Durante su entrevista con Sir Charles Mason (Harry Stephenson), Khan escucha que el gobierno británico le retira la ayuda económica de la que habría disfrutado hasta entonces. La noticia del bloqueo económico no le agrada, aunque disimula su reacción e invita a sus huéspedes a la partida de caza donde el capitán Geoffrey Vickers (Errol Flynn) le salva de la muerte, contrayendo con el oficial inglés una deuda de vida. La introducción no es caprichosa, obedece a la doble intención de presentar opuestos y establecer antipatías y simpatías. Queda claro que Vickers es el héroe. ¿Quién si no Flynn, catapultado a la fama tras el éxito de El capitán Blood? No hay más que añadir, salvo aumentar su heroicidad a lo largo del metraje, superando trabas y desengaños o falsificando la orden que le posibilite su venganza. Ya en Calcuta, olvida su encuentro con Khan y corre hacia el romance, aunque en esta ocasión se trata de desamor, que abre una dimensión inesperada para el héroe e introduce la sospecha de que no siempre vence. Pero esto no es del todo cierto, ya que el amor no correspondido elevará su generosidad y su sacrificio a cotas inalcanzables en caso de que Elsa (Olivia de Havilland), su prometida, lo amase a él y no a Perry Vickers (Patric Knowles), como resulta ser. El triángulo amoroso apunta conflicto, pero Curtiz no precisa desarrollarlo, ni en ese instante ni en ningún otro, basta con alargar su presencia durante el metraje y, entre las notas de humor aportadas por el matrimonio Warrenton, dejar el protagonismo a la acción, prioritaria, de ahí que Geoffrey siempre se encuentre en movimiento y sin tiempo para poner en orden sus asuntos personales. Se debe al ejército, y lo acepta sin mostrar la contrariedad que sí existe en el protagonista de Las cuatro plumas (Four Feathers; Zoltan Korda, 1939). La heroicidad de Vickers viene de serie, es innata a su personalidad o a su ausencia (ya que se trata de un estereotipo), como demuestra durante su viaje de regreso de Arabia. Cual Ulises, se vale del engaño y, sin temer por su vida, asume que puede ahuyentar a una fuerza enemiga que les supera en número. Sin apenas despeinarse, demuestra su valía; solo algo de polvo en su rostro, una bala amiga que le roza y el gesto de humor con el que concluye su periplo por tierras arábigas. De nuevo en India lo destinan al puesto fronterizo de Chukoti, donde espera reunirse con Elsa, pero, una vez más, el deber militar se impone. Las tropas de Khan atacan el puesto fronterizo y lo reducen a la nada, matando a los ocupantes, mujeres y niños incluidos. La masacre, consecuencia de la traición del villano que ha roto su palabra, señalan su vileza y esta justifica cualquier acción posterior de los colonizadores británicos -el propio Hollywood siempre se ha sentido colonizador de mercados exteriores- y, sobre todo, determinan los minutos finales de La carga de la Brigada Ligera, que se inician con la impresión en la pantalla de un verso del poema de Alfred Tennyson. <<Cañones a su derecha/cañones a su izquierda/cañones detrás de ellos.../cabalgaron los seiscientos>>. El poeta británico canta para inmortalizar la supuesta hazaña del "Veintisiete", y Curtiz compone una loa cinematográfica a los orgullosos y decididos jinetes que avanzan por el valle de la muerte al compás de la partitura de Max Steiner, la cual agudiza y exalta más si cabe el carácter épico de los <<nobles seiscientos>> y del héroe interpretado por Flynn.
martes, 27 de septiembre de 2011
La carga de la Brigada Ligera (1936)
Durante su entrevista con Sir Charles Mason (Harry Stephenson), Khan escucha que el gobierno británico le retira la ayuda económica de la que habría disfrutado hasta entonces. La noticia del bloqueo económico no le agrada, aunque disimula su reacción e invita a sus huéspedes a la partida de caza donde el capitán Geoffrey Vickers (Errol Flynn) le salva de la muerte, contrayendo con el oficial inglés una deuda de vida. La introducción no es caprichosa, obedece a la doble intención de presentar opuestos y establecer antipatías y simpatías. Queda claro que Vickers es el héroe. ¿Quién si no Flynn, catapultado a la fama tras el éxito de El capitán Blood? No hay más que añadir, salvo aumentar su heroicidad a lo largo del metraje, superando trabas y desengaños o falsificando la orden que le posibilite su venganza. Ya en Calcuta, olvida su encuentro con Khan y corre hacia el romance, aunque en esta ocasión se trata de desamor, que abre una dimensión inesperada para el héroe e introduce la sospecha de que no siempre vence. Pero esto no es del todo cierto, ya que el amor no correspondido elevará su generosidad y su sacrificio a cotas inalcanzables en caso de que Elsa (Olivia de Havilland), su prometida, lo amase a él y no a Perry Vickers (Patric Knowles), como resulta ser. El triángulo amoroso apunta conflicto, pero Curtiz no precisa desarrollarlo, ni en ese instante ni en ningún otro, basta con alargar su presencia durante el metraje y, entre las notas de humor aportadas por el matrimonio Warrenton, dejar el protagonismo a la acción, prioritaria, de ahí que Geoffrey siempre se encuentre en movimiento y sin tiempo para poner en orden sus asuntos personales. Se debe al ejército, y lo acepta sin mostrar la contrariedad que sí existe en el protagonista de Las cuatro plumas (Four Feathers; Zoltan Korda, 1939). La heroicidad de Vickers viene de serie, es innata a su personalidad o a su ausencia (ya que se trata de un estereotipo), como demuestra durante su viaje de regreso de Arabia. Cual Ulises, se vale del engaño y, sin temer por su vida, asume que puede ahuyentar a una fuerza enemiga que les supera en número. Sin apenas despeinarse, demuestra su valía; solo algo de polvo en su rostro, una bala amiga que le roza y el gesto de humor con el que concluye su periplo por tierras arábigas. De nuevo en India lo destinan al puesto fronterizo de Chukoti, donde espera reunirse con Elsa, pero, una vez más, el deber militar se impone. Las tropas de Khan atacan el puesto fronterizo y lo reducen a la nada, matando a los ocupantes, mujeres y niños incluidos. La masacre, consecuencia de la traición del villano que ha roto su palabra, señalan su vileza y esta justifica cualquier acción posterior de los colonizadores británicos -el propio Hollywood siempre se ha sentido colonizador de mercados exteriores- y, sobre todo, determinan los minutos finales de La carga de la Brigada Ligera, que se inician con la impresión en la pantalla de un verso del poema de Alfred Tennyson. <<Cañones a su derecha/cañones a su izquierda/cañones detrás de ellos.../cabalgaron los seiscientos>>. El poeta británico canta para inmortalizar la supuesta hazaña del "Veintisiete", y Curtiz compone una loa cinematográfica a los orgullosos y decididos jinetes que avanzan por el valle de la muerte al compás de la partitura de Max Steiner, la cual agudiza y exalta más si cabe el carácter épico de los <<nobles seiscientos>> y del héroe interpretado por Flynn.
No hay comentarios:
Publicar un comentario