Su abuelo materno, Antonio Maura (1853-1925), ocupó distintos ministerios y fue presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII. En el año 1931, sus tíos Gabriel (1879-1963) y Miguel (1887-1971) Maura asumieron respectivamente los Ministerios de Trabajo y Previsión y el de Gobernación. Su padre, José María Semprún Gurrea (1893-1966), que había sido gobernador civil en Toledo y en Santander, en 1931, y embajador de la República en La Haya durante la guerra civil, hubo de exiliarse en Francia para huir de las represalias de los golpistas militares que se alzaron contra el gobierno de la Segunda República en 1936. Si bien la política le venía de cuna, el exilio fue precipitado por la guerra, provocando que Jorge Semprún (1923-2011) viviese su adolescencia entre Holanda y Francia en un periodo bélico de luchas ideológicas, de ocupación alemana de la práctica totalidad del continente europeo, de destrucción y de muerte; también de supervivencia, de ambigüedad y de sombras en la clandestinidad. Primero se unió a la resistencia, pero durante una redada fue apresado por la Gestapo y, en enero de 1944, enviado al campo de concentración de Buchenwald donde, gracias a su fluido alemán —de niño, parte de su educación recayó en su institutriz suiza que le enseñó el idioma de Goethe y Rilke— y a que el desconocido encargado del registro lo inscribió como estuquista (obrero especializado en trabajos con estuco) y no como estudiante —al igual que sucedía en el Gulag soviético, a los intelectuales los destinaban a las labores más duras—, fue destinado a un trabajo administrativo en el que se decidía sobre el futuro de los deportados, un trabajo más liviano físicamente que los forzados, pero de pesadez moral de las que encoge. Por entonces, tomó parte en el levantamiento armado en el campo y, ya concluida la guerra, pasó a formar parte de la lucha clandestina del PCE contra el régimen franquista.
Por aquellos años, Semprún todavía cree en el estalinismo, que rechazará cuando conozca la realidad estalinista que se desvela tras la muerte del dictador soviético, cuando el deshielo destape miles de crímenes ordenados por aquel a quien llamaban “padre”. Poco a poco, mientras viaja de Francia a España —donde vivía seis meses al año bajo la identidad de Federico Sánchez— y de esta a aquella, el pensamiento de Semprún va tomando conciencia de la realidad que se vive en su país natal, la cual le lleva a discrepar de las directivas del Comité del que forma parte. Su pensamiento y el de Santiago Carrillo, por entonces líder del Partido, difieren, lo que le lleva a disentir de la postura oficial, indicando que los dirigentes del PCE no miran la realidad, sino que la ilusionan y que deberían pensar en una transición pacífica (y no en una revolución ya imposible). En 1964, es expulsado por mantener una perspectiva que se aparta de la ortodoxia del Partido. <<La expulsión me produjo un sufrimiento moral insoportable para el que no había compensación posible. Mi problema es que, tras tantos años, tuve que reconstruir mi vida entera, a partir de otras ilusiones. Y ese desengaño, ese dejar de ser, ese no ser, provocó en mí un efecto mayor que la tortura física de la Gestapo.>> (1)
Ese mismo año se produjo su encuentro con Alain Resnais, que le propuso realizar un film sobre los militantes en su lucha clandestina. La guerra ha terminado (La guerre est finie, 1966) fue una especie de purga para él, como su militancia activa le había permitido exorcizar viejos fantasmas de la guerra. <<La literatura me facilitó la ruptura política y la ruptura política, la literaria. Cuando volví del campo de concentración la literatura no me sirvió porque la escritura de lo vivido, aún en caliente, me hubiese conducido al suicidio, mientras que la lucha política me permitió entonces dar un sentido a mi vida. La clandestinidad fue entonces la mejor terapia, aunque fuese con la idea del mañana: mañana acabamos con Franco, mañana la revolución, pero me permitió reorganizar mi memoria, y escribir El largo viaje. Cuando me expulsaron del PCE, la política me condujo a la literatura. Sí, fui de una a otra como un hombre abierto, sin dolor.>> (2) Tanto en El largo viaje como en el film de Resnais, el narrador de la novela y el personaje cinematográfico son parte del propio Semprún: uno narra su viaje hacia el “campo”, recordando fragmentos de su pasado y de su futuro inmediatos, y el otro, escéptico y desencantado, deambula su desánimo viendo y pensando la realidad que los dirigentes del partido se niegan a ver, la misma que los jóvenes revolucionarios interpretan desde una perspectiva romántica que la desvirtúa.
Su formación intelectual y su amplia cultura, unidas a su compromiso con la Historia del siglo XX y a su pensamiento político y social, lo llevan hacia ese tipo de cine comprometido que deparará su encuentro con Costa Gavras, para quien ejercerá de guionista en tres películas de denuncia, de las cuales Z (1969) es la más famosa y una de las cimas del cine político realizado en la década de 1970. Su contacto con el cine no solo se redujo al guion, en 1974 dirigió el documental Les deux mémoires, en el que contó con la presencia de Costa-Gavras y de su amigo, el actor y cantante, Yves Montand, a quien había conoció en 1963, poco antes de que ambos participasen en La guerra ha terminado. Desde entonces, volverían a coincidir en títulos como Z, La confesión (L’aveu, Costa-Gavras, 1970), Les deux memoires (1974), el único film realizado por el escritor madrileño, o Las rutas del sur (Les routes du sud, Joseph Losey, 1978). Del resto de su producción, destacan su guion para el film El atentado (L’attentat, Yves Boisset, 1974), Stavisky (1974), su segunda y última colaboración con Resnais, Sección especial (Section spéciale, 1975), de nuevo junto Costa-Gavras, y su contribución en el guion de la serie de televisión Los desastres de la guerra (Mario Camus, 1983), la única producción española en la que participó. Pero Semprún dejó una importante obra literaria que recorre hechos historias y su memoria en libros como El largo viaje, premio Formentor en 1964, La escritura o la vida o Autobiografía de Federico Sánchez —nombre con el que había vivido en la clandestinidad—, premio Planeta 1977, que van completando un panorama íntimo e histórico. Su obra nace de sus experiencias personales y de los hechos históricos que las condicionaron: la guerra civil española, la ocupación alemana de Francia, la resistencia francesa, los campos de concentración nazis, la militancia comunista, el exilio, la clandestinidad, la lucha antifascista, en particular contra el franquismo... De todo ello fue testigo y protagonista; de todo ello hizo memoria. Y ya hacia finales de la década de 1980, con el gobierno socialista en el poder, se produjo algo que no era novedoso, pero sí curioso: que un “enemigo” de su país acabase siendo ministro de ese mismo país donde había sido proscrito; en su caso, de Cultura, entre 1988 y 1991.