¿Cómo sería un mundo sin El Quijote? No podemos saberlo. Lo que sí sabemos es que en este, en el de su existencia, la novela cervantina ha influenciado de forma directa o indirecta al arte posterior, a la cultura y a la humanidad. Desde la publicación de su primera parte hasta la actualidad, hubo y hay quien se dejó y deja conquistar por la obra de Miguel de Cervantes: compositores, escritores, escultores, pintores, pensadores, cineastas,… y el resto de soñadores que hayan acompañado al caballero de la triste figura en sus salidas, encuentros, desencuentros, sus andanzas, en las victorias y en las derrotas, en la cordura y la locura, en la ilusión y en la agonía. Da igual el lugar de origen, el sexo, el color del pelo, de la piel o del dinero, quienes se hayan dejado seducir por el ingenioso hidalgo acaban quijotizándose, como el buen Sancho, al menos por un instante o quizá para toda la vida. En realidad, todos llevamos algo de Quijote y de Sancho dentro. La cuestión es si se equilibran o si uno de ellos se impone al otro para ser dominante en la personalidad del individuo. Si tuviera que apostar por un vencedor en Terry Gilliam, diría sin apenas dudar que el caballero andante se impone al escudero. Gillian es uno de esos “quijotes” que se embarca en su travesía vital sin miedo a la derrota. Tampoco teme a la desventura, en su caso la cinematográfica, que finalmente, en su complicada relación con la obra de Cervantes, se saldó con victoria, para algunos pírrica, para mí una quijotesca que atrapa el espíritu de la obra cervantina.
En el cine han sido muchos quienes se han dejado seducir por la obra y el personaje, sin ir más lejos Georg Wilhelm Pabst y Orson Welles, genio quijotesco donde los haya, cuyo intento de crear su Don Quijote cinematográfico quedó inacabado. Gilliam es otro que no ha pretendido adaptar a Cervantes tal cual; tampoco Roberto Gavaldón y Carlos Blanco en Don Quijote cabalga de nuevo (1972). Para comprenderla mejor, me refiero a la relación del responsable de Brazil (1984) y la novela, la película documental Lost in La Mancha (Keith Fulton y Louis Pepe, 2002) es una buena guía. De hecho, desde que le rondó la idea de hacer un film sobre la obra o, mejor dicho, a partir de la obra, Terry Gilliam no pretendía ser más que Terry Gilliam y que su Quijote fuese un personaje más de su rico universo creativo. Gillian inicia sus andanzas quijotescas en 1991, pero nada sale como desea, aunque no se rinde, ni después de ver cómo en varias ocasiones todo se va al traste, se queda una y otra vez sin actores, sin productores y, probablemente, sin salud emocional. No es sencillo ser un Quijote en la vida real, ya no lo era para el original de ficción, no resulta agradable lanzarse de lleno a la batalla (que en sí es cualquier rodaje) y chocar con molinos de viento. Su odisea se inicia a principios de los noventa y concluye, al menos eso parecía, con el estreno de El hombre que mató a Don Quijote (2018). No fue un camino fácil, una y otra vez se levantaba y caía el proyecto; tampoco resultó una alfombra de flores después de concluir el rodaje, pues surgieron problemas con el productor Paulo Branco por los derechos de exhibición del film. De cualquier modo, Gilliam logró su gesta y su Quijote llegó a la gran pantalla. Estaba claro que no iba a ser una adaptación al uso de la novela, ni fiel al texto literario como sí lo fue la realizada por Rafael Gil en 1947 o la más libre y cinematográfica de Grigori Kozintsev en la década de 1950, sino que sería una ensoñación cinematográfica cómica, exagerada e irreverente, alegre y al tiempo oscura, que se valdría del espíritu quijotesco para crear su propia historia de caballería —una que fuese un paso más allá de lo expuesto en la espléndida El rey pescador (The Fisher King, 1991), quizá, en la relación de los dos protagonistas, la más quijotesca de todas las películas de Gilliam—, una fantasía en la realidad y una realidad en la fantasía, cordura y locura, que se contagian y confunden a lo largo del camino que une al nuevo Sancho (Adam Driver) y al particular Quijote (Jonathan Pryce)…
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