Los hechos son el cómo son las cosas; las causas, el porqué son así y no de otro modo; y las posibilidades especulan el cómo podrían o pudieron ser. El hecho que aquí me interesa señalar es que Hasta que volvamos a encontrarnos (Mata au hi made, 1950) fue elegido por la revista Kinema Junpo como mejor film del año. También fue seleccionada para representar a Japón en Cannes, pero, por alguna causa ajena a su calidad —se dijo que por carecer de presupuesto para los subtítulos en francés, algo que no me cuadra—, finalmente no participó en el certamen. Tampoco lo hizo en la “muestra” de Venecia, donde los japoneses tenían pensado proyectarla, al considerarla una película accesible al público occidental. Los italianos tenían otra película en mente e insistieron en que enviasen Rashomon (Akira Kurosawa, 1950), que acabó ganando el León de Oro y meses después, en Hollywood, el Oscar a la mejor película extranjera. ¿Qué habría sucedido de haber sido presentado a concurso el film de Imai? La respuesta a la pregunta es innecesaria, pero me tienta: Imai pudo haber triunfado en el festival y convertirse en un cineasta tan popular en occidente como su contemporáneo Kurosawa. Pero lo cierto son los hechos: Imai fue un cineasta comprometido y de gran talento y la exhibición de Rashomon en Venecia supuso el inicio del esplendor internacional del cine japonés y el reconocimiento de Kurosawa fuera de Japón. Sin duda, el responsable de Ran (1985) es uno de los grandes cineastas de la historia y, al igual que los italianos, también prefiero su película, mas mi preferencia no resta calidad ni interés al film de Imai. Hasta que volvamos a encontrarnos, entre otras cuestiones, habla con voz delicada sobre amar y soñar felicidad y, a la vez, expresa con contundencia su denuncia a la guerra y los fanatismos, por ejemplo los disfrazados de patriotismo. Imai sabe cuando ser sensible, en los momentos de intimidad durante los cuales la pareja protagonista sueña, también lo es en la espera, en la soledad. Por otro lado, sin necesidad de mostrar escenas bélicas, salvo la amenaza de los bombardeos, es directo, preciso en su denuncia, y no duda en señalar el belicismo que llevó a Japón y al resto del mundo a un periodo de destrucción nunca visto, sentido ni sufrido con anterioridad.
Con la Segunda Guerra Mundial todavía en la memoria y en la cotidianidad, en la presencia estadounidense en las islas, los efectos psicológicos y físicos de las bombas atómicas y la proximidad de un nuevo conflicto (Corea 1950-1953), Imai realizó este alegato pacifista protagonizado por Tajima Saburo (Eiji Okada), el joven estudiante a quien escuchamos sus pensamientos y a quien observamos durante la analepsis que engloba Hasta que volvamos a encontrarnos. Durante dicho recuerdo, que se produce el día que le comunican su partida para el frente, vamos conociendo sus relaciones personales, con su familia, con sus tres amigos estudiantes y con Keiko (Yoshiko Kuga), la dibujanta que conoce en un refugio durante un bombardeo aéreo. Desde entonces, piensa en ella; recuerda el cruce de miradas, el contacto de sus manos, su cercanía. Vuelven a encontrarse una segunda vez. De nuevo el cruce de miradas y el silencio que se rompe en el tercer encuentro, cuando ambos ya están enamorados o sienten la necesidad del amor, sin saber si habrá un mañana para amar. Aparte de la historia de amor, en la que juntos sueñan la felicidad, Imai se fija en la distancia que separa a Saburo y Jiro, dos hermanos que asumen posturas antagónicas, uno pacifista y el otro militar. Condicionada por las instituciones y la jerarquía, la de Jiro habla de patria y de la pacificación tras la guerra, la paz que impondrá el vencedor; la otra, la de Saburo, más que pacifista, vendría a ser defensor de <<la felicidad de un hombre no debe conducir a la desgracia de otro>>, expresión que toma del filósofo italiano Benedetto Croce y que también podría aplicarse a las naciones, a las mayorías y a las minorías.
Las películas pacifistas molestan porque hacen reflexionar, tal vez a esta cinta le ocurrió que algo o alguien no quisieron que muchos la vieran para impedir el desarrollo de la reflexión contraria a la guerra. Sin embargo, el arte sigue y después de tanto tiempo la película siguió un curso victorioso por encima de todo.
ResponderEliminarInteresante reflexión; y puede que sea una explicación para el caso. Y coincido, el arte sigue. Sobrevive a quienes lo hacen posible, a quienes lo valoran y a quienes lo rechazan. Es una de sus características: que existe fuera de los margenes temporales del artista y de las modas. El artista vive y existe entre límites temporales que su arte transciende.
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