abatir a cuantos se salgan de él, como demuestra el final del “Alicantino” (Fernando Sancho), acribillado tras ser descubierto en su escondite. El único personaje en aparente conflicto es Manuel, pero pronto se comprende que también él funciona en superficie. Esta ahí para cumplir un cometido, que se fuerza y se nota, que es introducir al republicano arrepentido y hacer todavía mejor al hermano bueno: Ramón, el alcalde, que tampoco resulta un personaje simpático; en realidad, lo contrario. Quizá la impresión del público de su época fuera diferente a la que pueda generar hoy. Lo mismo o similar sucede con el capitán de la guardia civil, representante del poder militar y, como tal, no duda: primero el deber y después lo demás. De modo que se niega a negociar con los secuestradores de su hijo, desoyendo las súplicas de su mujer (Rosita Yarza), que llora y repite que es su único hijo y que deben negociar.
jueves, 26 de enero de 2023
Paz en la Tierra (1934)
La imagen de Mary mirando desde el barco la costa estadounidense, mientras se aleja del hombre que quiere, adelanta el film hasta 1914. Durante ese tiempo omitido en pantalla, se han sucedido cuatro generaciones de Girard y Warburton. Sus descendientes hicieron realidad la voluntad del fundador de la empresa y la fortuna familiar ha aumentado. Ese año, otra Mary Warburton, tataranieta de aquella y su viva imagen, llega de Inglaterra a Nueva Orleans, donde se produce su primer encuentro con Richard, la imagen de su tatarabuelo. En ese instante, se enamoran y, andado el film, en ellos se cumplirá el destino que se le negó a sus antepasados. No obstante, lo que apunta melodramático se transforma en drama bélico, a raíz del estallido del conflicto armando que toma por sorpresa a todos los familiares, que se han reunido en Europa para celebrar la boda de uno de los primos alemanes.
El inicio de la guerra lo cambia todo —las relaciones, los mercados, las prioridades— y convence a Richard para alistarse junto su primo francés Henri (Raoul Roulien) en la Legión Extranjera. El periodo que abarca la contienda, el grueso de Paz en la Tierra, permite que Ford se acerque a los distintos miembros de la familia, los que mueren y quienes sobreviven o quienes, como Mary, se posicionan contra la guerra. Mary se niega a transformar su empresa de algodón en una industria armamentística, negativa que choca con la petición de Richard, que acaba de llegar a Inglaterra de permiso, que aprovecha para pedir a Mary que se casen. Ella accede y Ford apenas muestra la intimidad de los recién casados, solo da unas pinceladas de su amor y devuelve la acción al frente, no sin antes introducir el paseo de la pareja hasta la estación donde se despiden. Durante ese trayecto, el cineasta se fija en otros individuos, para mostrar como la guerra afecta a todos y separa a los seres queridos. De nuevo en el frente, los combates se recrudecen y Richard cae herido, hecho prisionero y trasladado a Alemania. En ese instante ya es 1918, Alemania sabe que su derrota es inevitable, sin apenas alimentos, ahogada por la contienda que concluye para dar paso a la parte final de Paz en la tierra, aquella que se sucede en 1925, 1928 y 1933, año que cierra el film con la sucesión de planos de banderas y desfiles militares de las potencias (Alemania, Italia, Japón, Unión Soviética, Francia, Reino Unido y Estados Unidos) que no tardarían en enfrentarse en una Segunda Guerra Mundial.
miércoles, 25 de enero de 2023
María Félix y los papeleros
martes, 24 de enero de 2023
La diosa arrodillada (1947)
Un personaje que sentaba bien al actor Arturo de Córdova era el hombre maduro y atormentado, acosado por fantasmas de deseos, represiones, miedos, celos,… que lo hace (auto)destructivo en las magistrales Él (Luis Buñuel, 1953) o Los peces rojos (José Antonio Nieves Conde, 1955). También en La diosa arrodillada (Roberto Gavaldón, 1947) su personaje se desdobla entre el deseo y la lucha por vencerlo, para controlarlo. Claro que quien se impone en el film de Roberto Gavaldón, cada vez que asoma en la pantalla, es María Félix, actriz de innegable presencia y fuerza magnética. Su Raquel es la modelo que presta su anatomía desnuda a la escultura “la diosa arrodillada” —obra cuya desnudez generó las protestas de los sectores más conservadores de la sociedad mexicana de la época—, la misma pieza que Antonio Ituarte (Arturo de Córdova) compra como regalo de aniversario de su boda con Elena (Charito Granados), por quien decide vencer el deseo del que habla con uno de sus empleados: <<¿Qué entiendes por deseo?>>, pregunta el industrial químico, a modo de introducción para su respuesta: <<Una fuerza que te obliga y te impulsa a obtener lo que quieres, y a conservarlo si ya lo has obtenido, ¿no es así?>> —cuestiona sin otra intención que reafirmar sus palabras, antes de continuar hablando—. <<Pero esa fuerza puede crecer y tomar cuerpo, verse libre, superior a ti, entonces termina destruyéndote. Y lo que es peor, destruyendo a los que están más próximos a ti>>. En ese instante ya tiene decidido luchar contra el deseo, pero, cuando cree haberlo vencido, el destino vuelve a cruzar su camino con el de Raquel, quien, en el prólogo, desarrollado en Guadalajara (México), decide, por amor, desaparecer de la vida del rico empresario que, a su vez y sin que ella lo sepa, pretende no volver a verla. Sin embargo, su posterior encuentro, en el estudio donde compra la estatua que le obsesiona y adorna la fuente de su jardín, precipita el drama y la trágica y sospechosa muerte de Elena, de la que Antonio se siente culpable mientras que Raquel la ve como una prueba de amor hacia ella. Dividida en dos partes, antes y después del fallecimiento, la primera mitad de La diosa arrodillada funciona mejor que la segunda, cuando el film se resiente —más allá de que los números musicales que separan ambas mitades me desconecten del film— y cae en la exageración. Gavaldón intenta remontar el vuelo intercalando el melodrama y el cine negro, el tormento, el espectro del asesinato y la culpa que consume a Antonio, convencido de que, queriendo asesinar su objeto de deseo, acabó matando lo que amaba, pero, si bien logra una estética negra atractiva, el cineasta fuerza las posibilidades narrativas de una película que pudo ser más de lo que finalmente fue.
