Admirador y experto en la obra shakespeariana, Kozintsev, de nuevo con la colaboración de su amigo Iosif Shapiro, entiende y abraza el texto del autor isabelino —lo había escenificado con anterioridad sobre las tablas— y enfrenta al monarca a la verdad hiriente, ante la cual reacciona con ira y con la autoridad que le concede el trono donde habría vivido entre la adulación y el poder. <<No deberías haber sido viejo hasta que no hubieras sido cuerdo>>,2 expresa el bufón en la obra. Su creencia de ser el más importante del reino ha nublado su juicio mucho antes de que exija a sus hijas que expresen con palabras su amor hacia él, en la sala donde se inicia su drama, su tragedia. En ese instante, solo quiere escuchar lo que desea oír, lo cual depara que reniegue de Cordelia (Valentina Shendrikova), la única de sus hijas capaz de no decir nada, aunque sí capaz de reflexionar y concluir que <<estoy segura de que mi amor tiene más peso que mi lengua>>,3 para, una vez se le exige, expresar sinceridad y lealtad, aunque el padre no lo comprenda. <<Amo a Vuestra Majestad conforme a mi vínculo, ni más ni menos>>.4 Al contrario que sus hermanas, la más joven no miente. No afirma un amor exclusivo que sabe que no podrá mantener una vez casada; dice que entonces su amor tendría que repartirse entre padre y marido. La lógica de sus palabras son entendidas como un insulto, como el desprecio de una hija ingrata hacia el padre que no duda en desheredarla en beneficio de Goneril (Elza Radzina) y Regan (Galina Volchek), aduladoras cuando el viejo es poderoso y despreciables cuando este las visita sin más riqueza ni compañía que los caballeros que desatan las criticas de la primera (y después de la segunda). El padre se siente despojado, ya no del poder y de los bienes entregados para evitar desmanes futuros, sino del sentimiento que las mayores expresaron en falso. Comprenderlo, provoca que la locura salga a relucir en su vertiente amarga, locura que lo distingue del loco dulce (el bufón) y del no loco Edgar Gloucester (Leonhard Merzin) -que asume la locura como disfraz tras la traición de su hermanastro Edmond (Adomaitis Regimantas), cuya ambición desmedida, unida a la pasión que desata entre las hijas mayores del viejo rey, deparará el trágico desenlace-. Así comprende Lear, que de monarca ha pasado a menos que bufón, pues el suyo conserva intacta su lúcida alegría, la de saber que nada tiene que perder ni que ganar, porque siempre ha sido y será a quien todos señalen como imbécil; pero no más loco que él: el anciano que comprende que en <<este gran teatro de locos>> nunca ha prestado atención más que a sí mismo y a las aduladoras voces cuyas palabras ocultan dobleces que no existen en las de su fiel y alocado compañero:
<<El que sirve por la paga
y sigue por la apariencia,
en cuanto llueve, se marcha
y te deja en la tormenta.
Pero yo, el loco, me quedo:
que el cuerdo escape por piernas.
Bribón que huye, es más que loco:
el loco no es sinvergüenza>>5
1.Erasmo. Elogio de la locura (traducción Antonio Espina). RBA, Barcelona, 1995
2,3,4,5.William Shakespeare. El rey Lear (traducción José María Valverde). RBA, Barcelona, 1994
Otra lección de análisis de una adaptación cinematográfica de un texto clásico. Shakespeare en Rusia. Kozintsev fue un excelso intérprete de Shakespeare
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