martes, 12 de septiembre de 2023

Pozos de ambición (2007)


Vaya por delante, por medio y por final, que el arranque de Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2007), adaptación cinematográfica de la novela de Upton Sinclair “Petróleo” (1927), es de lo mejor que dio el cine de Hollywood en la década de 2000. Su inicio es una minuciosa lección de aislamiento humano y de cine sonoro mudo. Son catorce minutos sin voces, de adaptación y de lucha en el medio natural y rocoso que Daniel Plainview (Daniel Day Lewis) trabaja en soledad, que deben más a 2001, una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968) —el solitario minero domina su entorno y se transforma en ambicioso empresario— que a Gigante (Giant, George Stevens, 1957), de la que no “bebe” más que el petróleo, excusa narrativa de ambas, que también enlaza el film de Paul Thomas Anderson con Louisiana Story (Robert J. Flaherty, 1948), otra gran película, entre la ficción y el documental, sobre la extracción del oro negro. Es apenas un cuarto de hora, el director de Boogie Nights (1997) traslada la historia de Plainview del siglo XIX a 1901 —y de ahí a 1911; y seguirá avanzando hasta situar su conclusión hacia finales de la década de 1920—, centrándose en las labores de un minero, el propio Daniel, que primero excava la tierra en busca de oro y plata; y ya en los albores del XX, su búsqueda es la del petróleo, una búsqueda que le llevará hasta el rancho Sunday en 1911, junto a su hijo de diez años HW (Dillon Freasier), a quien también presenta como su socio.


Desde los buscadores de oro caricaturizados por Chaplin en La quimera del oro (The Golden Rush, 1925) hasta, por ejemplo, el episodio protagonizado por Tom Waits en La balada de Buster Scruggs (The Ballad of Buster Scruggs, Ethan y Joel Coen, 2018), se observa la soledad y el sacrificio, también el contacto del individuo con la naturaleza, cómo aquel intenta extraer los tesoros que el terreno esconde, y que se convierten en las quimeras de almas famélicas como el Charlot buscador de oro, solitarias como Waits o entregados y misántropos como Daniel, que logra su tesoro y quiere más, pero ¿a qué precio? ¿El de su humanidad? Los tres ejemplos —La quimera del oro, el episodio del film de los Coen y la introducción de Plainview— tienen en común algo más que la búsqueda del “tesoro”, tienen cine visual de alta calidad, imágenes (y sonidos en caso de los dos últimos) que lo expresan todo sin necesidad de diálogos. La exigencia y la dedicación a un trabajo duro, peligroso y solitario, a menudo, ingrato cobra protagonismo en esos minutos iniciales de Pozos de ambición, pero no es lo único sobresaliente de esta película, la cual, toda ella, forma un conjunto armonioso que desarrolla complejidades como la infelicidad, el aislamiento, la imposibilidad comunicativa, la proyección del padre sobre el hijo, proyección que supera el egoísmo natural paterno, que no entiende al hijo como futuro individuo autónomo, o el fanatismo y charlatanería religiosa que mueve a Eli Sunday (Paul Dano), quien ya deja entrever en su primer encuentro con Daniel las diferencias que mantendrán hasta el final. Al empresario no le interesa ninguna religión en concreto, dice que simpatiza con todas porque es un hombre de negocios, sin embargo siente rechazo a lo que él considera falsos profetas, es decir, charlatanes como Eli. En realidad, a Daniel le da igual la religión, él es un empresario que se dedica a la extracción de petróleo. Desea ganar dinero, ese es su credo y lo lleva hasta el extremo que le convierte en un hombre enfermo de aislamiento, de competitividad y de odio: <<llevó dentro la competitividad. No quiero que otros tengan éxito. Odio a todo el mundo>>, le confiesa a Henry (Kevin J. O’Connor), el supuesto hermanastro que llega a su vida poco después de que aparte a HW de su vida, tras el accidente que deja sordo al niño, quien hasta entonces le había proporcionado su imagen infantil para la empresa y la proyección de futuro que le alejaba del aislamiento absoluto, aunque, quizá su condena a soledad perpetua sea su meta: <<quiero ganar el suficiente dinero para aislarme del mundo>>.



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