lunes, 23 de enero de 2023
Madre Juana de los Ángeles (1961)
En Polonia, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la desintegración del bloque comunista, un conflicto de poder enfrentó a los máximos Poderes del país: el político y el religioso —el partido comunista y la iglesia católica—, pero, sobre todo, existía el conflicto entre Poder e individuo, pues el primero, fuese del tipo que fuese, quería mantener y mantenía controlado al segundo. Dicho conflicto vertebra Madre Juana de los Ángeles (Matka Joanne od Aniolów, 1961). Basada en el “proceso de Loudon”, que también inspiró a Aldoux Huxley para la escritura de Los demonios de Loudon (1952), que sería adaptada al cine por Ken Russell en Los demonios (The Devils, 1971), Madre Juana de los Ángeles encuentra en otro autor su inspiración literaria. La novela homónima escrita por Jaroslaw Iwaszkiewicz en 1942 fue la fuente literaria del guion de Tadeusz Konwicki y Jerzy Kawalerowicz, que fue el encargado de llevarlo a la pantalla y desarrollar en ella temas humanos, más que religiosos y antirreligiosos, que hablan del amor y del conflicto entre el exterior (que a veces condiciona de forma obsesiva y represiva) y la persona que, como consecuencia, se ve asaltada por supersticiones, imposiciones, dudas; por ejemplo, las que plantean, como le dice la madre superiora Juana (Lucyna Winnicka) al padre Suryn (Mieczyslaw Voit), <<¿qué es lo falso, padre reverendo? ¿Y qué es verdad?>> Este padre jesuita, que ha sido enviado al pueblo para hacerse cargo de una situación de múltiple posesión demoníaca, no tiene respuestas y, tras sentir como crece en él el sentimiento del amor, las busca en el rabino (Mieczyslaw Voit), la otra cara de un mismo rostro. Este le dice que quizá el problema no sean los demonios, sino la falta de ángeles; quizá sea una respuesta, pero ambos, reflejos humanos, interpretados por el mismo actor, son uno y, por tanto, comparten la ausencia de absolutos que les calme. <<Yo soy vos y vos soy yo>>, exclama finalmente el rabino, sin más respuestas que esa contradictoria igualación. Abrumado por las preguntas, Suryn busca calmar dudas y temores, quizá el terror y la sospecha, el no querer aceptar que la persona es ángel y demonio, contradicción y conflicto, siempre latente, entre exterior e interior que encuentra en el amor su única respuesta.
<<Apreciaba mucho a Tadeusz Konwacki, […] Hasta cierto punto, incluso pensábamos de forma muy parecida y nos entendíamos a la perfección. Durante años escribimos guiones juntos y fue el inspirador de muchas películas, no solamente mías>> (1), comentaba Kawalerowicz sobre el guionista con quien colaboró por primera vez en Madre Juana de los Ángeles, más adelante lo harían en Faraón (Faraon, 1966) y Austeria (1982). La colaboración en Madre Juana de los Ángeles deparó una película austera, ambientada en un tiempo pasado indeterminado, ubicación temporal que permitía a los autores superar trabas de la censura, pero no se libró de que la calificase antirreligioso y anticomunista, algo que, por otra parte, no sería del todo correcto, pues su discurso no es contra un poder u otro, es antidogmático, es decir, contra cualquier imposición exterior a la persona. Madre Juana de los Ángeles es contundente a tal respecto, es crítica y señala la lucha entre el querer y el poder, entre los sentimientos y sus represiones, muchas de las cuales son consecuencia directa o indirecta de prohibiciones religiosas, políticas y sociales; de ahí que los diablos que poseen a la monja, y a su congregación por cercanía, son demonios de la mente: la locura a la que conduce la represión. En palabras de su director: <<Al principio quería que el film tuviera un tono discursivo, que defendiera la explicación materialista de la psicología humana y desenmascarase las falsedades inventadas sobre el destino del hombre. Quería hablar de la naturaleza humana y de su necesidad de autodefensa frente a las restricciones y los dogmas que se le imponen desde fuera. Al plantearlo, concedí el protagonismo a ese sentimiento que llamamos amor. Porque, a fin de cuentas, Madre Juana de los Ángeles es una historia de amor entre un cura y una monja, o mejor, la historia de amor de un hombre y una mujer que llevan hábitos…>> (2)
(1) (2) Jerzy Kawalerowicz en Juan Antonio Pérez Millán, Stanislaw Zawišliński y Malgorzata Dipont: Jerzy Kawalerowicz. Un cineasta entre el poder y la gloria (traducción de Eva Brzozowska). Festival de Cine de Huesca, 2003.